Machuca y la mirada inocente en la dictadura militar

Machuca y la mirada inocente en la dictadura militar

Antonio Machuca Ahumada

Dr. en Ciencias de la Educación (Universidad Complutense Madrid)


Panel: Cine y Derecho: De las dictaduras a la democracia en Latinoamérica

Película: Machuca (2004). Dirigido por Andrés Wood.

Tema: Las vulneraciones a los derechos humanos durante la época de dictadura militar de Pinochet y la lucha de clases

 

En septiembre del presente año se cumplen 50 años del golpe militar en Chile, un quiebre doloroso en la historia democrática de este país.  A partir de 1973 y basándose ideológicamente en la Doctrina de Seguridad Nacional, se puso en práctica una política de Estado represiva, para evitar cualquier asomo de amenaza al orden establecido, recurriendo para ello a la detención arbitraria, el tormento, el asesinato y el exilio. Desde el derrocamiento del gobierno socialista del presidente Salvador Allende, se produce la grave ruptura del proceso histórico que estuvo marcada por la vulneración sistemática a los derechos humanos de las y los ciudadanos. Alrededor de 40.200 personas fueron víctimas de prisión política, tortura y de ejecuciones entre 1973 y 1990, de acuerdo con el Ministerio de Justicia.

La película Machuca (basada en la novela Tres años para nacer de Eledín Parraguez), se desarrolla poco tiempo antes del golpe militar. En ese momento Chile experimenta una grave crisis política y económica. Allende es elegido democráticamente en 1970 y enfrenta la dura oposición de los partidos de derecha.

Los protagonistas son dos niños de once años, que viven en Santiago. Ambos se encontrarán en el colegio San Patricio, que tiene como política social de Allende el integrar a estudiantes de medios desfavorecidos. En ese clima de tensión es en el cual Gonzalo y Pedro van a ser amigos y cuyos derechos serán violentados por la dictadura militar.

Postulamos que los niños de la película Machuca, son víctimas inocentes de la autocracia, ello permeado por una amistad que va más allá de las diferencias políticas, culturales y sociales.

1. Clases sociales y modos de vida:

Iniciando la ponencia, cabe preguntarse ¿La amistad de los protagonistas, puede superar o no la lucha de clases en Machuca? El punto de vista del realizador Andrés Wood, es desde los ojos de los niños para mostrar dicha división. Ello está definido, por ejemplo, por la segregación de dos condiciones sociales. Los pobres viven alejados de la ciudad, en una toma de terrenos, sin servicios básicos. Contrariamente, los otros residen cómodamente en el barrio “alto”. A pesar, de la patente desigualdad, los amigos disfrutan de momentos felices y asimismo de descubrimiento y construyen afectos que van más allá de las divisiones que les oprimen.

De acuerdo con la socióloga Liliana Manzano, “A partir del quiebre institucional de 1973, y como resultado de las diversas transformaciones políticas e institucionales emprendidas por el régimen militar, comenzó un proceso de cambios en los patrones de estratificación social, tanto en la división social del trabajo o estructura ocupacional, como en los que emergen de la distribución de ingresos y de otros bienes y servicios públicos, es decir, los modelos que determinan el status de vida de las personas. Como consecuencia se evidenció en este período una transformación de la distribución social o de clases sociales chilena ampliando los niveles de pobreza y marginalidad en bastos grupos”[1].

En la película cada uno de los protagonistas vive a un lado del mundo, en el fragor de los días allendistas y que hace que coincidan en un colegio exclusivo: Pedro es el niño becado del barrio marginal y Gonzalo el privilegiado de casa acomodada. Se busca el dar la “oportunidad” al estudiante de clase obrera de recibir una educación y al mismo tiempo enseñarles a los otros alumnos el “respetar” y valorar la igualdad. Machuca e Infante inician un acertado proceso de intercambios culturales élite-pueblo: el sector burgués y el proletariado. La cinta nos muestra una sociedad capitalista y desigual por medio de la mirada de los menores. Ese encuentro evoluciona, así como la situación de país. Luego cuando las manifestaciones se hacen más intensas en Chile, la hermandad se torna frágil y los prejuicios aparecen. Al final, esa relación se vuelve triste y dramática para ambos.

Son seres inocentes que aceptan naturalmente las diferencias de cada uno. Se perciben más pacifistas que los adultos. Es entendible entonces que ellos no conozcan la palabra “prejuicio” y poco entienden el nivel de violencia en su país. El hecho por parte de la realización, de poner la dictadura ante los ojos de los niños, es decir bajo la perspectiva de la inocencia, refleja en las imágenes una visión dura del régimen opresor. Se nos describe un Chile roto, dividido y desigual.

