Norma Gisella Díaz Arana
Psicóloga- Experiencia en Intervención Psicológica con Niños y adolescentes
Especialista en Terapia Racional Emotivo conductual y Análisis transaccional
Docente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
La adolescencia constituye uno de los períodos vitales en donde el ser humano va desarrollando y consolidando su identidad. Es el puente o “punto de transición” entre las vivencias que él/ ella exploró e interiorizó en la niñez y las demandas escolares, sociales y personales que tienen en éste nuevo periodo evolutivo para el paso a la adultez. Si bien es cierto, cada ciclo vital tiene sus propios hitos o desafíos, éstos van cambiando según el tiempo y relación que tenemos con nuestro entorno y a medida que vamos explorando aún más el mundo. Es así que es en esta etapa en donde el ser humano empieza a revisar y cuestionar muchas cosas que aprendió en su momento – creencias familiares, parentales y socioculturales relacionadas con la forma de verse a si mismos, ver el mundo que los rodea y ver a los demás- brindándoles finalmente un sentido útil y coherente con aquellos adultos que desean ser en un futuro consigo mismos, con los demás y con el mundo. Tal es así, que resulta necesario subrayar la enorme importancia que la parentalidad, el entorno familiar y sociocultural tiene en el desarrollo humano a nivel físico y Mental. Diversos autores e investigadores en el campo de la psicología infantil (Caycho, 2016; Raya, 2008) resaltan la relación existente entre formas de crianza de los hijos, el tipo de vínculo entre padres e hijos, clima familiar con el afronte hacia el estrés de los hijos (Capano y Ubach, 2013), adaptabilidad ante diversas situaciones (Meier y Oros, 2012) y el bienestar emocional y psicológico del individuo, así como también con las creencias que empieza a aprender y aplicar a lo largo de su vida, llevándolo (la) a la adaptabilidad y satisfacción o , de lo contrario, a la incidencia de trastornos psicológicos (Raya, 2008; Meier y Oros, 2012; Caycho, 2016), siendo la depresión el trastorno psicológico más común en el adolescente hoy en día, con una prevalencia de 7.0% en adolescentes entre los 12 a 17 años y principal motivo de atención en salud mental (MINSA, 2017)
La depresión juvenil es definida como un trastorno psicológico que se presenta en los primeros años de la adolescencia y se caracteriza por sentimientos persistentes de tristeza, desánimo, pérdida de la autoestima y ausencia de interés en las actividades comunes. A su vez, el diagnóstico de la depresión juvenil no es tan sencillo, pues es también en la adolescencia en donde el ser humano experimenta cambios emocionales que fluctúan de forma frecuente como parte de la característica de esta etapa de la vida. Es precisamente en esta etapa en donde el ser humano atraviesa mayores cambios (personales, físicos, escolares, sociales), encontrándose con mayor riesgo de generar alguna sintomatología depresiva en este ciclo vital. Algunos de los síntomas más comunes que se presentan en la depresión juvenil son: La tristeza o desesperanza, irritabilidad, enojo u hostilidad, llanto frecuente, aislamiento de los amigos y la familia, pérdida de interés en actividades, cambios en los hábitos de comer y dormir, inquietud y agitación, sentimientos de inutilidad y culpa, falta de entusiasmo y motivación, fatiga o falta de energía, dificultad para concentrarse y pensamientos de muerte o suicidio. Es importante observar las consecuencias negativas en el comportamiento del adolescente con su entorno próximo (cambios conductuales en la casa, en la escuela y el desenvolvimiento en otros entornos sociales) para que pueda evaluarse con mayor precisión la presencia de la depresión, la cual debe ser diagnosticada por un profesional en el área de la salud mental.
Cabe mencionar la alta incidencia de la depresión, así como también los factores de riesgo que pueden mantenerla y / o dar origen a otras consecuencias sociales y psicológicas más graves como el inicio de ingesta de drogas ilegales o suicidios en la población escolar. Según estudios estadísticos efectuados por el MINSA, en el ultimo trimestre del año 2017 se registro un 11% de adolescentes que presenta planeación y deseo suicida en Lima metropolitana y Callao, mientras que un 2.9% en la sierra rural. Asimismo, un 24.6% de escolares entre los 12 y 15 años consume drogas ilegales e inicia el consumo de alcohol y tabaco. Dadas las evidencias recientes en el marco estadístico, es de suma importancia invitarles a efectuar una reflexión sobre el inicio de todo éste alarmante aumento: ¿Cuándo y cómo llegamos a esto? La clave está en entender que el individuo se desarrolla en una sociedad: es un ser biopsicosociocultural. Es decir, tiene una gran influencia, se desarrolla y aprende de un entorno que a su vez tiene un efecto y repercute de determinada forma en el mismo. Dicho esto, probablemente el foco para comprender esta problemática se base en entender y ver de manera realista cómo está nuestra sociedad: cómo percibe la salud mental, las emociones, el bienestar y el poder del vínculo significativo.
