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El arte como forma de denuncia y construcción de memorias colectivas en casos de desaparición forzada

por PÓLEMOS
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Miriam Alhelí López Cortés

Politóloga, Universidad Nacional Autónoma de México. Candidata a Maestra en Derechos Humanos, Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Especialista en temas sobre cultura, sociedad, política, derechos humanos, gobiernos autoritarios, democracia e islam.


 

Arte y derechos humanos 

El arte, en sus distintas manifestaciones, se ha convertido en un medio para construir discursos disruptivos o memorias colectivas desde lo estético y para denunciar determinadas problemáticas sociales.  

Desde su faceta política, se enfoca en abordar temas relacionados a la violación de derechos humanos, tales como la desapariciones forzadas, feminicidios, asesinatos etc., y otras formas de violencia desde el Estado ya sea por acción u omisión, con el fin de generar espacios alternativos desde los cuales se establezca un diálogo con la sociedad a partir de la visibilización de una determinada coyuntura.

Las obras de arte posibilitan que la sociedad se aproxime, desde una mirada crítica, a temáticas que habían pasado desapercibidas, permanecían silenciadas, ocultas  o  no eran reconocidas en el espacio público. El arte en relación a los derechos humanos busca la participación activa de la sociedad, esto significa que promueve la reflexión desde una serie de interrogantes que conducen a un ejercicio hermenéutico: significación y resignificación sobre un acontecimiento a partir de la reconstrucción o representación del mismo.

La función principal de arte, desde esa perspectiva, es evidenciar las condiciones sociales de las víctimas, la elaboración colectiva sobre las implicaciones a nivel social, personal, político y jurídico que tienen una transgresión en materia de derechos humanos, generar nuevos repertorios de acción noviolenta[1], contribuir en procesos de resistencia política y transformación social, sumar las distintas voces de víctimas directas o de familiares que habían permanecido en los márgenes del poder y buscan la manera de contar sus historias, reivindicar sus demandas así como sumar a otros agraviados a sus luchas.

Los ejercicios artísticos forman parte del testimonio que se construye a partir de un hecho que trastoca a una sociedad, dejando patente una huella en las memorias colectivas “y configurado ámbitos de movilización, reunión y encuentro”[2].

El caso que abordaremos, para revisar esta cuestión, trata de las manifestaciones artísticas con mayor impacto social sobre desaparición forzada[3] en México durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018).

Desaparición forzada en México

En la actualidad se tienen registradas por organizaciones civiles en conjunto con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas un aproximado de 40,180 personas desaparecidas, concentrada principalmente en estados como: Veracruz, Guerrero, Jalisco, Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas y Michoacán. 

A partir de 2006, con el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa se implementaron políticas de seguridad como parte de la llamada Guerra contra el Narcotráfico, mismas que continuaron hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto. Este tipo de políticas incluían  el uso de las fuerzas militares en tareas de seguridad pública; con el pretexto de combatir al crimen organizado, creación de territorios de excepción, legitimación de la represión como mecanismo de control y vigilancia así como violencias público- privadas.

Ambos sexenios registraron graves violaciones a derechos humanos; ejecuciones extrajudiciales, asesinatos, tortura y desapariciones forzadas. Esta última a la que hacemos referencia se ha constituido como una práctica sistemática que genera un clima de miedo incertidumbre en la población.  

Si bien este no es un asunto nuevo en México ya que durante el periodo de la Guerra Sucia de los años setentas, la desaparición forzada de personas era primordialmente contra de líderes sociales, urbanos y campesinos. En la actualidad la desaparición forzada se hace en amplios sectores de la población, principalmente a adultos jóvenes ubicados en un rango de edad que va de los 15 a los 29 años, migrantes y algunos activistas y población en general que se encuentre en regiones donde existan recursos estratégicos para la industria o bien sean “zonas en las que las actividades ilícitas proporcionan enormes ganancias, facilitando la asociación de redes criminales con facciones del Estado para garantizar el control y despojo territorial”[4].

Es importante apuntar que la desaparición forzada a la que hacemos referencia forma parte de un mecanismo ampliado de control social dentro de un modelo denominado como capitalismo criminal caracterizado por; el fortalecimiento de los grupos delictivos, aumento de proyectos extractivistas, políticas criminalizadoras para suprimir, mermar o evitar la protesta social o practicas resistentes, violaciones sistemáticas a derechos humanos con el objetivo de “dinamizar la economía mediante la guerra, facilitar los procesos de despojo y acumulación eliminar las resistencia mediante el uso del miedo o terror para el control poblacional”[5].