2. Niños y Derechos Humanos en Dictadura

A un par de décadas de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Chile, se producen, según diversos autores, las más graves violaciones de esas atribuciones, ocurridas en el período republicano, por parte de la dictadura militar del general Pinochet. De acuerdo con el investigador Elías Padilla[2], “En el informe  Rettig de 1991, se detallan 2.279 casos presentados en los cuales hubo convicción de los hechos, (2.115 víctimas de violación de libertades civiles y 164 agraviados por violencia política). Los 641 sucesos “sin convicción” se siguieron estudiando”.

Puntualmente y en referencia a la situación de la infancia, la historiadora Martina Vargas, señala que “En Chile hay un gran vacío histórico de por qué y cómo fueron las violaciones a los DDHH a los menores de edad, específicamente a los niños; pues no hay un cuestionamiento explícito sobre tal acto, cuáles fueron los objetivos y el motivo por el cual la sociedad chilena ha obviado por cinco décadas un acto relacionado con personas que se encontraban con menos posibilidades de defensa”[3]. Por su parte, el historiador social Gabriel Salazar puntualiza que “los niños y los jóvenes no figuran, normalmente, en las páginas de la Historia. No son actores centrales”[4]. El autor agrega que la mayoría de las definiciones de niñez y juventud no las asumen como sujeto histórico.

Más tarde, la Comisión Valech, en 2004, señaló que el total de menores de edad que calificaron como víctimas de cárcel y tortura en dictadura fue de 1.080. De ellos, 776 eran muchachos entre 16 y 18 años, 226 niños entre 13 y 15  y 88 tenían 12 o menos.[5] Los infantes fueron golpeados, abusados sexualmente, torturados, humillados y asesinados.

Un modelo de la opresión y atropello de los derechos más básicos del niño lo encontramos en el documental Cien niños esperando un tren 1988, en el cual las pequeñas Elizabeth y Susana, señalan haber sido interrogadas por los militares, en su vivienda en una toma de terrenos. En su inocencia, ríen ante la pregunta de los uniformados acerca de si tenían algún sótano.

La violación sistemática de los derechos civiles y humanos (torturas, secuestros, desapariciones), se llevó a cabo a través de la Dirección de Inteligencia Nacional. El historiador Gabriel Salazar puntualiza: “La DINA fue el ariete victorioso del primer shock (el de los arrasamientos señalados que se ejecutaron contra civiles de gran parte de la ciudadanía chilena, que dejó, por tanto, el camino libre para la instalación ‘tiránica’ del modelo económico neoliberal (segundo shock) y del modelo neoliberal del Estado (tercer shock)”. [6]

A meses de cumplirse los 50 años desde el inicio de la dictadura, cada cierto tiempo siguen apareciendo más antecedentes y nuevas verdades sobre la brutal represión de esa época. Esta es una historia abierta.

3. Gonzalo y Pedro.

Los personajes principales de Machuca, son niños, en una fase de iniciación, y son el centro del relato, que utiliza la alegoría para reflejar ese despertar y la realidad nacional durante un proceso sociopolítico que quedará marcado para siempre.

Pedro Machuca, es uno de los cinco estudiantes integrados al proyecto del colegio San Patricio.

Gonzalo Infante (apellido que alude a su inocencia), es alumno de ese colegio y llega a relacionarse con Machuca, cuando le ayuda en un examen.

Aunque pertenecen a estratos sociales diferentes, los niños conocerán sus respectivos hogares y sabrán un poco más de qué va la vida del otro. Un encuentro que parece dejar fuera toda diferencia social: la utópica intención de una sociedad igualitaria. A la vista de los demás, esa amistad, resulta bastante improbable, incluso atrevida e insolente.

Gonzalo no tiene amigos, y solo es útil a los demás para copiar en los exámenes. Es un marginado solitario. Pedro, sufre la discriminación de aquellos que no lo aceptan. La amistad se va construyendo, a la luz de la postergación de los otros:  son solitarios, utilizados y rechazados.

De igual manera, descubren juntos su sexualidad al experimentar la emoción de las primeras caricias con Silvana. Pedro y Gonzalo encuentran en ella su primer amor.

El enfoque principal de Wood sobre estos personajes, según la escritora Daysi Novoa Vásquez “está en las vivencias intimas como individuos, que todavía están formando su personalidad, su identidad y sus valores con las experiencias vividas en sus hogares, en la escuela, con sus amistades y claro, con lo que sucede en la sociedad”[7]. La autora agrega que “Debido a este proceso de formación el trauma que experimentan tras los procesos sociopolíticos a los que están expuestos, son más fuertes, tal vez más íntimos que colectivos”.

Finalmente, Pedro y Gonzalo son testigos del terror de la dictadura en contra de Silvana, hecho que simboliza para ambos niños el término de la inocencia y de su amistad.

