Mildred Rooney
Magíster en Ciencia Política y Gobierno con mención en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Co-investigadora del Grupo de Investigación del Orden Internacional y Órdenes Regionales (GIOR) de la PUCP.
Correo electrónico: mrooney@pucp.pe
Sobre la destitución de Dilma Rousseff, la primera presidenta de Brasil, ya se ha escrito bastante. Los análisis de coyuntura coinciden en la confluencia de factores explicativos como el progresivo deterioro económico,[1] el desprestigio mediático, el declive de su popularidad y sus limitadas habilidades para negociar una alianza partidaria en el Parlamento que le hubiese permitido mantener su gobierno en pie.
Sin embargo, las publicaciones han obviado incluir la variable de género. Precisamente, el propósito de este documento es contribuir a la comprensión del hecho, a partir de la discusión sobre el rol que jugaron los estereotipos en el proceso, con especial énfasis en la actuación de los medios de comunicación en la construcción de la imagen pública de la ahora expresidente y, en el desenlace del “impeachment”.
Desde el discurso posterior a que se decidiera su sometimiento a juicio político hasta el que dio después de haber sido destituida, Dilma dejó entrever que la promoción del “juicio político” en su contra estuvo influenciado por estereotipos de género. A continuación, dos de sus declaraciones:
«Han mezclado en todo esto un gran prejuicio contra la mujer” […] «Hay actitudes conmigo que no tendrían con un presidente hombre».[2]
[…]
“Es un golpe contra el pueblo y la nación. Es un golpe misógino, es homófono y es racista”.[3]
Bien podría decirse que estas alusiones formaron parte de una estrategia para apelar a la solidaridad de la población femenina e incluso, como han señalado sus detractores, para victimizarse o ¿acaso lo denunciado por Rousseff podría ser considerado un argumento válido?
La reafirmación del estereotipo
Los estudios sobre la llegada de Dilma a la presidencia preconizaron que su elección tendría más un impacto simbólico que real en la sociedad brasileña. Esto es, que las estructuras patriarcales no serían desafiadas y por tanto, tampoco conseguiría mejorar la vida de las mujeres. Según Sabrina Fernándes (2012), los factores que explicaban este previsible impacto limitado se concentraban en la falta de una posición fuerte del gobierno respecto de los temas de género, e incluso, en el propio nivel de “concientización” de la expresidenta respecto de ellos. Efectivamente, los resultados al día de hoy demuestran que la arena política brasileña sigue estando bajo la hegemonía masculina; que en su mandato esta no fue debilitada.
Un dato que refuerza esta hipótesis, es que Brasil cuenta con muy bajos niveles de paridad de género en la participación legislativa que lo ubican entre los tres últimos latinoamericanos junto a Bélice (3.1%) y Haití (0%). De acuerdo con las Naciones Unidas, las parlamentarias no llegan a ocupar el 10% de los escaños[4], a pesar de que la población de mujeres en el país sudamericano
representa el 51.7%. Teniendo en cuenta este hecho que indica la predominancia de una estructura patriarcal en la clase política, se revisará el rol de los medios de comunicación en la construcción de la imagen pública de la primera presidenta de Brasil.
