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La hubris en Grecia antigua: Su importancia en la reflexión ética contemporánea

por PÓLEMOS
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Jean Luis Arana Alencastre

Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú y bachiller en Ciencias con mención en Ing. Electrónica. Miembro del proyecto de recuperación de
filosofía»Segunda Escolástica» con el grupo «Scolastica Colonialis» de la PUCP
.

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En el presente artículo quisiera abordar el tema de la hubris, pues considero que su reflexión es necesaria para comprender más al ser humano y a su actuar, y así, profundizar en la reflexión ética de nuestro tiempo. Por ello, introduciré un breve alcance de este concepto en el mundo griego clásico.

Para los antiguos griegos, el concepto de hubris representaba el mayor delito que un griego podía cometer; pues suponía la insolencia extrema contra dios y contra los hombre. De esa manera, era el violento sobrepasar los límites siendo insolente en el triunfo[1].

Ahora bien, en las tragedias, se muestra qué implica ese sobrepasar los límites y qué significa ser insolente en un sentido teológico. Esquilo, por ejemplo, dijo: “Ciertamente la hubris es la hija del ateísmo” (Esquilo, Euménides 533) y “En verdad, Zeus es castigador del orgullo presuntuoso, y corrige con mano dura. Por tanto, ahora que mi hijo ha sido advertido por la voz de Dios para que siga la prudencia, os ruego que lo instruyáis, con admoniciones razonables, para que deje de atraer sobre sí el castigo de los cielos por su jactanciosa temeridad” (Esquilo, Persas, 827-831). Y el mismo Darío, comenta sobre su hijo Jerjes que “Siendo mortal, en su desatino pensó que llegaría a ser señor hasta de los mismos dioses” (Íbid 794); pues “Él abrigó la esperanza de sujetar con cadenas, como a un esclavo, al sagrado, fluyente Helesponto, al Bósforo, acuífera corriente de un dios” (Íbid 745)[2]. Y Esquilo, juzgándolo dice: “Cuando se es mortal no hay que abrigar pensamientos más allá de la propia medida” (Íbid. 820).Además, “Un viejo hubris siempre engendra otro hubris que añadir a las calamidades humanas” (Esquilo, Agamenón 760). Por tanto, el no saber obrar con prudencia significa sobrepasar los límites, y ello desencadena, creyendo que se hace bien, las más terribles desgracias.

Sófocles también escribió sobre la soberbia desmedida y dijo que “Hubris engendra un tirano” (Sófocles, Edipo Tirano 873) y ¿quién quiere a los tiranos? ¿Acaso no es debido a la hubris que se engendra odio y repulsión por parte de los otros? Asimismo, el gran Eurípides dijo “Si tienes más de bueno que de malo, cuando seas hombre obrarás rectamente y bien. Pero, querido niño, abstente de malos pensamientos; apártate del hubris, ese orgullo presuntuoso; pues desear ser más grande que Dios no es otra cosa que hubris” (Eurípides, Hipólito 472–474).

Entonces, podemos ver que los griegos pensaban que cuando se olvidaban de su mortalidad, cuando pesaban estar sobre el bien y el mal era cuando, ciegos por causa de la hubris, se alzaban contra dioses y hombres e insolentes concebían olvidarse de los dioses y creer poder dirigir su vida a placer. En el fondo resuena el mensaje del oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”, que implica conocer los propios límites, pero que, a la vez, se hace un llamado inmediato hacia el reconocimiento de lo divino, de lo absolutamente otro del cual no puedo disponer sino aceptar y asombrarme.

En cuanto, Platón: “Cuando la opinión conquista, y por la ayuda de la razón, nos conduce a lo mejor, el principio conquistador es llamado templanza (sophrosune); pero cuando el deseo, que carece de razón, nos gobierna, y nos arrastra al placer, ese poder de desgobierno es llamado hubris” (Platón, Protágoras 238a). Es decir, el hombre cegado por la pasión y que no escucha a la razón comete hubris.

