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¿Por qué es importante la inversión en ciencia y tecnología y las políticas públicas que las incentiven?

por PÓLEMOS
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Dra. Myra E. Flores

Química, divulgadora científica. Especialista del Programa Especial de Popularización de la CTI, Dirección de Políticas y Programas de CTel en Concytec


La cena que comiste anoche, la cama en donde dormiste, la ropa que vistes en este momento, el celular al cual cada vez somos más dependientes, el internet y la pantalla que te permite leer este artículo en este preciso momento, todo esto no hubiera sido posible sin el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI).

Desde tiempos prehistóricos, el desarrollo de la CTI ha permitido al ser humano adaptarse a los distintos entornos que le ha tocado vivir. Logramos manipular el fuego y con ello ampliamos nuestra fuente de alimentos. El invento de la rueda permitió realizar viajes a largas distancias. Innovaciones tecnológicas contemporáneas incluyen el internet que nos permite comunicarnos con cualquier persona alrededor del mundo a solo un par de clicks. Y ni que decir de la necesidad de la ciencia para nuestra salud.

En estos días el mundo entero presencia como los científicos a nivel mundial están juntando esfuerzos para hacerle frente a un pequeño guerrero, invisible, pero que ha puesto en jaque a nuestra especie: el SARS-CoV-2, el virus causante de la covid19.

EE.UU., Rusia, Reino Unido, Alemania, China, entre otros países iniciaron la carrera por encontrar una vacuna. Al 10 de febrero 2021, EE.UU. ya había colocado la primera dosis de la vacuna a 33.7 millones de ciudadanos -casi la misma cantidad de pobladores peruanos- y avanza a un ritmo de 2 millones de vacunados por día. En tanto que los rusos, frente a la consulta de su capacidad de producción y venta, declararon que “la campaña de vacunación nacional es nuestra prioridad absoluta”.  Estos países, cuentan con capacidades e instalaciones que les han permitido desarrollar vacunas en un tiempo récord nunca antes visto en nuestra historia y, por supuesto, serán los primeros países en afrontar la pandemia del coronavirus.

Hace un año ya el SARS-CoV-2 ingresó a nuestro país y nos cogió sin armas. Encontró un país que ni siquiera era capaz de detectarlo, un país que no fabricaba pruebas de diagnóstico y que demoró semanas para poder adquirirlas en el mercado internacional. Y eso no fue todo, cuando estas llegaron, nos enteramos de que en muchas regiones no existían laboratorios capaces de aplicar estos test. Otra demora surgió para poder implementarlos.

Los casos de pacientes positivos iban en aumento y apareció un rayo de luz: a pesar de los escasos recursos un prototipo de vacuna peruana surgió con alentadores resultados preliminares. La mala noticia fue que la desarrolla una empresa para productos veterinarios que no podrá producirla puesto que no cuenta con certificación para productos de uso humano. El estado no ha decidido brindar soporte financiero a este avance de sus científicos peruanos. Por tanto, solo nos queda seguir esperando que lleguen las vacunas del extranjero.

La segunda ola llegó y el problema ahora es el oxígeno. No somos capaces de fabricar -ni siquiera de importar- suficientes plantas para la demanda existente. Mientras, vimos meses atrás como China construía de cero un hospital entero para pacientes covid-19 en menos de 10 días.

Hay una gran diferencia entre estos países y nosotros: la inversión en CTI. ¿Cómo estamos en este tema?

Actualidad de la inversión en ciencia en el Perú

El estado peruano parece ser de los pocos países que no son representados por la afirmación hecha en el último Informe de UNESCO sobre la ciencia, hacia 2030 publicado en el 2015 que señala que “En la actualidad, la gran mayoría de los países reconoce la importancia de la CTI para un crecimiento sostenible a largo plazo. Los países de ingresos bajos y medios bajos esperan poder utilizarla para aumentar los niveles de ingresos, y los países más ricos para mantener sus propios niveles en el contexto de un mercado internacional cada vez más competitivo”.

Los países que lideran el desarrollo científico y tecnológico invierten por encima del 2% de su PBI en investigación y desarrollo, llegando hasta una inversión del 4,95 y 4,81% para los casos de Israel y Corea del Sur, respectivamente, quienes lideran el ranking en inversión según datos del Banco Mundial publicados en 2018. En el caso del Perú, se invierte solamente el 0.13% del PBI. Estamos al final del ranking de inversión, incluso si tomamos en cuenta solamente el vecindario latinoamericano (ver Imagen 1).

Imagen 1: Inversión en Investigación de los países latinoamericanos

Fuente: Tiempo de Economía (imagen) y RICYT (datos)

http://www.tiempodeeconomia.com/2020/03/investigacion-y-desarrollo-inversion-como-del-pbi-en-paises-de-america-latina/

http://app.ricyt.org/ui/v3/comparative.html?indicator=GASTOxPBI&start_year=2009&end_year=2018

Desde hace años, nuestra economía nos clasifica como un país de ingresos medios altos, y según el enfoque de la UNESCO deberíamos basar gran parte de nuestros ingresos en el desarrollo de la CTI. Pero por el contrario, nuestra economía sigue basada en la explotación de recursos naturales, siendo proveedores de materias primas solamente y no de tecnología.

Dentro de los escasos recursos que nuestro país invierte en tareas de CTI, existe también el dilema de la inversión en ciencias básicas -que se dice es un lujo de los países ricos- o aplicadas – que se dice es necesaria para un rápido retorno de la inversión.

¿Inversión en ciencias básicas o aplicadas?

