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La abundancia como ideal moderno

por PÓLEMOS
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Alfonso Ballesteros Soriano

Licenciado en Derecho; Magíster en Derechos Humanos, paz y desarrollo sostenible por la Universitat de Valéncia; y, Doctor en Derecho Internacional por la Universidade da Coruña


I. El ideal moderno de la abundancia

  1. La estabilidad de la Comarca

Comprender requiere saber distanciarse de ciertas cosas que están delante y tender puentes hacia otras que no se encuentran a la vista. Por eso, la imaginación nos ayuda a hacerlo, porque toma una distancia de lo próximo e inmediato[1]. Como es fácil mirar al pasado o el futuro cegado por el presente, la imaginación nos ayuda a superar este obstáculo. En particular, los cuentos, como El señor de los anillos, nos permiten mirar el pasado con menos prejuicios mediante un esfuerzo de la imaginación. Los hobbits pueden ayudarnos a entender el paso de la Edad Media a la Moderna y, el país de los hobbits es la Comarca.

Hoy el enriquecimiento parece haber engullido lo privado. Enriquecerse y ocuparse de lo privado parecen ser sinónimos. En cambio, según cuenta Tolkien, en la Comarca nadie se preocupaba por enriquecerse. Esto sería absurdo para un hobbit. Los hobbits se ocupaban de sus actividades privadas y sociales; ni de lo político, ni de lo económico. No dedicaban el día a dialogar en la plaza, pero tampoco a la compraventa o al comercio y mucho menos a la especulación financiera. Tolkien describe así la comunidad política de La Comarca:

“La Comarca en ese entonces apenas tenía «gobierno».  Las familias cuidaban en general de sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día al cultivo y consumo de alimentos.  En otras cuestiones eran por lo común gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades, granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables durante generaciones”[2].

Esta es una comunidad caracterizada por una gran estabilidad y un mínimo gobierno que se detenía siempre ante el umbral de lo económico que permanecía estable “durante generaciones”, sin intromisiones políticas. La obtención de lo necesario para vivir no traspasaba los linderos de las pequeñas huertas de los hobbits: no era necesario ni ofrecer el propio trabajo a cambio de un salario, ni de grandes compra-ventas en el mercado. Tolkien, que era un gran medievalista, bien pudo reflejar aquí lo que sabía de la Edad Media, con una mirada amable hacia ella.

  1. El delito original del capitalismo

Curiosamente Marx también tiene una mirada amable hacia la Edad media cuando quiere enfatizar el violento ascenso del capitalismo. Si comparamos la Comarca con lo que nos dice Marx de la Edad Media hay grandes similitudes. Marx nos presenta el final de la Edad Media como una época en la que la propiedad estaba ampliamente distribuida. Y, lo importante, como los hobbits, esos pequeños propietarios obtenían lo necesario para vivir de su propia labor. La acumulación de comida o riqueza carecía de sentido y podía ser realmente escasa dado lo pequeñas que eran las propiedades y los campos.

Según Marx, esta quietud feudal vino a ser salvajemente interrumpida por una serie de expropiaciones a estos pequeños propietarios. Las propiedades expropiadas acabarán en manos de unos pocos y los expropiados deberán mendigar un salario a los recién aparecidos capitalistas. Esta es la acumulación inicial del capital según Marx o, el pecado original del capitalismo como lo llamaba.

Lo que interesa aquí es que la gran masa de población expropiada ya no tiene acceso a los medios de subsistencia bajo su propio techo. La economía en su sentido etimológico, como las reglas o gobierno de la casa, desaparece. El ámbito privado ha dejado de ser el monopolio de lo económico, ámbito en el que se satisfacen las necesidades de la vida. Esto pasa progresivamente a ser objeto de la sociedad, del mercado y del poder público.

Marx señala, que, como es lógico, los nuevos dueños de las tierras tienen una idea completamente distinta de la de sus antiguos propietarios. Estas ya no sirven a las necesidades de la vida de los propietarios en el marco de una vida estable y sencilla. Ahora los dueños tienen para vivir, pero para mucho más. Pueden lograr algo que largo tiempo se había despreciado, que Aristóteles consideraba un propósito de esclavos, podían enriquecerse.

Nace una lógica nueva que no es la de la estabilidad, de la autoridad del pasado o la del disfrute de las libertades sencillas. Esta lógica mira ya siempre al futuro. Es la lógica del progreso económico y en este proceso económico el ideal es tener siempre más, la abundancia. Gracias al comercio, lo que incluye la compra de la fuerza de trabajo, explica Marx, el dinero se puede transformar en capital. Capital en el sentido de dinero que está siempre en aumento, que no tiene un simple valor de uso, sino que se reproduce a sí mismo. Benjamin Franklin lo afirma muy claramente en su consejo al joven comerciante: “Piensa que el dinero es fértil y reproductivo. El dinero puede producir dinero…” [3].