Hoy en día, las generaciones jóvenes han aprendido a informar, mas no a comunicarse. Si bien es cierto, la internet resulta una herramienta que facilita la gestión y resolución de múltiples tareas y demandas, algunas veces su uso indiscriminado y excesivo sustituye a un vinculo afectivo real e intercambio humano que puede facilitar el crecimiento y toma de conciencia sobre ellos mismos: es decir, sobre qué es lo que necesitan aprender para afrontar los problemas y los recursos que tienen para ello compartiendo su real sentir con el otro. Ahora bien, hablar de este tema nos lleva a algo más profundo: la familia. Temas y problemáticas claves que se hacen más notorios hoy en día relacionados con la educación psicosexual y relaciones amorosas saludables, bullying, abuso sexual, violencia de género, emociones como la ansiedad, vergüenza, entre otros, son tópicos que por lo general no suelen hablarse. O inclusive, son temas que se viven en carne propia en la familia o entornos próximos como la institución educativa. Según el MINSA (2017), los principales motivos que los adolescentes brindan como motivo de intento suicida son los problemas intrafamiliares (61% refieren problemas con los padres), mientras que un 18.1 % refieren problemas con otros familiares. Otros de los motivos señalados son: problemas con la pareja (6.1%), económicos (5.5%) y problemas con la autoimagen (4.3%). Asimismo, según el MINSA (2017), un 73.8% de los adolescentes entre 12 y 17 años señalaron que en algún momento de su vida fueron victima de algún tipo de violencia en su institución educativa efectuada por sus pares, siendo la modalidad más frecuente el hostigamiento y el acoso virtual (41.7%), que incluye mensajes virtuales o escritos ofensivos y exposición de fotos de índole personal por Facebook. Dichas temáticas y realidades no suelen expresarse o comentarse en casa, recurriendo a fuentes no necesariamente fidedignas o también al silencio y represión emocional. Y es que algunas veces al adolescente le cuesta comunicarse porque a la familia también le resulta complicado relacionarse de forma auténtica. A ello se añaden las percepciones socioculturales en las que se refuerzan estereotipos como “los hombres no lloran” o quizás “debo evitar ponerme “mal”, porque no resulto útil, porque qué van a decir los demás”, porque “voy a preocupar a mis padres” o “debo hacer muchas cosas para distraerme y no sentirme como me siento, porque esta “mal”, entre otros. Y a todo ello: ¿Qué es lo que realmente está mal?: la carencia de vinculo y sentido emocional. De tal forma, que es probable que el adolescente haya aprendido bajo estos conceptos que se debe sentir alegre (que no es lo mismo que feliz) y nunca triste, a tal punto de pensar que la vida y sus vicisitudes se reducen a una búsqueda implacable de compensaciones positivas inmediatas, que paradójicamente, llevan a esta generación adolescente a sentirse aún más insatisfecha.
Dicho todo ello, hemos explorado una aproximación sistemática acerca de la Depresión juvenil. En este apartado, expondré las alternativas de abordaje terapéutico que existen para su intervención. En algunos casos, la depresión puede tener un origen exógeno (influenciado por problemáticas externas), o también endógeno (con predisposición biológica). Por ello, se subraya que el trabajo de intervención en depresión juvenil debe ser interdisciplinario, es decir, psicofarmacológico. En relación con la terapia, el principal abordaje psicoterapéutico en casos de Depresión adolescente empieza por el abordaje Familiar. Por lo general, es el paciente índice (la persona que tiene un problema emocional) quien es la clave principal para comprender qué pasa o tuvo que pasar en la familia para llegar a ese problema: esto proporciona la reflexión y cambio en el tipo de comunicación familiar, el vínculo, la apertura de expresión emocional y resolución de conflictos familiares que pueden estar influenciando de manera directa o indirecta sobre el problema. Paralelamente a ello y a nivel de intervención psicológica individual, existen diversas formas de terapia, tomando como primer ejemplo el abordaje cognitivo conductual. Este tipo de intervención psicológica sugiere que existen diversos patrones de pensamiento aprendidos y reforzados alrededor de nuestras relaciones y experiencias con entornos próximos (familia, escuela, amigos, entorno social), los cuales dan origen a percepciones determinadas acerca de nosotros mismos, los demás y el