Marisol Anglés Hernández
Investigadora por oposición del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Doctora en Derecho Ambiental, miembro de la línea de investigación institucional: Derecho Energético y de la Red Internacional de Cambio Climático, Energía y Derechos Humanos (RICEDH), contacto: mangles@unam.mx.
El cambio climático global ha sido definido como el “cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables” (art. 1.2, CMNUCC, 1992). Como una estrategia para hacer frente a este fenómeno, se adoptó el Acuerdo de París, en 2015, constituye un parteaguas en la política climática global. Se basa en la determinación de las contribuciones nacional y voluntariamente determinadas por cada uno de los países miembros, mediante las cuales compromisos de reducción de emisiones de compuestos y gases de efecto invernadero (CyGEI) de origen humano son asumidos; pues es urgente reducirlas en un 45% respecto de los niveles de 2010, a fin de garantizar las condiciones para la vida y el desarrollo en el planeta (IPCC, 2018).
A su vez, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, del 2015, constituye la hoja de ruta global en favor de las personas, el planeta y la prosperidad (ONU, 2015). Este instrumento promueve un modelo de desarrollo sostenible e inclusivo (CEPAL, 2016), visualizado, como un enfoque integrado de bienestar que considera elementos más allá del ingreso, como la justicia social, la erradicación de la pobreza, la buena gobernanza y la salud ambiental.
La Agenda 2030 se compone por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) divididos en tres rubros del desarrollo: 1) Humano: lucha contra la pobreza, erradicación del hambre, acceso a servicios básicos (salud, educación, agua y saneamiento) e igualdad de género (ODS 1-6); 2) Económico: erradicación de la pobreza, acceso a la energía, crecimiento económico, empleo decente, infraestructura e industria, disminución de la desigualdad, acceso a la vivienda y sociedades pacíficas (ODS 1, 7-11 y 16-17) y, 3) Medio ambiente: erradicación de la pobreza y protección contra las amenazas ambientales y climáticas (ODS 1, 12-15).
Ahora bien, lo que buscamos en esta colaboración es evidenciar que el cambio climático se erige en un factor determinante para el logro de muchos de los ODS.
ODS 2. Hambre, seguridad alimentaria, nutrición y agricultura sostenible. El aumento de temperatura y las precipitaciones; así como la mayor presencia de sequías, inundaciones y tormentas, resultado del cambio climático, afectan la producción agropecuaria. A su vez, las prácticas agroindustriales intensivas detonan la deforestación y la emisión de CyGEI; agravándose la desertificación y la frecuencia e intensidad de fenómenos hidrometeorológicos extremos.
ODS 3. Salud y bienestar. El cambio climático afecta los determinantes de la salud humana (aire, agua y alimentos). Se estima que un calentamiento global de 2 ºC a 3 ºC podría aumentar el número de personas en riesgo de contraer malaria hasta en un 5% y diarrea hasta en un 10% (Hallegatte et al., 2016). El año 2016 ha sido el más caluroso en los últimos 50 años y el 2019 el segundo año con esas características (ONU, 2020), lo que muestra que no se están cumpliendo nuestras metas de reducción.
ODS 4. Educación inclusiva y equitativa de calidad. Un número muy elevado de niñas y niños no completa su educación o se ve obligado a abandonar la escuela debido a los efectos del cambio climático, como la escasez hídrica y la ocurrencia de desastres (UNICEF, 2012).
ODS 5. Igualdad de género y empoderamiento de mujeres y las niñas. Como parte de los roles que, cultural y socialmente, se han atribuido a las mujeres y niñas, en ellas recae la responsabilidad del cuidado y mantenimiento del hogar y de sus integrantes; lo cual limita su acceso a la educación e información y, por ende, toma de decisiones. Además, de ser más vulnerables a la ocurrencia de desastres (Stock, 2012).
ODS 6. Disponibilidad y la gestión sostenible del agua y saneamiento. El cambio climático altera los suministros de agua dulce, tanto en cantidad como en calidad. Se estima que, por cada grado de calentamiento global, aproximadamente un 7% de la población mundial estará expuesta a una disminución de los recursos hídricos renovables al menos en un 20% (ONU, 2020). Aunado a ello, la pandemia del COVID-19 evidenció que el 40% de la población mundial (aproximadamente 3 mil millones de personas), carece de condiciones para el lavado de manos con agua y jabón en sus hogares, siendo las poblaciones en condiciones de marginación y pobreza las que mayor riesgo experimentan (UNICEF, 2020).
ODS 7. Acceso a energía asequible, segura, sostenible y moderna. La quema de combustibles fósiles como insumo para la generación de energía es una realidad para muchos hogares del mundo. No obstante, para evitar los daños a la salud que ello conlleva; así como consecuencias climáticas catastróficas es necesario impulsar una transición justa, inmediata y de gran alcance (ONU, 2019).
ODS 13. Combatir el cambio climático y sus efectos. Las emisiones de CyGEI continúan en aumento, acelerándose así el cambio climático. La temperatura media mundial para 2018 superó por aproximadamente 1 grado centígrado la línea de base preindustrial (ONU, 2019). Así es que, admitido el vínculo entre cambio climático, acceso al agua y salud, es ineludible trabajar en aras de lograr la seguridad ambiental, fundamental para atender a la crisis climática y emergencia sanitaria que enfrentamos; situación que implica replantear el modelo de desarrollo, los hábitos de consumo y el compromiso moral y ético para con la seguridad planetaria, de la que depende la seguridad humana de las generaciones presentes y futuras (Anglés, 2020).