  1. El ideal del animal laborans

En La condición humana, Hannah Arendt sigue de cerca este análisis marxiano. Arendt considera la acumulación inicial como momento clave del inicio de la Edad moderna. Es central que el ideal deja de ser la estabilidad y pasa a ser la abundancia. La abundancia, dice Arendt, es el ideal del hombre actual como animal laborans. El animal laborans es el hombre reducido a su condición de miembro de la especie, al metabolismo de la especie, reducido a la condición de laborante y consumidor. El resto de rasgos humanos desaparecen o pasan a un radical segundo término. Por ello, el ascenso de este ser humano supone su animalización, su mayor semejanza al resto de animales.

Este animal laborans ha abandonado la creencia en el mundo trascendente, pero también del mundo actual. A este hombre solo le queda su propio cuerpo y los deseos y apetitos de su cuerpo, pero siempre en relación con la especie como un todo. Este hombre se metaboliza con la especie, dice Arendt, dedicado a laborar y consumir. Sin embargo, gracias al progreso de la tecnología podría incluso dejar de laborar para vivir. Podría abandonarse al proceso de vida de la especie sin necesidad de actividad alguna, más que un consumo cada vez más sin esfuerzo. Arendt considera que esto llevaría a una mortal pasibilidad y el individuo abandonaría su individualidad. Ya sin tener que laborar se limita al consumo, cada vez más sencillo y pasivo.

Parece que, desde luego Arendt acierta al señalar la reducción del hombre actual a su cuerpo y sus apetitos. El monopolio político de lo sexual y la reproducción como derechos son la mejor manifestación de esta victoria del animal laborans. Acierta también al señalar que el ideal del ser humano reducido a metabolismo de la especie es la abundancia. Al fin y al cabo, este hombre no puede optar a nada más. Solo puede darle más y más al cuerpo y, como ella señala “el cuerpo solo quiere consuelos”, o sea, nunca se sacia. Y añade: “esto es infernal”.

El cuerpo quiere abundancia, por eso dejarse llevar por las inclinaciones conduce a la adicción: la simple abundancia de algo. Arendt, no acierta, sin embargo, al señalar que el ser humano sustituido ya como laborante por la máquina, quedará abandonado pasivamente al proceso de vida. Byung-Chul Han ha criticado este punto con razón porque el activismo es la marca del hombre actual.

II. La abundancia en el entorno digital

 

  1. El metabolismo digital

La digitalización se puede ver como un proceso vital a gran escala. Puede compararse con un gran cuerpo con su propio metabolismo. También puede imaginarse como el proceso vital de una especie animal. Igual que en el cuerpo humano, su metabolismo busca cumplir determinadas funciones, la digitalización tiene sus propias funciones. Sus funciones se logran de forma sistémica, es decir, se basa en las conexiones de todas las partes del metabolismo. Así, estas funciones no pueden cumplirse sin la suma de todos los individuos, sin la colaboración de todas sus partes. Por ejemplo, la mejora constante de los algoritmos requiere de los macrodatos. El individuo, por tanto, no es demasiado relevante.

Los individuos más que actuar, tienen que reaccionar en el marco de un proceso más grande que ellos, igual que las enzimas convierten las proteínas en aminoácidos o igual que los animales reaccionan al entorno conforme a su sistema nervioso con el que la naturaleza les dota para obtener lo necesario para vivir.

La reacción del individuo ante una notificación con un Me gusta o la visualización de un vídeo tiene el sentido fundamental de alimentar el gran metabolismo de la digitalización. Imaginar al ser humano digital como una enzima no resulta extraño. El usuario de la tecnología digital que reacciona en busca de la descarga de dopamina. Basta preguntarse cuantas personas con fuerza de voluntad miran automáticamente el teléfono en cuanto están solas.

El metabolismo digital también se desvela por un término usado por sus usuarios, el término viral. En español, vírico. Quiere decir que la información fluye como por un organismo, a gran velocidad. La información digital, como el virus, funciona por multiplicación. El re-twitteo, por eso, es central[4]. El reenvío con un clic es central para la fluidez de la comunicación. Como células de un solo organismo los individuos infectan a otros reenviando contenidos. Reenviar es tan importante que se le ha dado un nombre altruista al acto de reenviar, se le llama “Compartir”.

Si cada virus afecta de forma significativa a diferentes tipos de células entre las que se multiplica, por ejemplo, la polio al sistema nervioso y la movilidad, la información convertida en virus perjudica la atención del individuo y lo convierte cada vez más parte del metabolismo y menos independiente. La información digital no es, en realidad, un virus contra el metabolismo digital, sino que es lo que lo afianza. No ataca la comunicación digital sino que la afianza.

