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Convergencias de la Música y el Derecho

por PÓLEMOS
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Luis Orlandini Robert

Concertista, Magíster por la Universidad de Koln (Alemania), y catedrático en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Universidad de Chile.


Hablar de la cercanía que puede tener la música y el derecho es sin duda un desafío para mí. Pero debo reconocer que en los últimos años he entendido que hay muchos campos del conocimiento, sino quizás todos ellos, que deben ejercitar la interpretación de datos, de leyes, de textos. A pesar de ello, esto es solo un acercamiento, más que un estudio exhaustivo de nuestros elementos comunes.

Me encantaría que hubiera una apertura, de los abogados hacia una de las artes y de los músicos hacia las leyes, tal como he podido en estos días pensar en nuestras áreas comunes y también las que nos pueden diferenciar.

La música es un área de las artes en que nos enfrentamos a un lenguaje, uno distinto al verbal, donde debemos expresarnos con sonidos, elocuentemente. Una composición musical es un relato, una construcción sonora que contiene pulsaciones, alturas, intensidades y otros parámetros menos fáciles de explicar en pocas palabras. Esto se plasma en un sistema de escritura, que es de grandes limitaciones, a pesar de los grandes esfuerzos que han hecho los compositores para especificar todo lo que sea posible, de manera que la partitura sea un texto que no pueda tener dos lecturas posibles. A la larga, eso nunca fue posible y el Intérprete musical ha sido, es y será el encargado de, no solo leer y traducir en sonidos una partitura, sino muy especialmente dotar a ésta de sentido, de carácter, de intenciones y si me lo permiten, de magia, de encanto y de fantasía.

Así, la interpretación musical es un arte intrincado y que sin duda tiene muchas miradas posibles. Así como existe la dupla coreógrafo/bailarín y dramaturgo/actor, en la música la dupla es de compositor e intérprete.

Interpretar música es decodificar una partitura para hacerla sonar y dotar a esa decodificación de una vida propia, única e irrepetible. Al escuchar a una orquesta interpretando una obra con un director de orquesta enfrente, asistimos a un milagro, donde un gran grupo de músicos, convocados en una partitura, logran dar vida a la música por medio de la compleja visión de un director, logrando una comunión que sin duda es de los trabajos en equipo más asombrosos que nuestra civilización ha obtenido. El caso del solista es un poco distinto, en el sentido de que es él o ella quién tiene toda la responsabilidad de lo que allí ocurre.

Otra cuestión que es fundamental es el triángulo virtuoso entre compositor, intérprete y público. Sólo con estos tres componentes se completa el círculo. Si suponemos que el compositor escribe una obra y el intérprete la decodifica de buena manera y presenta la obra con absoluta propiedad, aún tenemos un escollo importante. ¿Está el público preparado realmente para escuchar una obra y poder apreciarla y valorarla en toda su dimensión? Me atrevería a decir que la respuesta, al menos en nuestro país y en nuestra región es un NO bastante certero, pues vivimos en una sociedad donde carecemos de una suficiente alfabetización de nuestros ciudadanos en el campo de las artes y la música no es la excepción.

De ésta forma el Intérprete queda en un terreno complejo, poco comprendido, poco valorado y por ende el compositor también.

Sería interesante aquí poder explorar uno de los aspectos que, podríamos decir, nos diferencian más. Si bien el lenguaje ha experimentado cambios a través del tiempo, las cosas no han cambiado tanto y podemos entender perfectamente un texto del siglo XVIII, XIX y XX en nuestro siglo. El caso de la música es distinto. Al menos en la música occidental, se generó un sistema basado en la naturaleza de la relación de los sonidos, herencia directa desde Pitágoras que se llamó Sistema Tonal. No obstante, los músicos fueron explorando los límites en que este sistema podía funcionar, llegando finalmente a su disolución hace cerca de 100 años, con el dodecafonismo del Arnold Schönberg, sus discípulos Alban Berg y Anton Webern y todo lo que siguió a partir de ellos. Un momento clave, que abrió las puertas hacia la exploración de estéticas muy distintas, pero que trajo consigo una lejanía con el público auditor. Ya no se podía reconocer una melodía, ni memorizarla para luego cantarla fácilmente, o sea, el nuevo lenguaje no era fácil de entender o reconocer o valorar. Lo que llamamos música contemporánea, que es un término muy amplio y difuso, es algo así como un lenguaje en clave secreta.