La investigación suele ser dividida en dos categorías: básica y aplicada. Se suele definir como investigación básica aquella actividad dedicada a la búsqueda de nuevo conocimiento y, como investigación aplicada, aquella dedicada al desarrollo de nuevas tecnologías. Si bien es cierto, estas definiciones aciertan en definir las actividades que desarrollan los investigadores – explorar lo desconocido y resolver problemas – la descripción es muy simple para explicar como es que se crea la tecnología.

En la etapa de desarrollo de la investigación básica hay muy poca o ninguna idea de las posibles aplicaciones potenciales, pero hay mucho campo desconocido por explorar y comprender antes de poder aplicarlos y pasar a la investigación aplicada para desarrollar nuevas tecnologías.

Como ejemplo, veamos el caso de la fibra óptica, la causante de la revolución de las comunicaciones. Estos “cabellos” de plástico se extienden por miles de kilómetros bajo los océanos para comunicar continentes y transportar comunicaciones telefónicas, televisivas e internet. La investigación básica que hizo posible este salto tecnológico es la mecánica cuántica desarrollada entre los años 1920-1940, en particular los estudios de emisión y absorción estimuladas de Einstein. La investigación aplicada en este caso fue el desarrollo del láser. Pero fue necesario una gran cantidad de investigación sobre la interacción de la luz con los materiales y avances también en el campo de la ciencia de los materiales. De tal manera que la comunicación por fibra óptica fue posible de la combinación de láseres “avanzados” con materiales “avanzados”, no los originalmente desarrollados.

Cualquier desarrollo tecnológico de nuestros días se puede explicar de la misma manera. Por ejemplo, el transistor, este pequeño dispositivo presente en cualquier equipo electrónico se desarrolló en los años 50s, pero la investigación básica que lo hizo posible fueron los trabajos en materia condensada de los años 20s. Las imágenes por resonancia magnética, indispensables en nuestros días para el diagnóstico de múltiples enfermedades, fueron desarrolladas en los años 80s. La investigación básica que hizo posible este avance, fueron los trabajos sobre movimientos magnéticos nucleares desarrollados en 1938.

Como vemos, el camino para llegar desde un descubrimiento científico hasta el desarrollo de nueva tecnología aplicable en nuestra sociedad es largo. Y la historia nos ha enseñado que las tecnologías que finalmente usamos casi nunca son previstas por los científicos que desarrollan la ciencia básica que le da las bases necesarias para su desarrollo. Pero lo que si se ha observado es que el ritmo de avance hacia nuevas tecnologías se incrementa grandemente cuando tanto la comunidad académica como la de la industria están en constante interacción. Esto es lo que ha pasado en Silicon Valley y está pasando ahora en biotecnología.

La industria contribuye con juntar distintos perfiles necesarios para el desarrollo de la tecnología: científicos, ingenieros y desarrolladores de productos. Las universidades contribuyen en el desarrollo de nuevo conocimiento y entrenando estudiantes que trabajaran en las industrias y llevaran con ellos la última información publicada en el área de interés y la costumbre de investigar lo desconocido.

¿La ciencia y la tecnología puede ayudar a resolver problemas del país?

Observemos el caso de la salud pública y como el desarrollo de la ciencia puede ayudar. Nuestro país sufre de muchas enfermedades infecciosas, algunas de ellas endémicas y que afectan a poblaciones de bajos recursos siendo poco atractivas para las farmacéuticas que no ven un retorno seguro a una posible inversión. En estos casos la única salida es que el estado invierta en el desarrollo de la CTI, ya sea a través de transferencia de recursos a sus investigadores o incentivando a la empresa privada a través de beneficios tributarios u otros mecanismos. Lo primero que se tiene que hacer es desarrollar y fabricar localmente pruebas de diagnóstico para identificar certeramente a los pacientes afectados y empezar así un rápido tratamiento. Cada día que pasa un paciente enfermo genera no solo gastos, sino que deja de trabajar generando un costo adicional si alguien debe reemplazarlo o simplemente deja de tener ingresos económicos, impactando también en nuestra economía.

Identificada una enfermedad infecciosa se debe avanzar en dos flancos: tratamientos para curar a los enfermos y vacunas para prevenir la enfermedad. Hay varias tecnologías para el desarrollo de una vacuna, desde las tradicionales de virus atenuado hasta las últimas de biotecnología que usan ARN mensajero. Sea la tecnología elegida esta debe estar adaptada a las condiciones de transporte y almacenamiento local -mejor desarrollar vacunas que no requieran refrigeración o como mucho a 4ºC- ya que se debe asegurar la integridad de la vacuna desde su fabricación hasta la aplicación en el paciente. Incluso la nanotecnología ofrece diversas formas de entrega de drogas en el cuerpo que podrían aplicarse a las vacunas.

Otro problema de salud pública es la desnutrición y, la malnutrición empieza a serlo también. En este caso se podrían ayudar a mejorar utilizando cultivos modificados genéticamente para obtener productos enriquecidos que ayuden a la nutrición de los pobladores.

Como vemos, la ciencia y la tecnología ofrecen vías para afrontar problemas de salud pública. Igualmente se puede extrapolar este análisis a diversos problemas que aquejan a nuestro país en donde muchas veces la empresa privada no ve una oportunidad de inversión con rápido retorno. Es el estado el que debe asumir las inversiones de largo plazo.

Formular una política nacional de CTI que tenga éxito sigue siendo una tarea difícil. Debe integrar a varios ámbitos de política diferentes, incluidos la educación, las ciencias básicas, el desarrollo tecnológico, incluido por supuesto las tecnologías sostenibles -es decir las limpias o ecológicas-, el incentivo a las empresas para que inviertan en I+D y por supuesto, las políticas económicas.

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