ODS 15. Vida de ecosistemas terrestres. Los ecosistemas terrestres proporcionan múltiples bienes y servicios esenciales para la supervivencia planetaria. Tales como, aire y agua limpios, alimentos, fibras, combustibles y pastos; ayudan al control de tormentas, inundaciones, plagas y enfermedades; así como a la polinización, dispersión de semillas, formación y mantenimiento de suelos; además de constituir valores culturales, espirituales, estéticos y contribuir al desarrollo de actividades recreativas y económicas (Gitay, 2002). Por ello, resulta ineludible la protección y conservación de los ecosistemas terrestres, pues existe evidencia de que la mayor parte del calentamiento global en los últimos 50 años es atribuible a la quema de combustibles fósiles y al cambio de uso de suelo (IPCC, 2014). De manera que la ordenación territorial, tanto urbana como ecológica son de gran valía para avanzar en este objetivo.
ODS 17. Alianzas para lograr los ODS. Si bien, el cambio climático afecta a todas las personas, independientemente de la latitud en la que se ubiquen, de su condición económica y del grado de responsabilidad que tengan en torno a las emisiones de CyGEI; lo cierto es que quienes experimentan una mayor desigualdad social se encuentran, generalmente, más expuestos a los fenómenos climáticos extremos; además, tienen menos posibilidad de realizar acciones de adaptación, por ende, sufren mayores efectos negativos en sus personas y propiedades (PNUD, 2011). Por ello, la cooperación internacional se erige en una herramienta para desplegar acciones congruentes con el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas; en una vía para alcanzar la justicia social, energética, económica y ambiental entre los Estados, mediante la solidaridad y cooperación. Aunado a ello, aspectos clave -como la regulación en torno al cambio climático- se encuentran afectados por las interacciones entre los modelos socioeconómicos y ambientales adoptados por los diferentes países del orbe (Stiglitz, et a., 2019) haciéndose necesaria la cooperación internacional orientada hacia un nuevo orden global ambiental que respete los derechos humanos y garantice el bienestar de la humanidad y demás seres vivos (Anglés y Tejado, 2020).
Como se ha advertido, las acciones en favor del clima se tornan difíciles en un contexto de pandemia y la consecuente depresión económica global. De acuerdo con estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la caída del 5,3% Producto Interno Bruto (PIB) y el aumento del desempleo aumentarán el número de personas que vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema (CEPAL, 2020). En materia de desigualdad y, especialmente de ingresos, el PIB o cualquier indicador calculado por habitante, que no incorpore, como parte de su valoración, la degradación ambiental y las afectaciones al sistema climático, puede proporcionar una evaluación errónea de la situación de la mayoría de la población (Stiglitz et al., 2009).
Es tiempo de que la comunidad internacional haga un alto para replantear el modelo de desarrollo dominante, responsable de las desigualdades sociales, la degradación ambiental y la crisis climática características de este siglo XXI, a efecto de diversificar la matriz energética, transitar hacia fuentes renovables y resignificar la concepción de bienestar. Ello exige dar paso a un nuevo modelo civilizatorio basado en los límites planetarios, ya que la construcción de un futuro sostenible es la única vía para garantizar la supervivencia. A su vez, lograrlo contribuirá a reducir las desigualdades y los riesgos de los más vulnerables (Anglés y Tejado, 2020).
Referencias
ANGLÉS HERNÁNDEZ, M. (2020). COVID-19: entre la crisis climática y el acceso al agua, en González Martín, N. (Coord.), Emergencia Sanitaria del COVID-19. Reflexiones desde el derecho I. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas.
ANGLÉS HERNÁNDEZ, M. y TEJADO GALLEGOS, M. (2020). La COVID-19 como detonante de un pacto mundial por el medio ambiente jurídicamente vinculante, pp. 35-44. En Jiménez Guanipa, H. y Anglés Hernández, M. (Coords.), La emergencia sanitaria COVID-19 a la luz de la emergencia climática. Retos y oportunidades. Bogotá: Fundación Heinrich Böll-Red Internacional sobre Cambio Climático, Energía y Derechos Humanos.
CEPAL. (2020). Dimensionar los efectos del COVID-19 para pensar en la reactivación. Santiago: CEPAL.
CEPAL. (2016). La matriz de la desigualdad social en América Latina. Santiago: CEPAL.
CMNUCC. (1992). Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Nueva York: Naciones Unidas.
GITAY, H. et al. (2002). Cambio climático y biodiversidad. Ginebra: Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
HALLEGATTE, S. et al. (2016). Shock Waves: Managing the Impacts of Climate Change on Poverty. Washington, D.C., World Bank.
IPCC. (2014). Climate Change 2014: Impacts, Adaptation, and Vulnerability. Part A: Global and Sectoral Aspects. Contribution of Working Group II to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Cambridge: Cambridge University Press.
IPCC. (2018). Resumen para responsables de políticas. Cambridge: Cambridge University Press.
ONU. (2019). Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2019. Nueva York: ONU.
ONU. (2015). Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, A/RES/70/1. Nueva York. ONU.
ONU. (2020). Cambio climático: el año 2019, el segundo más cálido registrado tras 2016. ONU Noticias. Recuperado de https://news.un.org/es/story/2020/01/.
ONU-Agua. (2020). Informe de políticas de ONU-AGUA sobre el Cambio Climático y el Agua. Ginebra: ONU-Agua.
PNUD. (2011). Informe sobre Desarrollo Humano 2011: Sostenibilidad y equidad: Un mejor futuro para todos. Nueva York: PNUD.
STIGLITZ, J. E., SEN, A. K. y FITOUSSI, J. P. (2009). Informe de la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social. París: Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social.
STOCK, A. (2012). El cambio climático desde una perspectiva de género. Quito: Fundación Friedrich Eber.
UNICEF. (2012). Adaptación al cambio climático y reducción del riesgo de desastres en el sector de la educación. Manual de recursos. Nueva York: UNICEF.