Prácticas estéticas que denuncian la desaparición forzada

A pesar del contexto expuesto han surgido, desde los márgenes, colectivos que han decidido sobrepasar el miedo, la incertidumbre y el dolor que implica tener un familiar desaparecido y se han articulado en resistencias. A lo largo del camino que han recorrido en búsqueda de verdad y justicia se han valido de distintos repertorios de acción como prácticas sociopolíticas vinculadas al arte, donde despliegan narrativas contrahegemónicas y espacios públicos alternativos para interpelar al Estado.

Los principales colectivos que han generado prácticas estéticas en torno al tema  de la desaparición forzada y tienen impacto a nivel político y social son: Colectivos Solecito, Fuerzas Unidas por  Nuestros Desaparecidos, Por Amor a Ellxs, Los otros desaparecidos en Guerrero; por mencionar algunos.

Estos colectivos realizan prácticas sociopolíticas mediante el arte, las cuales incentivan la reflexión, interpretación y dan apertura al debate colectivo con la sociedad. Los ejemplos más emblemáticos de prácticas son: Bordamos Por la Paz, este proyecto busca otras lógicas de enunciación y resistencia frente a la desaparición forzada, su objetivo principal es invitar a las personas a bordar, con hilo verde como símbolo de vida y esperanza, algún pensamiento, datos del desaparecido (nombre, edad, ocupación etc.) y lugar donde fue visto por última vez.

El proyecto se convirtió en la primera vía para denunciar en el ámbito público la desaparición forzada, en un punto de encuentro de dialogo entre quienes se encuentran en la misma situación, comenzar a unirse en la búsqueda de su familiar  y revisar las similitudes entre los distintos casos: victimarios, lugares de desaparición, el modus operandi y perfil de la persona desaparecida. De esta manera comenzar a integrar sus propias carpetas de investigación, participar en mesas de diálogo y conformar grupos de búsqueda. 

A estas prácticas se sumaron otros miembros de la sociedad, quienes no tenían algún familiar desaparecido, pero que a partir de este tipo de prácticas estéticas entendieron lo que significa esta transgresión y que no es necesario esperar a ser desaparecido para voltear a ver una situación que ocurría a diario en México.

Otro ejemplo emblemático es la exposición titulada Huellas de la Memoria (2013- hasta la fecha) que, reúne zapatos usados por los familiares de las personas desaparecidas, en la suela está grabado un mensaje en forma de relato que nombra a la persona desaparecida, “recuerda el día y lugar de la desaparición, denuncia a los responsables y comparte mensajes de amor y esperanza, estos objetos son transformados en memoria viva”[6]

La impresión del grabado la hacen en tres colores diferentes, verde para las personas que continúan desaparecidas, con la esperanza de encontrarles con vida, en negro para quienes han sido localizadas muertas y se les ha identificado, y en rojo para los familiares que han sido asesinados durante el proceso de denuncia y exigencia de justicia. Esta exposición da cuenta de la catástrofe social que conlleva una desaparición, con ello se busca dignificar a los desaparecidos como seres humanos que merecen ser encontrados y revisar las historias de lucha y resistencia de los familiares. 

A este tipo de prácticas se suman obras de teatro, literatura y documentales (Mirar Morir, El paso de la tortuga, La Utopía de la Mariposa), exposiciones fotográficas (Geografía del Dolor, Imaginarios de Desaparición), murales ( La ley del Monte / Ruta de Memoria: Lagos de Moreno, Jalisco), que han servido como detonantes para abrir  y ahondar en cuestionamientos y críticas sobre esta problemática, el registro de nuevos casos, iniciar  o continuar con denuncias, fortalecer lazos de solidaridad, trazar nuevas rutas de investigación y búsqueda en campo basada en metodologías forenses. 

Al respecto, el arte ha sido un punto de partida importante para dar testimonio desde la perspectiva de los familiares de los desaparecidos las implicaciones que ha tenido nivel personal y trasladarlo al impacto social que ha generado la desaparición forzada.

