Nicole Oré Kovacs
Psicóloga y docente contratada en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).
Estamos viviendo uno de los momentos más delicados de nuestra historia republicana. Los intentos de vacancia y la consumación del hecho han resquebrajado, aún más, nuestra frágil democracia. Además de ello, quienes ahora asumen el poder “representan” un sector de la población que entiende a la política como el escenario a través del cual se pueden procurar cuestionables intereses individuales. En una conversación junto a mis estudiantes, se hizo explícito, además, que a esta situación se le añade un ahora una clase política destacada por una cuestionada formación académica, y que además pretende responder a los intereses de instituciones educativas que han demostrado severas deficiencias de calidad. Por lo tanto, la función de la universidad como escenario de crítica social se torna relevante y necesaria en momentos como estos. Estudiantes y docentes alzan la voz para defender la integridad y calidad de la educación peruana y sus instituciones.
Esto no pretende desestimar otros espacios formativos, pues es evidente, lamentable e injusto que no todos nuestros compatriotas pueden acceder a una educación de alta calidad. Además, existen entre ellos figuras que, a pesar de no contar con recursos suficientes para acceder a lo que llamamos una educación de calidad, buscan procurársela a través de otros medios o dispositivos que no corresponden a los de la educación básica o superior tradicionales. Me refiero a la tradición, la experiencia de vida y su reflexión, la práctica autodidacta, entre otros. Estos intentos de formarse en historia, ciudadanía, ciencia y otras disciplinas, fuera de los dictámenes del Plan Educativo Nacional, son respetables y merecen el mayor reconocimiento. Y precisamente por el esfuerzo de muchos peruanos por formarse, reconociendo el valor que tiene la educación para la integridad personal, es que las cualidades del expresidente, algunos miembros de su gabinete y el congreso son inaceptables.
Se trata de una clase política que, sin la aparente intención de formarse y ejercer una ciudadanía responsable, pretende gobernar y dirigir a un país cuya estabilidad se resquebraja a cada segundo, a ese tan ansiado estado de bienestar y equilibrio al que toda nación pretende situarse. El bien común y su procura es responsabilidad de todos los peruanos. Para que eso pueda lograrse, en línea con la propuesta de Martha Nussbaum (2016), es necesario que la formación en pensamiento crítico, ciudadanía e imaginación creativa sean los ejes centrales del sistema educativo, como requisito mínimo para el ejercicio público y la participación ciudadana.
De lo anterior dicho, se esboza con claridad el vínculo entre la educación y la política, así como nuestro importante rol como docentes en esta etapa crítica. No se trata de adoctrinar a nuestros estudiantes en las posiciones políticas de nuestra preferencia, ni de construir un currículo con una finalidad política particular y radicalizada. Más bien, se trata de enseñar a nuestros estudiantes a pensar, a buscar respuestas a través del diálogo y la deliberación en el espacio público, a responsabilizarse por sus decisiones y, sobre todo, a reconocerse como ciudadanos con una responsabilidad que los trasciende como individuos. En este sentido, los procesos de enseñanza-aprendizaje se ponen al servicio de una educación en ciudadanía crítica que traslade la visión del ser humano como individuo atómico hacia una visión más integradora y holista del ser humano como agente que se auto-interpreta, que se reconoce como miembro valioso de una sociedad sostenida por el ideal de bien común. De ahí que, nuestra tarea como educadores sea de vital importancia para que esta historia no vuelva a ocurrir. Ahora más que nunca le debemos a nuestro país una práctica concentrada en poner sobre la mesa asuntos políticos en nuestras aulas con un propósito formativo. Dejar de hablar de esto con nuestros alumnos por considerar a la política como un asunto que “unos pocos podrán resolver” es, a mi juicio, una falta grave a nuestra ética como formadores.
Bibliografía
Nussbaum, M. C. (2016). El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal. Barcelona: Paidós