A este respecto tenemos sobre nuestras espaldas un problema doble, la gente no suele ser “alfabetizada” en la música tonal y por cierto aún menos en la música que se escindió de ella hace un siglo, la llamada música contemporánea.

No obstante, se han hecho serios estudios a este respecto y los programas de formación de audiencias han suplido en parte nuestra deficitaria educación musical de las escuelas. Así las cosas, hoy tenemos nuevas generaciones que pueden apreciar mejor el arte musical, a pesar del bombardeo en los medios y las redes de la música comercial, muchas veces de escaso valor estético.

Como músico, tengo en el más alto nivel de valoración todos los géneros musicales y de esa forma la música docta, la popular, la folklórica y todas las otras muchas variedades de géneros deben ser ampliamente respetadas y conocidas por nuestros ciudadanos.

Hoy contamos con compositores de gran nivel e impulso creativo y cada vez más las fronteras están más disueltas. Es fácil escuchar una obra de un compositor “docto” que suena cercano al folklore o a lo popular. Un gran avance sin duda, después de un largo tiempo en que cada género miraba al otro con recelo, con desconfianza.

Me gustaría hacer ahora un acercamiento, donde un abogado, pueda ver a través de la música, su propio oficio, de interpretar las normas jurídicas. ¿Cuál es el fin que se busca tanto en el derecho como en la música? Pienso que es el bien común, aquello que nos ha sido tan esquivo en nuestra historia y que todos anhelamos.

Si entendemos la interpretación jurídica en términos muy generales como el hecho de desentrañar el verdadero sentido y alcance de una norma jurídica y la interpretación musical como la labor de desentrañar el sentido profundo, estético, sensible y social de una obra musical, entendemos que estamos ante procesos similares, ante acciones que deben sopesar cuestiones de forma y fondo, pero que su resultado puede variar bastante dependiendo del agente que lo realice.

El Intérprete musical y el abogado tienen en común la decodificación, por una parte, y la interpretación del texto, por otra. Visto de esta manera, no son disciplinas tan lejanas y tal vez podrían tener un ámbito de retroalimentación mutua, que potencie a ambas.

Aquí se manifiesta claramente lo que conocemos de la historia: personas que, por medio de cierta información, interpretan diversos contenidos para crear una nueva realidad, un nuevo conocimiento. De ésta manera ha evolucionado la sociedad, la forma en que los seres humanos hemos aprendido a relacionarnos viviendo en conjunto y la manera en que hemos resuelto nuestras diferencias, sean éstas legítimas o no.

Las diferentes áreas del conocimiento persiguen por cierto fines distintos, y eso permite tener una riqueza que nutre a todos y cada uno de los seres humanos para evolucionar, para crecer, para alcanzar un grado de bienestar.

Los núcleos disciplinarios, encarnan este universo de conocimientos y permite asimismo que las áreas del saber se complementen y puedan llegar a generar un conocimiento más complejo, más completo, en palabras de hoy: inter y transdisciplinario.

No podría aquí dejar de mencionar una de las acciones inductivas que hemos emprendido en la Universidad de Chile en los años precedentes, como fue el caso de ENIC, “Espacios interdisciplinarios de la creatividad”, que desarrollamos hace algunos años entre nuestra Facultad de Artes y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de nuestra Universidad. Allí hubo atisbos de disciplinas que conversaban amigablemente para crear conocimientos distintos desde ámbitos compartidos.

No pretendo con estas palabras sintetizar una hipótesis ni menos establecer una tesis. Mi intención es solo acercarnos, conocernos y valorarnos mutuamente.

 

Luis Orlandini Robert

Abril de 2022

 

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