Para la profesora de la Universidad de Liverpool, Karen Ross[5] la cobertura de los medios operan bajo un doble patrón: existen expectativas de que las mujeres se comporten con mayor honestidad, moral e integridad, y cuando estas son defraudadas se les consideran “desenmascaradas”. Por esta razón, explica Raiza Sarmento, las lideresas tienden a ser más investigadas y criticadas que sus homólogos masculinos.[6]
La diferencia en el tratamiento mediático se explica por el estereotipo de género imperante: a las mujeres se les atribuyen y exigen comportamientos específicos vinculados a los roles de madre, esposa e hija. Lo femenino está vinculado a lo emocional, conciliador, protector y sumiso, que en el ejercicio de cargos de dirección se expresa en la delegación, la horizontalidad y cooperación (trabajo en equipo). Mientras que lo masculino se caracteriza por la racionalidad, la jerarquía, el poder directo y competitivo.[7] Estos papeles entendidos como producto de una dinámica social más amplia, no son generados por la prensa, sino que los representan y contribuyen así con la naturalización de la ausencia de mujeres en posiciones de poder y por tanto, a legitimar que la “política” y lo “político” es un “negocio de hombres”.[8]
Antes de postularse a la presidencia, Dilma Rousseff[9] participó en el gobierno de Lula Da Silva, los dos primeros años como Ministra de Energía y Minas y luego, en el cargo de Jefa de la Casa Civil. Según Barbara y Gomes, su estilo de gestión ministerial, caracterizado por su asertividad fue duramente criticado por la prensa. Debido a esto, durante la campaña -como lo hiciera Lula en su oportunidad- procuró suavizar su imagen por exigencias partidarias, a tal punto que “pasó a ser reducida a una creación de lo masculino”.[10]
Popularidad en caída
Durante el ejercicio de su mandato, Dilma no mejoró sus relaciones con la prensa nacional. Las revistas Isto É, Veja y el conglomerado O Globo se mostraron claramente opuestos (basta con darle un vistazo a su cobertura del “impeachment”). El trabajo Silva y Lima analiza la postura de O Globo y concluye que este actor adquirió un matiz opositor más notable en el segundo periodo y en el juicio político, “contribuyendo así en la creación de una imagen desfavorable de la presidenta y del gobierno recién destituido”.[11] En la misma línea, Braig, Power y Rennó aseveran que desde febrero de 2014, las portadas fueron duramente negativas contra la expresidente por los casos de corrupción de Petrobrás (el “Petrolão”) que tuvieron una cobertura diaria. Más aún, el escándalo llegó hasta Maria das Graças Foster, gerente de esta empresa pública y amiga cercana de la exmandataria.[12]
La animadversión demostrada por los medios de comunicación brasileños contra la gestión de Dilma contribuyó al incremento del descontento social que estalló en junio de 2013 y redujo su nivel de aceptación de 63% (en marzo de 2013) a 10% para junio de 2016. Incluso en el sondeo de opinión pública de marzo de este año, solo el 10% de los entrevistados consideró que las noticias eran más favorables al gobierno, mientras que 36% respondió que eran desfavorables.[13]
Progresivamente, la imagen pública de Dilma se fue desdibujando desde la ocupación del cargo ministerial hasta el presidencial. De contravenir el estereotipo femenino como ministra de energía y jefa del gabinete, en la campaña presidencial se ajustó a este con muestras de mayor sensibilidad apelando a su condición de madre como complemento a la imagen de Lula Da Silva como el “padre del pueblo”. Si bien ganó las elecciones, para su segundo mandato no consiguió superar el doble racero que se les impone a las lideresas: no solamente demostrar que son eficientes líderes, sino que lo son a pesar de ser mujeres.
El desenlace
Pese a no haberse encontrado indicios sobre la comisión de delitos de corrupción imputables, a Dilma Rousseff se le ha destituido por movidas presupuestarias “ilegales”. Desde su ascenso como presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha principal promotor del “impeachment”, ex miembro del ahora oficialista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) –antes aliado del PT- y recientemente destituido de su curul -por haber mentido sobre sus cuentas en el extranjero-, promovió la modificación constitucional que estableció la aprobación del Congreso de todas las enmiendas presupuestales.[14]
La supuesta ilegalidad de las movidas presupuestales –por no contar con la autorización congresal previa- que sirvió de fundamento para la apertura del juicio político contra la presidenta Rousseff ha sido objeto de intensos análisis jurídicos y no existe consenso al respecto: si se configuró el delito de responsabilidad o si la sanción fue proporcional… En todo caso, queda clara la instrumentalización de los mecanismos legales con fines políticos, aupada por prejuicios de género, ha significado finalmente violentar la institucionalidad democrática.
Así, la ruptura del techo de cristal de la política brasileña y las puertas que abrió a las mujeres, a través del incremento del número de ministras en su gabinete (18 en total) -inclusive el cargo de jefa de la Casa Civil fue desempeñado por Gleisi Hoffmann por tres años- ha perdido fuerza aún en el plano simbólico. Una vez nombrado presidente interino, Michael Temer ha conformado un gabinete con 23 hombres y subsumido los ministerios de Derechos Humanos y el de Políticas para la Mujer e Igualdad Racial al Ministerio de Justicia, al que se le ha adicionado “y Ciudadanía”. Ambas acciones son muestra del férreo conservadurismo masculino que impera en la esfera política brasileña.
