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El plagio: un mal que debemos combatir

por PÓLEMOS
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Ulises Bautista Quispe

Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se ha desempeñado como docente en el curso de Derecho Civil Patrimonial dentro del Centro de Educación Continua de la misma casa de estudios.


El plagio es un mal extendido que se cierne sobre varios de los trabajos académicos dentro de las universidades. Lejos de recibir una sanción social, muchas veces se lo minimiza con palabras que mitigan el impacto con eufemismos como <<errores de cita>>, <<mera omisión de comillas>>, <<temas secundarios>> o el muy popular <<no es plagio, es copia>>.

¿De qué se trata el plagio? La manera más sencilla podemos definir el plagio es como un supuesto de fraude académico, en el que el autor transmite ideas manifestadas de determinada manera que ya fueron publicadas, sean de otros autores o de uno mismo, omitiendo todo tipo de referencia a la fuente original. Aunque suene raro, es posible también cometer autoplagio.

Por ejemplo, un supuesto de autoplagio se da cuando quien como parte de una tesis compila sus artículos publicados en una revista para presentarlo como un trabajo nuevo sin manifestar que ya fue publicado. El trabajo, a los ojos de un lector, lleva a crear la expectativa de que se trata de un tema inédito cuando no lo es, cuando lo que hay es una duplicidad de trabajos.

En el caso anterior el autor de la tesis podría citarse a sí mismo y eliminar el plagio; sin embargo, al existir tal cantidad de citas textuales, convertiría a la tesis en un trabajo poco original; por ello, que dentro de algunas universidades se establezca un porcentaje máximo de la cantidad de citas textuales que se pueden emplear. Por ejemplo, dentro de algunas de las maestrías de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), ese porcentaje por años estuvo en el 35 %.

Con las citas se reconoce que el texto referenciado que se trasmite no es original, por ello la referencia al autor y al año. A veces, la originalidad no está en la idea misma, sino en la manera como se exterioriza esta. Un mero hecho histórico que es de dominio público puede ser original por la forma como se manifiesta; por lo que comete plagio quien copia la misma exteriorización sin mencionar la fuente original.

Los autores de un texto pueden coincidir en la redacción de algunas palabras cuando narran un hecho, pero no es normal que coincidan en quince o veinte palabras seguidas; en tal supuesto probablemente se está ante un caso de plagio. Mucha coincidencia en exteriorizar una misma idea sin referirse a la fuente original es un indicio de que se está copiando otro texto publicado.

La cita implica cierto grado de diligencia. Cuando la cita es textual no hay mayor inconveniente, debido a que unas comillas, unas cursivas o una sangría con letra de tamaño menor permiten distinguir lo que es una copia de lo que no lo es. Quien omite al autor y los elementos distintivos que permiten interpretar que se trata de una cita textual ya publicada comete plagio.

También comete plagio quien cita textualmente al autor del texto, pero omite los elementos que permiten distinguir que se trata una cita textual. No se trata de un mero error en el citado, como es frecuente escuchar a algunas autoridades, sino de un caso de plagio. Quien lee el texto tiene la impresión de que se trata de una paráfrasis de un texto, cuando en verdad la cita es textual, sin ningún trabajo intelectual de por medio.

Si el plagio se debe a dolo o culpa es un tema de gradualidad de la sanción, no un tema que desvirtúe el plagio. Es posible que el alumno omita una comilla de cierre en cita textual o la cita de unas cuantas palabras; en tales supuestos la falta es leve, pero sigue existiendo la infracción. El plagio es independiente de la intencionalidad de su autor.

Como se ha comentado, existe plagio cuando se omite comillas en una cita textual; sin embargo, es frecuente en algunos alumnos creer que el plagio ya no existe por el solo hecho de colocar un pie de página al final de la cita textual con una referencia al autor. Hay la apariencia de que se da crédito al autor original, pero se omite los signos que permitan distinguir que se trata de una cita textual; en tales supuestos también se presenta un fraude académico.

Mayor complejidad presenta la paráfrasis, es decir, trasmitir el mensaje original con las propias palabras de uno. Muchos alumnos comenten el error de omitir la referencia al autor y hay quienes citando al texto original creen equivocadamente que reemplazando unas palabras con sinónimos ya parafrasean.

En otros supuestos el plagio no está en la omisión de elementos que permitan distinguir que se trata de una cita textual, sino en el hurto de citas de otros autores (en ocasiones también las traducciones). El alumno roba las citas, pero no da mérito a quien las tomó, aunque no siempre suceda ello debido a que un alumno diligente puede ir a la fuente de la información.

Cuando se revisa un trabajo académico el robo de citas se detecta a través de indicios. Por ejemplo, (i) cuando se comete el mismo error tipográfico que el autor de la cita robada o (ii) debido a que se trata de un libro extranjero del cual se sabe que el alumno no domina el idioma o (iii) casos en los que un alumno se apropia de todas las citas de otro texto publicado. En tales casos es posible que también haya plagio.