Y Aristóteles, por su parte, vio que la hubris era algo fundamentalmente perverso y mórbido (Aristóteles, Ética a Nicómaco 1148b 30). Y aquel que desprecia a los otros (Íbid. 1149b 22) insultándolos deliberadamente comete hubris (Íbid. 1125a 9). Así, en un sentido ético, si alguien era sujeto de hubris lo manifestaría con sus semejantes Pero además, ese desprecio genera odio y rencor (Íbid. 1149 a 32), de manera que el poseído por la hubris siente placer al ver el sufrimiento ajeno (Íbid. 1129b 22). Lo que significa, entonces, el dañar por el dañar y siempre implica la humillación deliberada de la persona afectada.

Es por todo ello que la hubris era lo más cruel que podía un griego hacer en contra de otro. Aristóteles lo expresa como sigue: “También quien ultraja menosprecia, pues el ultraje es hacer o decir aquello de lo que la víctima se avergüenza, sin ánimo de que le ocurra nada más de lo que le ocurrió, sino para disfrutar de ello. Y es que los que toman represalias no ultrajan sino castigan. La razón del placer que sienten quienes ultrajan es que creen que al hacer daño son superiores al otro” (Aristóteles, Retórica, 1378 b).

Así, la hubris era considerada algo malo siendo la más cruel de las faltas. No sólo era ser esclavo de las pasiones, como decía Platón, sino que, además de ello, era hacer sufrir por el sufrimiento mismo, como lo vio Aristóteles. Y esto era un acto gratuito de maldad porque no buscaba algo más allá del ver sufrir y regocijarse en ello.

Sin embargo surge la pregunta: ¿Por qué uno es sujeto de hubris? En primer lugar la hubris no es ira ni solamente venganza. La ira no es premeditada; un hombre se enciende en ira porque no puede evitarlo. La venganza se toma con la clara intención de restituirse algo; la venganza es por amor al desquite, y en último caso, a un concepto particular de justicia. Pero la hubris, extrema insolencia, es el espíritu que hiere y después retrocede para ver a su víctima convulsionarse. Es herir por amor a herir y siempre implica la humillación deliberada de la persona que injuria. Aquiles mismo con su cólera nos hace entrar y mirar ese estado de hubris:

Desfallecido, le dijo Héctor, el de tremolante penacho:
“¡Te lo suplico por tu vida, tus rodillas y tus padres!
No dejes a los perros devorarme junto a las naves de los aqueos;
En lugar de eso, acepta bronce y oro en abundancia,
Regalos que te darán mi padre y mi augusta madre,
Y devuelve mi cuerpo a casa, para que al morir del fuego
Me hagan participe los troyanos y las esposas de los troyanos”
Mirándolo con torva faz, replicó Aquiles, de pies ligeros:
“No implores, perro, invocando mis rodillas y a mis padres.
¡Ojalá que a mí mismo el furor y el ánimo me indujeran
a despedazarte y a comer cruda tu carne por tus fechorías!
Tan cierto es eso como que no hay quien libre tu cabeza
De los perros, ni aunque el rescate diez veces o veinte veces
Me lo traigan y lo pesen aquí y además prometan otro tanto,
Y ni siquiera aunque mandara pagar tu peso en oro
Príamo Dardánida. Ni aun así tu augusta madre depositará
en el lecho el cadáver de quien ella parió llorarlo.
Los perros y las aves de rapiña se repartirán entero tu cuerpo.” (Ilíada 335- 350)

 

En estado de hubris ¿Aquiles es poseído por algo que no puede controlar o es quien incentiva y justifica ese estado? Además, ¿Piensa que es verdaderamente libre? ¿Pues sino por qué actuaría así? Y aún más ¿Por qué persistiría en ello? No solamente sería el placer el que dirige el obrar sino algo más: la convicción de que eso es lo mejor, tal vez, lo más justo y que uno posee el real y noble derecho de actuar así, buscando lo que a uno le conviene más. Sin embargo, en lo profundo del pensamiento del hombre ¿Realmente piensa que el desafiar todo erigiéndose como supremo juez es lo que se debe hacer? ¿Acaso no hay una especie de culpa en ello?