Para concluir…
En toda la extensión de este documento, el foco se ha dirigido hacia el papel de los estereotipos de género en la construcción de la imagen pública Dilma Rousseff y el rol de la prensa en este proceso. En la bibliografía revisada se ha podido verificar la existencia de un profundo criticismo sobre la gestión de Rousseff, de manera que el deterioro progresivo de su liderazgo habría sido aprovechado por sus propios aliados (el PMDB) en la coalición que tuvo que formar para gobernar su segundo periodo. Traicionada por la ambición de su vicepresidente, Dilma quedó sola, sin otro apoyo del PT que los votos a su favor en el senado el día en que se decidió su futuro político. Sobre este punto, hay voces que apelan a que este resultado desfavorable pueda ser asimilado y canalizado como un elemento fortalecedor del PT en las elecciones de 2018, pues lo ha situado convenientemente en la condición de “víctima”.
El estereotipo de género al que se enfrenta toda lideresa política, sobre todo en el ejercicio de cargos provenientes del voto popular habría sido, si bien no la causa originaria del “impeachment”, sí fue un factor interviniente que facilitó la concreción de lo pretendido por sus “rivales políticos-ideológicos”. Finalmente, más allá de las ideologías, lo que se ha roto en Brasil es irreparable y las estructuras segregativas han permanecido. Nada cambió realmente.
[1] Las expectativas de crecimiento son negativas por segundo año consecutivo, la tasa de contracción del PBI se estima en 2.85% frente al 3.71% del año pasado, la inflación llegó a 10% y el desempleo ya supera el 11%.
[2] Gerardo Lissardy, “¿Hay machismo, sexismo o misoginia contra Dilma Rousseff, la suspendida presidenta de Brasil?”, BBC Mundo, 12 de mayo, 2016, acceso 13 de mayo, 2016 http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/04/160420_brasil_dilma_rousseff_machismo_gl.
[3] Tom C. Avendaño, “Rousseff: “La historia será implacable con los que se creen vencedores”, 31 de agosto, 2016, acceso 05 de septiembre, 2016 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/08/31/america/1472673373_756577.html.
[4] Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe. “Poder legislativo: porcentaje de mujeres en el órgano legislativo nacional: Cámara baja o única”. CEPAL, Naciones Unidas, acceso: 27 de septiembre, 2016, http://oig.cepal.org/es/indicadores/poder-legislativo-porcentaje-mujeres-organo-legislativo-nacional-camara-baja-o-unica
[5] Citada en Raiza Sarmento, «Estereótipos de mulheres políticas na mídia: quadros de análise com base em entrevista
de Dilma Rousseff a Patrícia Poeta», Cadernos da Escola do Legislativo (Belo Horizonte, 2013), https://www.almg.gov.br/export/sites/default/consulte/publicacoes_assembleia/periodicas/cadernos/arquivos/pdfs/23/ arquivo_completo.pdf.
[6] Ibid.
[7] Joseph Jr. Nye, The Powers to Lead. (New York: Oxford University Press, 2008).
[8] Flávia Biroli, «Gênero e política no noticiário das revistas semanais brasileiras: ausências e estereótipos», Cadernos Pagu, n.o 34 (2010): 269-99.
[9] Su ingreso al Partido de los Trabajadores (PT) se produjo en el 2000.
[10] Leila Barbara y Maria Carme Aires Gomes, «A representação de Dilma Rousseff pela mídia impressa brasileira: analisando os processos verbais», Letras 20, n.o 40 (2010), 89.
[11] Traducción propia. En: Adjovanes Thadeu De Almeida y Vitória Lima, «Dilma Rousseff na imprensa brasileira: Da reeleição ao processo de impeachment», Encontros 14, n.o 26 (2016), 106.
[12] Marianne Braig, Timothy J. Power, y Lucio Rennó, «Brazil 2015 and Beyond: The Aftermath of the 2014 Elections and Implications for Dilma’s Second Term», LASA Forum XLVI, n.o 3 (2015): 15-17.
[13] CNI “Pesquisa CNI-IBOPE: avaliação do governo”, Brasilia (junio 2016), 10 p.
[14] Braig, Power, y Rennó, «Brazil 2015 and Beyond: The Aftermath of the 2014 Elections and Implications for Dilma’s Second Term».