4. La desigualdad social y las víctimas inocentes

En razón a lo ya expuesto, podemos ir concluyendo que Machuca es una película-testimonio de cómo una sociedad fragmentada en los años 70, sufre y padece las atrocidades de la dictadura. La indiferencia y el clasismo, condenan la inferioridad del otro. Gonzalo y Pedro se mueven en un mundo desigual muy marcado por las condiciones de vida de ambos niños.

Desde esa realidad histórica, política y humana que nos plantea Machuca han pasado 19 años y también un Estallido Social, generado en la ciudadanía tanto por la precariedad de las condiciones de vida, como por una marcada desigualdad. A partir del estreno de la película en 2004, somos testigos en primera persona, que dicha brecha es cada vez mayor y sigue vigente.

Como señala la investigadora Verónica Verdugo “es necesario insistir en el hecho de que el carácter relacional de la pobreza y de la desigualdad exige ubicarlas en los contextos socio históricos, institucionales y espaciales en los que tiene lugar. Su superación involucra al conjunto de la sociedad. Revisar críticamente los significados que afirman las estructuras que generan desventaja social para muchos y privilegios para unos pocos y tomar una posición en pro de la dignidad humana”[8].  

Después de dicho estallido social, quizás la educación, la inclusión y la justicia hayan mejorado. No lo suficiente. En mi libro Realizadoras chilenas, Cine bajo desigualdad de género se cita el Informe de 2021 de la Escuela de Economía de Paris, el cual concluye que Chile acumula un total de 120 años de disparidad económica extrema. Se agrega que la mitad de la población más pobre a nivel nacional suma solo el 10% de los ingresos del país, mientras que la décima parte más pudiente, reúne el 60% y el 1% más adinerado aglutina el 26,5 %.

CONCLUYENDO

Machuca, en muchos sentidos, es una llamada de atención primero acerca de las diferencias de clases evidentes que se muestran, sino que también, nos lleva a la reflexión que debería primar entre nosotros:  la idea de la igualdad y la hermandad.

Cabe destacar que, en América Latina, según la UNICEF existen por los menos 6 millones de niños violentados. En Chile, tres de cada cuatro menores declaran ser maltratados por sus padres y como concluye Venegas “es decir que el 73.6% de los niños es víctima de violencia, de los cuales 53.9% recibe castigos físicos y un 19.7% de tipo psicológica”.[9]

Machuca, es un relato de crecimiento, descubrimiento y amistad, impactada por un contexto y un proceso económico-sociopolítico extremo, cuyos niños protagonistas son testigos involuntarios de un mundo definido por los adultos. Como espectadores, atesoramos esta historia de dos niños que se mueven en un ámbito cruel e inhóspito, pese al cual ellos se conocen, construyen una historia, crecen juntos y siempre serán amigos. (12:45)

La película desde el punto de vista de la formación cinematográfica, permite trabajar la noción de semejante, es decir, del otro diferente a mí mismo, pero con idénticos derechos. A su vez es un material interesante para analizar los mecanismos sutiles y no tanto de discriminación y exclusión, en este caso relacionados con la condición socioeconómica. Aquí podemos reflexionar acerca de lo que implica el trabajo sobre la integración y la diversidad, más bien como un proceso.


Referencias bibliográficas 

[1] Liliana, Manzano, Estratos clases sociales en Chile, 1973-1990, Revista de sociología, enero 2006, p. 105 y 123.

[2] Padilla, Elías, Historia y Memoria de la Violación de Derechos Humanos. Chile 1973-1990, ver en: https://www.aacademica.org/vi.congreso.chileno.de.antropologia/105

[3] Venegas, Martina, Las pequeñas víctimas de Pinochet, Tesis de Pregrado, Universidad de Chile, p. 6

[4] Salazar, G y Pinto, J., Historia Contemporánea de Chile V, Ed. LOM, 2002.

[5] Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, Ministerio del Interior, Capítulo VII: Perfil de las víctimas. Violencia contra los menores de edad. P. 471-488.

[6] Gabriel Salazar, Villa Grimaldi (Cuartel Terranova) Historia, testimonio, reflexión. Ed. LOM, Santiago de Chile, 2013, p. 73.

[7] Daysi Novoa Vásquez, Los niños de Machuca, Artículo publicado en sitio Filmakersmovie, 13 noviembre 2013.

[8] Verónica Verdugo, Estallido social en Chile: una lectura de la pobreza y la desigualdad en clave de respeto y reconocimiento. Articulo publicado en Miríada, Investigación en Ciencias Sociales, Vol. 13, Núm. 17 (2021)

[9] Venegas, Martina, Las pequeñas víctimas de Pinochet, Tesis de Pregrado, Universidad de Chile, p. 29