Al parecer no, pues aquel invadido por la hubris desafía hasta a los mismos dioses y en su confianza cree poder aceptar cualquier juicio de ellos. Como lo muestra el Pélida cuando:

Ya moribundo, le dijo Héctor, el de tremolante penacho:
“Bien te conozco con sólo mirarte que tienes en las entrañas.
Cuídate ahora de que no me convierta en motivo de la cólera
De los dioses contra ti el día en que Paris y Febo Apolo te
Hagan perecer, a pesar de tu valor, en las puertas Esceas.”
Apenas hablar así, el cumplimiento de la muerte lo cubrió.
El aliento vital voló de la boca y marchó a la morada de Hades,
Llorando su hado y abandonando la virilidad y la juventud.
Ya estaba muerto cuando dijo Aquiles, de la casta de Zeus:
“¡Muere! Mi parca yo la acogeré gustoso cuando Zeus
quiera traérmela y también los demás dioses inmortales.” (Ilíada 355- 365) 

 

Aquiles no teme morir ni teme el juicio de Zeus ¿Por qué? ¿Acaso cree que obra bien o sabe que obra mal pero cree poder soportar el castigo?

No contento con eso Aquiles, el de los pies ligeros:

…le quitó de los hombros las armas
Ensangrentadas. Los hijos de los aqueos acudieron corriendo
Y quedaron admirados de la talla y de la envidiable belleza
De Héctor; y nadie hubo que se presentara y no lo hiriera.
Y así decía cada uno, mirando al que tenía próximo:
“¡Qué sorpresa! ¡Ahora sí que es Héctor mucho más blando
De tocar que cuando prendió las naves con el voraz fuego.” (Ilíada 365- 375)
Le taladró por detrás los tendones de ambos pies
Desde el tobillo al talón, enhebró correas de bovina piel
Que ató a la caja del carro y dejó que la cabeza arrastrara.
Montó en la caja del carro, recogió la ilustre armadura,
Los fustigó para arrearlos, y los dos de grado echaron a volar.
Gran polvareda se levantó del cadáver arrastrado; los cabellos
Oscuros se esparcían, y la cabeza entera en el polvo
Yací, antes encantadora. Zeus entonces a sus enemigos
Había concedido que lo ultrajaran en su propia patria. (Ilíada 395)

 

Aquiles no satisfecho con haber matado a Héctor humilla su cadáver frente a su familia y a sus compatriotas. ¿Por qué tanta humillación? ¿Existe alguna razón para ello? Es lo irracional del actuar lo que nos lleva a decir ¡basta!, ¡es suficiente! Debido a ello ¿Se puede decir que uno piensa al cometer hubris?, es decir, ¿Es posible que la razón participe en ese estado? Al parecer, uno se abandona al exceso al mismo tiempo que es soberbio. Aquiles sabía lo que hacía y por más humillación que hiciera sabía que no iba a traer de vuelta a Patroclo, era testigo del sufrimiento de los padres, de la esposa y del hermano de Héctor, Paris, y, a pesar de todo ello, no paraba con la humillación. ¿Por qué en su sufrimiento engendraba más sufrimiento tanto a su persona como a los demás?

Es posible que la hubris engañe por medio del orgullo extremo y convence al poseso de poder justificar ese arrebato violento, esa sed de satisfacción. Lo curioso está, creo, en lo siguiente: Si uno es verdaderamente satisfecho abandonándose a no tener límites. Sin embargo, se muestra algo luego del arrebato pasional, se muestra un sufrimiento como se puede pareciar en los siguientes versos

¡Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses,
Que tiene mi misma edad y está en el funesto umbral de la vejez! (Ilíada 485 2-3)
El recuerdo hacía llorar a ambos: el uno al homicida Héctor
Lloraba sin pausa, postrado ante los pies de Aquiles;
Y Aquiles lloraba por su propio padre y a veces también
por Patroclo; y los gemidos se elevaban en la estancia. (Íliada 505-510)

 

¿Por qué luego de que pasa ese estado de hubris se genera el sufrimiento?¿Sería acaso un signo de que en realidad, en lo más hondo del ser de cada persona se sabe que lo que hace es un mal? Tal vez, lo que Aquiles tenía, en lo más hondo de su ser, se lo muestra Príamo cuando va a rogar por su hijo y le dice al Pélida.

