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Postcapitalismo e informalidad en el Perú

por PÓLEMOS
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Horacio Gago Prialé 

Doctor en Derecho y profesor ordinario del Departamento de derecho de la PUCP


El presente artículo quiere aproximarse a algunas ideas que considero básicas sobre lo que se viene llamando post capitalismo en Gran Bretaña y Europa continental, a fin de traerlo a nuestra realidad desde una óptica socio jurídica. Intentaré un análisis crítico de la línea argumental de Paul Mason, autor del libro “Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro”[1]. Haré mi acercamiento desde la realidad del Perú, un país informal y en riesgo de dirigirse irremediablemente hacia la anomia, de no incorporar correcciones sustanciales al sistema normativo e institucional, y en especial integrar los sectores formal e informal[2].  

Mason analiza el hoy y el mañana en Europa de Google y las otras plataformas de información monopólicas, también las puertas que pueden abrirse a partir del software libre y la creciente robotización de los procesos industriales. El agotamiento del capitalismo para Mason se debe, en resumen, a la aparición de monopolios de larga duración, gigantescos y no regulados, en torno al control de la información (Google, Facebook, Instagram, WhatsApp) y la robotización de los procesos productivos de bienes y servicios que, lejos de mejorar la posibilidad del empleo, lo abarataron tanto que las condiciones laborales vuelven a estar por debajo de estándares laborales decorosos.

Dice Mason que Google, Facebook y similares son enormes monopolios tecnológicos que “… eluden impuestos, sofocan a la competencia mediante la compra de firmas rivales y construyen con tecnologías interoperables «jardines amurallados» para maximizar sus propios ingresos a expensas de proveedores, clientes y el Estado (mediante la evasión fiscal)”. Agrega que “en lugar de una cuarta Revolución Industrial, se ha creado un info capitalismo parásito y disfuncional, cuyas ganancias monopólicas y comportamiento anticompetitivo son imposibles de cuestionar.”

En nuestro país informal tenemos prioridades distintas. El inmenso e intenso sector informal del Perú del siglo 21 requiere de seguridad jurídica (derechos de propiedad sólidos y no de “remedos de”) sobre activos y posesiones de las personas, tanto tangibles (predios urbanos y rurales y maquinaria), como intangibles (fuerza de trabajo, creatividad e inventiva). Ese mismo país aspirará pronto a un sistema de micro seguros para sus robustecidos patrimonios emergentes, y finalmente veremos las ramificaciones concretas de las necesidades sanitarias, el acceso a medicamentos verdaderamente genéricos y no solo a similares, como ocurre actualmente.

Dicho lo anterior, ¿es importante tocar el tema del postcapitalismo en una realidad que tiene visos de precapitalista en gran medida, como la peruana? Una sociedad y economía nacional es premoderna si en ella no existe un sistema universal o al menos generalizado de derechos de propiedad sobre los activos físicos tangibles e intangibles. En el Perú, la informalidad y la anomia impiden sostener que exista un capitalismo paritario, con reglas de mercado equivalentes predefinidas y defendidas desde el Estado. El existente es uno de monopolios, oligopolios y poderes fácticos detentadores de las riendas del sistema normativo.

¿La informalidad y ese capitalismo premoderno, evolucionarán a un post capitalismo de corte europeo? Por supuesto que no.  En el Perú, la informalidad y el brumoso fantasma de la anomia disminuyen severamente el “enforcement” o eficacia de la ley. La nuestra es una cultura y sistema legal con débil eficacia y lo ha sido siempre. A diferencia del post capitalismo europeo, nuestro proceso tiene otros factores estructurales, siendo la dicotomía Informal – formal, el más importante. A los informales peruanos y MYPES (el 98 por ciento de los emprendimientos) les agobia el acceso a medicinas, a Internet y a seguridad jurídica. Hoy, 2022, gran parte del sector informal está compuesto por sectores vulnerables en términos económicos, pobres o extremos pobres, pero también por un importante segmento que ya emergió y logró hacerse de nuevos activos, incrementó su patrimonio y así mejoró su “palanca” de inversiones, no necesariamente bancarizadas.[3]

