Gonzalo Gamio Gehri
Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid, España). Actualmente es profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es autor de los libros Tiempo de Memoria. Reflexiones sobre Derechos Humanos y Justicia transicional (2009) y Racionalidad y conflicto ético. Ensayos sobre filosofía práctica (2007). Es autor de diversos ensayos sobre filosofía práctica y temas de justicia y ciudadanía publicados en volúmenes colectivos y revistas especializadas del Perú y de España.
Carlos Tapia ha fallecido ayer, a poco tiempo de cumplir ochenta años. Fue un gran investigador en materia de derechos humanos, seguridad y justicia. Ingeniero de formación, desde joven asumió el camino de la política como una vocación, siendo primero un militante de izquierda y luego diputado de la República. Contribuyó en la campaña que llevó a Ollanta Humala a la Presidencia del Perú, para alejarse del gobierno meses después. Fue columnista en diversos diarios del país; en la última etapa de su vida escribía periódicamente en Perú 21. Su conocimiento de los temas políticos motivó que fuese un invitado recurrente en los programas periodísticos en la radio y la televisión. Sus reflexiones revelaban una profunda convicción y claridad en las ideas, pero también la disposición a escuchar con atención los argumentos de sus interlocutores. Su generosidad y tolerancia son reconocidas por los comunicadores que lo entrevistaron: se trata de virtudes infrecuentes en nuestra compleja escena política.
Tuve la suerte de conocerlo en el contexto del quehacer universitario. Ambos pertenecíamos al Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la PUCP. Coincidimos en varias conferencias y tuvimos ocasión de conversar sobre temas de memoria y justicia transicional. Tapia era un intérprete lúcido de la realidad nacional. Uno podía estar o no de acuerdo con su análisis, pero la agudeza de sus argumentos te invitaba a ver las cosas de otra manera. Su apertura al diálogo, su honestidad y su gran sentido del humor constituían rasgos esenciales de su carácter. Gustaba mucho de debatir con los jóvenes en foros universitarios. Su entusiasmo por pensar el país era notorio e inspirador. Era de esas personas que no temían abandonar un punto de vista si reconocían la validez de un argumento distinto, en la medida en que este constituya una herramienta eficaz para esclarecer los problemas nacionales y avanzar en el análisis. Otra virtud extraña en nuestro medio.
Quizás su mayor contribución a la vida social del país fue su participación en la Comisión de la Verdad y Reconciliación entre 2001 y 2003. Conocía a fondo el importante trabajo de las rondas campesinas y los Comités de Autodefensa en su heroica lucha contra el Sendero Luminoso. Conocía muy bien la ideología y métodos de este grupo terrorista, cuyas organizaciones iniciales combatió desde sus años de profesor en la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Estaba convencido de que la derrota del terrorismo encontró una de sus claves fundamentales en la iniciativa de las comunidades campesinas de organizarse y defenderse contra las huestes subversivas. Estaba convencido además de que la derrota final de cualquier proyecto violentista pasaba por la identificación, el desenmascaramiento y la refutación del fundamentalismo ideológico. El logro de la paz implicaba asimismo que la sociedad peruana asumiese un compromiso firme con la inclusión de todos los ciudadanos en la dinámica propia del mercado y de la política democrática. Los extremistas de izquierda y de derecha lo consideraban un enemigo; por ello me mortifica encontrar en redes sociales comentarios virulentos, completamente absurdos e injustos sobre Tapia, que lo identifican falsamente como un actor político próximo a la subversión. Esas afirmaciones están basadas en una grosera ignorancia, dado que Tapia no dudó en enfrentar duramente, en repetidas ocasiones, a Sendero y al Movadef [1]. Era un hombre de izquierda, pero también un creyente en la democracia.
Carlos Tapia fue un ciudadano que no perdió nunca la fe en la capacidad transformadora de la política cuando esta se construye desde la acción de los propios agentes. En las últimas semanas observó con entusiasmo las marchas juveniles que consiguieron derrotar al régimen de Merino y saludó la presidencia de Francisco Sagasti. En una reciente entrevista –acaso la última que concedió a un medio televisivo- sostuvo, con esa forma tan peculiar suya de expresarse en términos políticos, que “la ciudadanía es la suma de ciudadanos. Pero la suma de ciudadanos organizados se convierte en un poder; pero no un poder que deviene del Estado, sino un poder que deviene de la sociedad”. La construcción de esa ciudadanía organizada constituía, a su juicio, un logro de las movilizaciones de la llamada “Generación del Bicentenario”. A lo largo de su vida, Tapia manifestó una indesmayable esperanza en la acción cívica como generadora de libertad y justicia. Esa fe y esa esperanza serán una fuente de inspiración para quienes encuentran en la política una forma genuina de compromiso público.
20 de enero, 2021.
[1] La organización terrorista Sendero Luminoso y su instrumento “político” –el Movadef- rechazan, como es sabido, el Informe Final de la CVR y defienden la impunidad de los perpetradores de crímenes contra los derechos humanos.
