Hugo R. Gómez Apac
Profesor en la Facultad de Jurisprudencia de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Las Américas (UDLA) del Ecuador.
Los ciudadanos tienen derecho de votar en las elecciones por el partido político de su preferencia. Pero también tienen derecho de votar por —lo que ellos consideran— el mal menor, así como el derecho de impedir que gane —también desde su percepción— el mal mayor.
Veamos el siguiente ejemplo, en el que Juan es nuestro votante con el dilema de votar por aquello que más le conviene.
Hay 4 candidatos: “A”, “B”, “C” y “D”. Juan piensa de estos, lo siguiente:
a) El primero es mentiroso, corrupto y populista. Por culpa de sus torpes políticas económicas, en pocos años millones emigrarán a otros países en busca de empleo, y posiblemente Juan estará entre ellos.
b) El segundo es peor que el primero. Será un déspota que encarcelará a sus opositores políticos; nacionalizará universidades, periódicos y canales de televisión; y cerrará el parlamento y la corte constitucional. El pueblo se va levantar contra el dictador, generando una guerra civil sangrienta, en la que probablemente muera Juan, si es que no acaba preso antes.
c) El tercero es un anodino que, ante la falta de iniciativas, va a mantener el statu quo. Todo va seguir más o menos igual. El crimen se va a reducir un poco, pero la pobreza seguirá igual. Juan va a conservar su empleo, pero no tendrá aumento salarial.
d) El cuarto es el candidato de Juan. Piensa como Juan. Si Juan es liberal, el candidato es liberal. Si Juan es ecologista, él también lo es. Si Juan está a favor del aborto o en su contra, él también. No es corrupto ni mentiroso.
Un día antes de las elecciones, todas las encuestas confiables arrojan en promedio (sobre votos válidos) lo siguiente: “A” con 32 %; “B” con 28 %; “C” con 26 %; y “D” con 14 %.
Los votantes de “B” jamás votarían por “A”, pues lo aborrecen.
¿Va a votar Juan por “D”?
Para Juan, el mal menor es “C”.
Si deja de votar por “D”, y vota por “C”, puede asegurar que “B” no pase a segunda vuelta. Ya en segunda vuelta, es alta la probabilidad de que “C” le gane a “A”.
Si vota por “D”, “A” y “B” pasarán a segunda vuelta.
Si encuestas falsas le hacen creer a Juan que “D” tiene chance de pasar a segunda vuelta, va a desperdiciar su voto, favoreciendo a “A”, que ya es un mal para él, y sobre todo a “B”, que es su mal mayor.
El derecho al voto es el derecho de elegir al gobernante, y este derecho cubre todas las manifestaciones posibles: desde escoger al más indicado hasta vetar al más repugnante.
Para ejercer el derecho de votar por el mal menor y de impedir que gane el mal mayor se requiere la existencia de encuestas confiables y que se autorice la divulgación de estas hasta un día antes de las elecciones.
La ley se equivoca al prohibir la divulgación de encuestas una semana o más antes de las elecciones.