El otro factor estratégico es el Internet. La pandemia ha demostrado hasta el hartazgo esta prioridad. La universalización del acceso a esta tecnología es esencial tanto en las ciudades como en el ámbito rural. Actualmente solo se encuentran conectadas las capitales de provincias y las de algunos distritos rurales. De hecho, la nueva riqueza que un sector de los agricultores viene alcanzando, producto de la seguridad legal que les aportaron los títulos PETT y Cofopri entregados desde los años 1990s, ya reclaman la siguiente revolución tecnológica a fin de provocar la transformación con valor agregado de sus productos en sus mismos espacios.

El análisis de Mason sobre el capitalismo caduco apunta a desaparecer las ventajas de las plataformas de información monopólicas y rentistas[4]. ¿Qué impacto tendría esta contra reforma (de darse) en países como el Perú? Google es una herramienta esencial para el mar de MYPES e independientes, en tanto reduce sustancialmente  los costos de transacción de acceso a la información para sus ciclos económicos. Facebook e Instagram, aves de rapiña de los datos personales a los ojos de Mason y los analistas del norte, además de inductores del consumismo online y del estudiado espionaje a los cibernautas para moldear conductas y cerebros son, sin embargo, dos mecanismos que nuestras MYPES utilizan como poderosas herramientas de marketing y de acceso a insumos para completar y reducir costos en sus ciclos productivos. Vender y marketear por internet usando las mencionadas plataformas antes, durante y después de la pandemia, son el nuevo lenguaje de la masificación del capitalismo a nivel micro. Quizá, sin pensarlo, esos instrumentos hicieron realidad los sueños más acariciados sobre la hiper masividad de los mercados de todos los liberales, desde Smith hasta Thatcher.  Y Uber /Rapi y similares se encargaron de abaratar muchísimo la distribución que en el capitalismo clásico era el dolor de cabeza de toda MYPE.    

Optimizar la producción de las MYPES por el lado de reducir casi a cero el acceso a la información, abaratar el marketing y masificar la distribución, han sido el estímulo que las tecnologías hicieron posible. Regularlas, suspenderlas, prohibirlas desde la visión tecnocrática, es una tentación mayor. El Estado, que no produjo ni creó Google, Facebook o Uber, no se arredrará ante ellas, pero tampoco generará ninguna alternativa razonable. Por razones ideológicas o de mero control, máximas fiscales, imperativos regulatorios y sed de supervisión, los argumentos de Mason y otros, como ocurre siempre, calarán en los legisladores criollos si las MYPES no se organizan y lo impiden. Esa, la organización MYPE, es otra de las tendencias que seguramente se darán en el plazo venidero.       

Un dato valioso del trabajo de Mason, menester reconocerlo, es su énfasis en la simetría de la información y el software libre. Imagino rápidamente un sistema de igualdad de trato para todos los agentes económicos en el Perú, sean formales, “formalizandos” e informales. El software libre debe ser una herramienta respaldada, incentivada y difundida por las leyes. De hecho, ya es utilizado por miles de millones de personas en el planeta todos los días, a través de Wikipedia.

El software libre tiene su código fuente abierto al estudio, modificación y uso libre con cualquier fin, e incluso, copiar y redistribuir el programa con cambios o sin ellos. Este tipo de software da libertad a cualquier persona de usar un programa para cualquier clase de actividad sin tener que pedir permiso a nadie. Viendo hacia adelante, una creación algorítimica de información compartida, alimentada online y retroalimentada a tiempo real, potenciada que fuera y masificada para agregar valor, será estratégica. Y el hecho que plataformas como Google, monopólicas o no, admitan la transmisión y el acceso al software libre, será un acicate para el incremento de calidad, innovación y valor de las MYPES del Perú y países como el nuestro.