En otros supuestos el plagio se presenta en la falta de honestidad en la cantidad de autores del trabajo. Por ejemplo, una tesis redactada en copropiedad es presentada por cada uno de sus autores en una universidad distinta como un trabajo individual para obtener el grado de magíster. En tales supuestos hay un fraude académico, debido a que se presenta un trabajo de varios autores como de uno solo.

El plagio no siempre es sobre una cita completa, a veces se da sobre partes de ella e, incluso, hay quienes unen ideas parciales de varios autores dentro de un mismo párrafo. Son las infracciones más frecuentes entre estudiantes; son pocos los que cometen un plagio grosero y toman todo un párrafo o varias páginas de un solo autor. El hecho de unir citas textuales parciales de varios autores sin elementos que distingan que se trata de una cita textual también es plagio.

 Para combatir el plagio muchas universidades han adquirido Turnitin, un software en línea que permite detectar las coincidencias dentro de un trabajo. Este programa compara el trabajo que se revisa con su base de datos que es alimentada por todos los que la usan, además de varias fuentes de internet. Como resultado el software emite un reporte de similitud que debe ser interpretado.

Dentro de este reporte toda coincidencia no implica que haya plagio; el texto coincidente puede estar correctamente citado. El problema es cuando no se cita. En la práctica, la lectura del reporte Turnitin es compleja debido a que los plagios son cada vez son más elaborados, por lo menos en trabajos universitarios.

Más allá de los esfuerzos para combatir el plagio con este programa, se presentan algunos inconvenientes. Turnitin no es una herramienta perfecta; son pocas las coincidencias que detecta cuando se trata de libros en otros idiomas diferentes al español traducidos por el alumno o textos recién publicados que todavía no están en su base de datos e, incluso, algunas páginas de internet. Como consecuencia, es probable que se filtren algunos casos de plagio.

Una vez que a un alumno se le detecta plagio dentro de una universidad, normalmente, se inicia un procedimiento sancionatorio. Se sigue todo un procedimiento en el que se garantiza al infractor un debido proceso. En la PUCP, por ejemplo, las sanciones pueden llegar desde las simples amonestaciones, suspensión temporal del alumno o hasta su eliminación de la Universidad. Lo más común son las sanciones temporales.

A mi modo de ver, la mejor manera de combatir el plagio no es con las sanciones, sino con el proceso de formación integral del alumno. Cuando se aplica únicamente la sanción se corre el riesgo de que el alumno evita el plagio solo por el castigo; de modo que sin castigo reitera en el plagio. Una formación integral, en cambio, permite que el alumno no cometa plagio por considerar que ello es una mala práctica, incluso si no hay sanción.

Otro mecanismo es que los docentes revisen de modo consciente los trabajos de los alumnos. El profesor que lee el texto de un alumno durante un semestre académico reconoce el estilo de redacción de este último; por lo que un cambio repentino en la redacción siempre debe llamar a la sospecha. En la práctica, suele pasar que varios docentes leen superficialmente los trabajos o delegan a sus asistentes la revisión y con ello dejan pasar los plagios.

En otros supuestos los docentes no tienen claro cuándo se está ante un plagio; lo que lleva a que muchos trabajos con plagio se filtren y tengan una calificación indebida. Y en algunos casos excepcionales, donde el docente sí identifica el plagio, hay una carga subjetiva al manejar esta infracción. Por ejemplo, en un caso, un docente no desaprobó el trabajo de un alumno que cometió plagio debido a que este último tuvo un buen desempeño académico durante el semestre.

En algunos otros supuestos, los mismos docentes no tienen claro que plagiar es malo y es una falta grave. Por ejemplo, en un caso un docente restó algunos puntos en la calificación de un alumno de manera proporcional a la cantidad de texto plagiado (el plagio era casi del 60 %); el alumno le reclamo debido a que consideró que merecía mayor nota, cuando lo que correspondía era que el trabajo sea desaprobado con la nota mínima y no que se le reste algunos puntos.

No considero que una buena alternativa sea dar permiso a los alumnos para que revisen de manera anticipada sus trabajos con Turnitin. Un alumno tramposo podría engañar a este programa mediante la modificación de algunas palabras por sinónimos o verificando que el software no detecta su plagio, por ejemplo, cuando lo ha copiado de un libro recién publicado. El uso de Turnitin no transforma virtuosos a los alumnos, ello es algo que se forma de manera integral.

Con mucha frecuencia, los alumnos cometen plagio no por que actúen dolosamente, sino debido a que no tienen claro los supuestos que constituyen plagio. Entonces, lo que hay es un problema del docente de trasmitir cuándo se está ante un plagio o dar la suficiente casuística para que el alumno mediante la analogía lo pueda deducir.

Por ello, dentro de las universidades sería bueno que se establezca un manual no solo que explique al alumno qué es el plagio y por qué es malo, sino también que se detallen las modalidades en las que se puede manifestar. Es necesario que ello se transmita a los alumnos desde que recién ingresan a la universidad. Nada será posible si los alumnos no interiorizan que el plagio es malo; un fraude académico es algo que se debe combatir.

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