A través de estas prácticas artísticas se hace un trabajo en el plano de la restitución de la humanidad y dignidad, de las victimas mediante narraciones que dan cuenta  quienes eran  antes de ser desaparecidos, nombrarlos para sacarlos del anonimato o de convertirse en parte de la estadística, dotarlos de palabra, evitar que sean olvidados trayéndolos al mundo social.

Las distintas manifestaciones artísticas que abordan el tema de la desaparición forzada, surgen como respuesta frente al discurso hegemónico que criminaliza, estigmatiza a las víctimas o pretende ocultar el hecho, sirven de herramienta para la construcción de las distintas memorias colectivas que confluyen y  nos llevan a asistir al hecho abonando a la identificación de los actores que están implicados por omisión así como el modus operandi y la identificación de víctimas por género, grupos de edad, oficio o profesión.

La prácticas estéticas en conjunto con las sociopolíticas, han incentivado de una forma u otra a que el tema de la desaparición forzada siga vigente en el debate público, reabrir líneas de investigación para continuar con la búsqueda, dar pie a sumar otros testimonios de familiares de víctimas quienes habían permanecido silenciados, reivindicar las demandas de los colectivos, abonar a su construcción jurídica basada en los testimonios y narrativas generadas e impulsar leyes que contribuyan en materia de protocolos de debida investigación, proceso y diligencia, ejemplo de ello son: la Ley General de Víctimas[7] (2013) y la Ley General en Materia de Desaparición Forzada


 Bibliografía consultada

Jelin, E. (2012). Los trabajos de la memoria.  Argentina: Siglo XXI Editores.

Rubiano pinilla, E. (2014) Arte, memoria y participación: ¿Dónde están los desaparecidos? Universidad Jorge Tadeo Lozano. Revista Hallazgos. Vol. 12 no. 23.

Ricoeur, P. (2010).  La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: FCE.

Pollack, M. (2006) Memoria, olvido y silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite.  Buenos Aires: Ediciones Al Margen.

Mobiato, C. (2017) Prácticas resistentes en el México de la desapacion forzada. Trace. Travaux et Reserches dans les Amériques du Centre, (71), 138-165. Recuperado el 17 de  abril de  2020, de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=423850280006

Villareal Mertinez, M.T. (2014). Respuestas ciudadanas ante la desaparición forzada de personas en México: Espacios Públicos. Vol. 17. Núm. 39.

Urbina Gutiérrez,  J. S. (2019). La memoria colectivo, lo narrativo y las practicas contra el olvido social. Memorial 43: Metáfora de una búsqueda. México: Universidad de Guadalajara.

Scott, J. (2000). Los dominados y el arte de la resitencia: discursos ocultos. Mexico: Era.

Sierra León, Y. (2014). Relación entre arte y derechos humanos. Revista Derecho del Estado, n. 32, pp.77-100.

Referencias

[1] La acción política noviolenta es concebida la confrontación desafiante y activa con fines políticos, puede dar paso al cambio en la estructura de las relaciones de poder y en el ejercicio de este. En Sharp, Gene.1973. The politics of nonviolent action (vol. 1). Boston: Porter Sargent Publishers, p.2

[2] Bourriaud, N. ( 2006). Estética Relacional. Ariana Hidalgo Editora. p.20

[3] La desaparición forzada, es definida por la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada en su artículo II como: […] la privación de la liberta de una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado, por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, apoyo, aquiescencia u omisión por parte del Estado, seguida de la falta de información, de la negativa de reconocer dicha privación de la libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes. Tiene un carácter pluriofensivo ya que afecta gran cantidad de derechos tanto de la víctima como de sus familiares.

[4] Open Society. (2016). Informe: Atrocidades innegables. p.32. Disponible en: <https://www.opensocietyfoundations.org/sites/default/files/undeniable-atrocities-esp-2nd-edition.pdf>

[5] Romero, R. (2015),  México: Capitalismo Criminal. México. Revista espacio Crítico.  p.54 Disponible en: <http://www.espaciocritico.com/sites/all/files/revista/recrt21/espaciocritico-n21.pdf>

[6] Fundación Heinrich Böll. (2013). Huellas de la memoria. Disponible en: https://mx.boell.org/es/2017/06/29/huellas-de-la-memoria

[7] Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGV_030117.pdf

[8] Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGMDFP_171117.pdf 

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