De hecho, cuando el usuario reenvía contenidos para el metabolismo digital su actividad es esencial, lo sepa o no. Gracias a la información obtenida, en adelante, el individuo será una enzima mejor y ayudará al proceso general del metabolismo digital. El carácter adictivo de la digitalización permite que funcione como un gran metabolismo dirigido desde Sillicon Valley. Su carácter adictivo tan refinado y perfecto logra lo que ni siglos de involución podría producir a partir del ser humano: la aparición del animal digitalis.

  1. Crecer siempre: la abundancia de datos y de comunicación

La abundancia se logra con el crecimiento, un crecimiento que ha de ser ilimitado. Se tratan los bienes de un país como se trata a un ser vivo que todavía no ha madurado y está creciendo. Nunca alcanza la madurez, siempre crece. ¿Y qué significa que la economía de un país crece? Un primer problema es porqué siempre hay que crecer. Y, en caso, afirmativo, qué herramienta tenemos para afirmar que hay crecimiento. La herramienta principal, el PIB, es dudoso que detecte el crecimiento o su ausencia, sobre todo por todo lo que ignora y no mide.

Es interesante que el indicador preferido en los países llamados capitalistas ignora por completo todo lo que ocurre en el ámbito privado. Todo lo que es estrictamente privado, no sujeto a intercambio monetario, como hacer la comida a tus hijos o lavar la ropa no aparece por ninguna parte[5]. No es nada extraño, entonces, que una sociedad capitalista no valore o, incluso desprecie, el cuidado de los hijos o de los ancianos en el ámbito familiar y arroje al mercado estas actividades. Sin embargo, sin esas actividades no podría darse ninguna actividad en el mercado. Esas actividades privadas prácticamente invisibles han sido llamadas el núcleo de la economía por una economista actual que no se estudia en las Escuelas de negocios[6].

Por otro lado, con independencia de la forma de medirlo, el principio del crecimiento indefinido es una idea contraria a la experiencia de la vida. Los recursos son finitos, las cosas se estropean y dejan de servir con el tiempo. Es verdad que hay una cosa que sí puede crecer de forma virtualmente ilimitada: el dinero convertido en interés.

Hoy el dinero ya no representa nada, ninguna riqueza y no remite a la realidad. No es ya ninguna cosa que simboliza la riqueza o que remite a ella, sino información. El dinero es auto-referencial. Si el dinero remite a la realidad no puede acumularse sin límites, porque debe de responder a una riqueza real, a lingotes de oro que están en alguna parte. Sin embargo, un dinero desvinculado de la realidad en la que las cosas están sujetas a los límites y la entropía, ese sí puede reproducirse sin límites. Es la crematística, el uso del dinero para su propia reproducción, que Aristóteles ya denunció como perversión y Marx consideró la característica del capital en sentido moderno[7]. La moneda no es vista como forma de pago en primer término y como algo que debe ser consumido en el pago, sino como reserva de valor. Es decir, como manifestación del poder adquisitivo. Esta visión del dinero distinta es lo que lleva a buscar su apropiación y reproducción[8].

Junto al dinero como información, la otra cosa que puede crecer casi sin límites es la información misma. El ideal del crecimiento indefinido encuentra aquí también una salida a la entropía a que las cosas que se gastan y el Planeta está seriamente perjudicado de un uso de sus recursos sin medida. Ahora bien, el dinero se reproduce mediante el endeudamiento. Se crea un dinero que no existe, pero que luego hay que devolver. La cara desagradable de esto es que, el propósito de la reproducción indefinida del dinero, tiene como contrapartida generar deudas impagables[9]. También la reproducción indefinida de información tiene su lado oscuro. El más evidente es el combustible que utiliza la información para fluir a través del ser humano: su atención[10].

La super-abundancia de información es una relativa novedad. Esto no se deba 50 años atrás. El ideal de la abundancia hoy viene determinado por la reciente digitalización que exige un activismo en el usuario para que produzca datos. Arendt, que vivió mucho antes de aparecer internet y del abandono de la economía productiva por la economía de los datos y de la manipulación de la mente, no podía prever esta situación. Detectó el ideal de la abundancia de bienes de consumo[11], pero no de datos. La abundancia es el primer término que quería mencionar, como ideal del hombre actual, del animal digitalis. Un ideal idéntico del adicto al que no le importe el qué sino el cuánto y con cuánta frecuencia. Comparten ambos el ideal la lógica progresista o reproductiva de no detenerse nunca y de necesitar siempre más.