mundo. Todo ello da origen a pensamientos en relación con situaciones, los cuales pueden ser irracionales (polarizados, sobredimensionados y no funcionales en relación con la resolución del problema, generando así estados emocionales aún más intensos y negativos, repercutiendo en nuestro funcionamiento social, escolar y personal). El objetivo de este abordaje se basa en la modificación y restructuración cognitiva de dichos pensamientos, generando nuevos aprendizajes y formas más realistas y saludables de vernos a nosotros mismos, siendo agentes activos de nuestro propio bienestar. Por otro lado, las intervenciones psicoterapéuticas basadas en el enfoque humanista subrayan que nuestras formas de sentir, pensar y actuar son influenciadas por mandatos parentales internos, actuando en función a ellos y experimentando las mismas carencias que nuestros antecesores sin ser realmente conscientes de ello. Este abordaje ayuda a tomar conciencia, reconocer lo positivo de la influencia parental y liberarse de conflictos y mandatos que no queremos en la vida que elegimos, decidiendo conscientemente cómo queremos sentirnos, qué sentido queremos darles a nuestras emociones y como podemos resolverlas, y como queremos guiar nuestra vida. Asimismo, y en algunos casos, resulta sumamente importante un trabajo interdisciplinario también con la institución educativa (tutores, psicólogos) de tal forma que se pueda seguir un refuerzo saludable de lo abordado y rescatar la constante comunicación para el logro de objetivos.
Finalmente, recordemos la palabra “biopsicosociocultural” y añadamos otro término que resultará importante recabar: interdependencia. El ser humano no se desarrolla solo, sino en un entorno sociocultural de constante intercambio. Conociendo algunas de las situaciones sociales en las que actualmente el adolescente y familias están de alguna forma inmersas, resulta sumamente un acto de responsabilidad y compromiso el buscar y potencializar aquellos factores protectores y recursos personales necesarios para afrontar de manera saludable dichos cambios y realidades que vemos a nivel cotidiano. Es decir, no esperar a que haya un problema para generar un cambio, sino optar por una psicoeducación constante para fortalecer aquellas cualidades, habilidades, formas de pensar y sentir adaptativas para promover nuestra salud integral. Y eso nos lo da la intervención psicológica, siendo objetivo algunas veces de sesgos en relación a la verdadera necesidad de ir a un especialista en salud mental. Algunas creencias que frenan este proceso podrían ser el hecho de “ir al psicólogo cuando estoy en la cuerda floja”, o “no ir al psicólogo porque no estamos locos”. Resulta precisamente necesario ir a un profesional para que pensamientos como éste no frenen sin querer nuestro proceso evolutivo y desarrollo físico y mental hacia el autoconocimiento y toma de conciencia como agentes sociales de cambio: empezando por nosotros mismos, nuestros hijos, hogar y sociedad.
Referencias
Caycho, T. (2016) Relación con los padres y estrategias de afrontamiento en adolescentes de Lima Metropolitana. Propósitos y representaciones. 4 (1). Pags. 11-59) doi: http: //dx.doi.org/10.20511/pyr.2016.v4n1.86.
Caycho, T, Contreras, K y Merino, C (2016) Percepción de los estilos de crianza y felicidad en adolescentes y jóvenes de Lima Metropolitana. Perspectiva de Familia (Perspect. fam.) ISSN 2415-5187, año 2016, vol. 1, pp. 11-22. Recuperado de: http://ucsp.edu.pe/imf/wp-content/uploads/2016/10/1.-Estilos-de-crianza-y-felicidad.pdf.
Raya, A.F.; Herreruzo, J. y Pino M.J. (2008) Apellido, A. A. (Año). El estilo de crianza parental y su relación con la hiperactividad. Psicothema 2008. Vol. 20, nº 4, pp. 691-696.Recuperado de: http://www.psicothema.com/pdf/3542.pdf
Meier, L. K., Oros, L. B. (2012). Percepción de las prácticas parentales y experiencia de emociones positivas en adolescentes [en línea], Revista de Psicología, 8(16). Recuperado de: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/percepcion-practicas-parentales-experiencia.pdf
Capano, Á., & Ubach, A. (2013). Estilos parentales, parentalidad positiva y formación de padres.. Ciencias Psicológicas, 7(1), 83-95. Recuperado en 22 de junio de 2017, de http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1688-42212013000100008&lng=es&tlng=es.
Documento Técnico: Situación de Salud de los Adolescentes y Jóvenes en el Perú. 2017 / -1a ed.- Ministerio de Salud – Lima: Ministerio de Salud, 2017.120 p.