Así entonces, la hubris es un tema muy importante en la ética si no el tema en ella. Pero aún más, es importante porque nos lleva a reflexionar sobre el mal, la libertad y sus límites. ¿El mal es simplemente una invención de la cultura, una palabra para nombrar algo que no nos gusta? o ¿usar, de una cierta manera, la libertad, genera culpa y sufrimiento, los cuales serían males reales?

¿Qué terribles consecuencias pueden surgir del olvido de la existencia de la hubris? ¿Acaso nuestra época ha olvidado lo que los griegos veían como evidente en la naturaleza humana?  Cuando oímos que niños mueren de hambre y que multitudes tiene una vida desgraciada y los pocos poderosos, que supuestamente han sido elegidos para pensar en los ciudadanos, sólo piensan en ellos mismos y en sus intereses ¿Acaso no vemos algo extraño aquí? Sin una conciencia moral que pueda entrar en razón toda desgracia es posible. ¿Se ha olvidado ese concepto? Ahora, al no tenerlo ¿cómo es posible que se cometa hubris? ¿Qué sucede cuando no se tiene esa idea en la consciencia? Simplemente, no se cae en cuenta de nada, pues no existe. Pero ¿El que no lo tenga en mi consciencia quiere decir que no lo experimente?

Es tal vez cuando el hombre se alza por encima de todo, creyéndose y olvidándose de los límites que se entra en un estado de thánatos y esclavitud pero que, a la vez, parece (en el sentido de apariencia) lo mejor, lo correcto, lo verdaderamente libre. Por ello, es importante la reflexión sobre este tema para una comprensión más amplia de la profundidad del ser humano y de los sufrimientos que lo aquejan. Solo en la profundidad de la reflexión podremos descubrir los límites y poder actuar de acuerdo a lo mejor y más excelente y no guiados por la hubris.

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[1] W.G. BURGH, citado por Barclay W. Palabras griegas del nuevo testamento, 52:2002
[2] Herodoto cuenta que Jerjes se enciendió en ira porque el puente que había construido para cruzar el Bósforo y llegar a Tracia fue destruido por una tormenta. Y por ello, mandó cortarles las cabezas a los ingenieros, azotar  al Hlsponto en castigo y, luego, lanzó improperios contra el mar y dijo: “Entiéndelo bien, y brama por ello; que el Rey Jerjes, quieras o no, pasará sobre ti” (Herodoto, Historia, VII, 35).
Bibliografía
Homero.
2000               Ilíada. Biblioteca Clásica Gredos. S.A. Madrid. España
Platón.
2009               Protágoras. Alianza Editorial. Madrid. España
Platón.
2009               Fedro. Alianza Editorial. Madrid. España
Platón.
2000               República. Gredos. Madrid. España
Aristóteles.
1998               Metafísica. Traducción: Valentín García Yebra. Editorial Gredos. Madrid. España
Aristóteles.
1985               Ética a NIcómaco. Trad. Mario Araujo y Julián Marias. Introducción. Julián Marías. Centro de Estudios Contitucionales. Madrid. España
Aristóteles.
2009               Retórica. Alianza Editorial. Madrid. España
Aristóteles.
2009               Poética. Alianza Editorial. Madrid. España
Aristóteles.
2009               Política. Alianza Editorial. Madrid. España
Barclay W.
2002               Palabras griegas del nuevo testamento. Casa bautista de publicaciones. Texas. Estados Unidos.

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