Arendt, sin embargo, nos sirve de apoyo para comprender el hombre actual en sus aspectos principales. El animal laborans, el hombre reducido a sus apetitos, está arrojado a sí mismo. Su reducción a especie no constituye ninguna apertura a los otros, sino un encierro en sí mismo. De ahí la particular soledad del animal laborans que, al convertirlo todo en objeto de consumo, todo lo remite a sí mismo[12]. Por tanto, la animalización no excluye el individualismo, sino que lo promueve. Además, el individualismo convive con una total dependencia de los otros. El animal digitalis requiere desesperadamente su reconocimiento. Buena parte de su actividad se orienta al reconocimiento de los otros que le produce una satisfacción fisiológica en la psique. El otro existe en los términos de la parte animal del sí mismo.

  1. La abundancia al servicio de los dueños de la máquina

El programa AlphaGo Zero es la última versión de un software creado para jugar el Go, un antiquísimo juego de mesa chino para dos personas, más complejo que el ajedrez. El software aprendió a jugar con una información inicial: las reglas de juego. Después, jugando millones de partidas contra sí mismo. Dentro de un muy amplio abanico de posibilidades, pero limitado por el tablero y el número de piedras o fichas, ha logrado superar a los jugadores humanos descubriendo movimientos nuevos.

Si algo caracteriza al software de este tipo es que aprende por sí solo por dos vías. Una, es presentándole una gran cantidad de información desde el inicio como en la versión anterior del Programa AlphaGo Zero, el programa AlphaGo a secas. A este software se le volcó la información de millones de partidas reales y, gracias a esto, aprendió a jugar. La segunda es la versión AlphaGo Zero que es capaz de aprender con la información inicial de las reglas de juego y, después jugando contra sí mismo millones de partidas. En ambos casos, el número de posibilidades es limitado, aunque amplísimo. El mundo exterior no es como el Go, está abierto a un número virtualmente infinito de posibilidades.

Tampoco el software que aprende por sí solo en un ámbito abierto de posibilidades, una forma de aprendizaje más compleja dado su carácter abierto, deja de requerir información abundantísima. En ambos casos, el software es completamente esclavo de la información, carece de intuición y de una forma de conocimiento, por así decirlo, de un vistazo.  A la persona que requiriera estudiar toda la hemeroteca para comprender lo que es una pelea entre vecinos y, además, solo pudiera dedicarse a esa tarea en su existencia, en ningún caso lo llamaríamos inteligente, sino más bien poco capaz, por necesitar tanto tiempo e información para entender algo para lo que un mínimo de experiencia basta. Podríamos llamarlo aplicado, o monomaníaco por su obsesión con una sola cosa, pero nunca inteligente.

Este inciso sobre el aprendizaje del software se debe a su conexión con la abundancia. El ideal de la abundancia del ser humano reducido a su cuerpo ha encontrado un gran beneficiado, el aprendizaje de la máquina. En definitiva, los dueños de la máquina. Estos son los beneficiados por ese aprendizaje de la máquina: todos los gobernantes de la digitocracia. “Vigilar y mejorar a los que vigilan”[13] es uno y el mismo proceso de este nueva forma de gobierno. La digitocracia, a diferencia del resto de formas de gobierno, en la medida en que sigue vinculada a la lógica capitalista de los procesos, crece cada día en que se mantiene en el poder. Cada hora a la vista de estos gobernantes mejora la eficacia de su gobierno en el futuro. Permite aprender a la máquina y, por tanto, apuntala la forma de gobierno todavía más.

Esto es lo contrario de lo habitual en las formas de gobierno, incluso de las totalitarias. El paso del tiempo desgasta a los gobiernos, permite que sean cuestionados y facilita que pierdan el reconocimiento de ciudadanos o súbditos. Una forma de gobierno basada en agradar y que aprende a agradar cada día más es algo totalmente distinto. Su poder es, en cierto modo, reproductivo. Es como la metástasis voluntaria del cuerpo social.


Referencias bibliográficas: 

[1]Arendt, EC, p. 392.

[2] ESDLA p. 27

[3] FRANKLIN, B., “Advice to a Young Tradesman”, 21 de julio de 1748.  <http://founders.archives.gov/documents/Franklin/01-03-02-0130>, 07, 2016 (consultado: 17/03/17).

[4] Jonathan Haidt, CHT, Are the Kids All Right?

[5] Talavera, Sobre pobreza y derecho

[6] Raworth.

[7] Kate Raworth

[8] JB, Pobreza y derecho,

[9] JB, Pobreza y derecho

[10] Gallardo

[11] Arendt, CH,

[12] Arendt, entrevista youtube. Hannah Arendt on Modernity.

[13] Pasquale

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