Sobre la robotización e impacto en la precarización del empleo, hay que admitir una evidencia. El país informal de hoy (segunda década del siglo 21), en su marcha espontánea y a-sistémica hacia la acumulación de activos y agregación de valor, prioriza la naturaleza económica de las relaciones jurídicas por encima de las sociales. Las personas, en su condición de agentes económicos, dados sus contextos y necesidades familiares o profesionales, tienden a apreciar el ingreso rápido y sin mayores obstáculos al mercado laboral, a sabiendas que eso supondrá también salir del mismo con la misma velocidad. Es muy posible que la alta estimación que una persona brinde a las vacaciones pagadas, al décimo tercer sueldo y las gratificaciones de julio y diciembre, van a ser accesorias a la de una remuneración mensual por el trabajo entregado al empleador. Las MYPE emplean personas pagando remuneraciones reducidas e incluso por debajo del sueldo mínimo vital, en aras de ampliar su expectativa de acumulación e inversión.

La robotización practicada en Europa y EEUU esconde deseo de rentismo y sobre ganancias de parte de los agentes de la economía que pueden invertir en ello. El Perú no está en esa orilla ni creo deba a aspirar a estarlo. Lo que sí nos debe preocupar es evolucionar del subempleo al empelo decoroso y seguro con implicación del Estado, a partir de la integración (no exclusión) de los sectores formal e informal. Mirando hacia el futuro, la redistribución de riqueza no debe reposar solo en la mayor recaudación y presión tributaria sobre las grandes empresas que después el Estado convierte en programas sociales o subsidios, sino en personas que transigen sobre su fuerza de trabajo o tercerizan sus servicios, logrado que sus familias se encuentren sanas y seguras y vivan con decoro. En ese futuro el Estado supervisará la calidad del empleo o permitirá un sistema de certificación humana y decoro de los contratos laborales o de tercerización. Las MYPES acudirán a parques científicos para experimentar con apoyo de ese sistema de redistribución.

Este ha sido un repaso corto e incompleto sobre el post capitalismo de este lado de la orilla. Otros factores deberán añadirse al debate. La estrategia sobre la propiedad o soberanía de los recursos naturales, incluidos mar y aire y la calidad y cuidado del medioambiente, entre otros.

Abordar la idea del post capitalismo desde el Perú es necesaria porque tras la llegada de las tecnologías de la información, pese a las sempiternas crisis políticas del siglo XXI, se ha impreso una evolución inédita a la realidad urbana, periurbana y, en alguna medida la agraria. Dado que la política gatilla al derecho y la economía, es esencial contar con los espejos correctos donde reconocernos para apostar por reformas para el país, sin ideologías y más bien con prioridades. Mason y su trabajo ayudan sí, pero más lo haremos nosotros mismos.


[1] MASON, Paul. Postcapitalismo Hacia un nuevo futuro. Madrid, Ediciones Paidós. Colección: Estado y Sociedad. Edición en español, 2019. VO: Londres, 2016.

El autor es escritor, editor económico y analista británico y autor de artículos sobre postcapitaismo. Ver   https://nuso.org/articulo/poscapitalismo-ciudades-izquierda-mason-socialismo/

[2] En Repensar La Propiedad. Un camino para derrotar la informalidad en América Latina (Lima, LANCOM 2021), analizo in extenso el tema de la integración de la formalidad con la informalidad.

[3] Ese ascenso repercutirá también en micro seguros o sistema de seguros para sus crecientes emprendimientos y en la necesidad por soluciones de infraestructura y equipos que añadan eficiencia y valor. En parques tecnológicos o científicos las MYPES puedan procesar las etapas de pre industrialización de sus productos. Los pequeños parceleros requerirán de cooperativas para el procesamiento de sus productos. También será indispensable un sistema de medicamentos genéricos sustentado en principio de equivalencia certero y no el mal símil de medicina genérica que existe actualmente (tercera década del siglo XXI).

[4] Google, Facebook / Instagram y Uber / Rapi y sucedáneos.

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