Bárbara Beatriz Yulissa Ramos Arce
Estudiante de la Facultad de Derecho PUCP. Miembro de la Asociación Civil Derecho & Sociedad
“El sistema irradia indiferencia”
Richard Sennett
“Buen gusto tenemos todos. Lo que no tenemos es dinero” es una de las frases más resaltantes de esta película española dirigida por Fernando León de Aranoa y que nos muestra a la deprimente ciudad de Vigo después de una ola de despidos masivos a causa de la reconversión industrial. Doscientos trabajadores del astillero fueron despachados sin ningún reparo después de recibir ocho millones de pesetas de indemnización, ante lo cual se inician violentas manifestaciones y enfrentamientos contra los agentes de la fuerza pública, sin obtener resultado alguno. Pasados los años, tenemos a cuatro[1] viejos compañeros del astillero y ahora desempleados, quienes pasan el tiempo reuniéndose diariamente en el bar “La Naval”, y en el caso de José y Santa, dos de los protagonistas, observando el horizonte y tomando el sol en la rocosa orilla de la playa los días lunes.
Ubicándonos en la historia, esta tragicomedia alude a la crisis que sufrió la ciudad de Guijón, España, por el cierre del astillero «Naval Guijón» en el año 2000 y a los duros enfrentamientos entre la policía y la Corriente Sindical de Izquierda. Muy sagazmente, León de Aranoa dio inicio a su película mostrando fragmentos originales de dichas manifestaciones. En realidad, los despidos masivos de Guijón continúan despertando indignación en la ciudad, pues hasta el día de hoy los ex trabajadores continúan reuniéndose en las puertas del mencionado astillero, exigiendo el cumplimiento de los compromisos asumidos por la empresa[2].
“Los lunes al sol” resalta dos ideas primordiales: el derecho del trabajo y la corrosión del carácter, concepto atribuido al sociólogo norteamericano Richard Sennett y que ya en 1997 explicaba el brutal giro de las relaciones laborales en el nuevo capitalismo y las consecuencias que trajo a los empleados a nivel personal. Los personajes logran representar lo que yo llamo “estadios” del proceso de corrosión del carácter del hombre contemporáneo ante la velocidad imparable de la industria. Es así que Paulino, José, Amador y Santa encarnan desde la resistencia al nuevo panorama laboral hasta la descomposición física y mental del trabajador, quien es subyugado ante el sistema.
El monstruo capitalista y la corrosión del carácter.
En principio entendemos al carácter como «el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás (…) un término referido a deseos y sentimientos que pueden existir dentro de nosotros sin que nadie más lo sepa»[3]. En ese sentido, «el carácter se relaciona con los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados»[4]. En el panorama del nuevo capitalismo, se han dejado atrás las estructuras rígidas, reemplazándolas por espontaneidad (flexibilidad); es así que “la ambigüedad y la incertidumbre dominan la vida en todas las esferas: en los afectos, en el lugar de residencia [y especialmente], en el trabajo”[5].
Efectivamente y respecto al trabajo, tal como menciona Javier Neves, la relación laboral es «conflictiva, porque los intereses de los trabajadores -como individuos y como categoría- son diferentes y a veces opuestos a los de los empresarios (…)»[6]. Hoy por hoy, ya no se trata de simples empleadores codiciosos, sino que hablamos de grandes corporaciones, personas jurídicas de compleja organización y cuyo papel en el movimiento económico internacional es rápido, constante y de vital importancia. Esto ha aumentado el desempeño del trabajador, obligándole a adecuarse a las nuevas exigencias del mercado, las cuales involucran mayor competitividad, actualización y movimiento. ¿Cómo es que el trabajador enfrenta, entonces, la inevitable corrosión del carácter que nos trae este horizonte? Los personajes de “Los lunes al sol”, nos lo evidencian con claridad.
La resistencia.
Santa, quien podría considerarse el personaje vertebral de la película, nos ofrece una personalidad sarcástica, ridiculizando constantemente la grave situación laboral en la que se encuentra, lo cual es, en esencia, un mecanismo de defensa para evitar la angustia del desempleo. A diferencia de su entorno, Santa se rehúsa a abandonar la camaradería y el compañerismo de sus épocas de trabajador en el astillero, respondiendo con sorna incluso a las acusaciones judiciales que se le imputan por haber roto una farola durante una de las manifestaciones por los despidos masivos.
Luego de haber pagado la deuda y en compañía de su abogado, Santa toma una piedra cerca del muelle y rompe una nueva farola. Incluso, después de la muerte de Amador, decide echarle un último trago a la urna de su difunto amigo a modo de despedida. En uno de sus momentos más climáticos, Santa incrimina a Rico y a Reina de haber firmado un convenio entre los trabajadores del astillero y la empresa en la época de los despidos y de no haberle apoyado en las protestas públicas. Santa admite que las protestas no tuvieron ningún efecto, pero que le bastó que sirvieran para dar a conocer a los demás la problemática laboral en la que se encontraban.
En esta breve respuesta, Santa demuestra que la naturaleza de la huelga se puede entender tanto como un mecanismo de presión, como una mera manifestación de descontento que busca, principalmente, dar a conocer algún tipo de irregularidad en la relación entre empleado y empleador. Y es que podría afirmarse que las protestas colectivas y públicas, las cuales en el caso de la película desencadenaron en eventos violentos son el último recurso, amparado por el Estado, que tienen los trabajadores para dar a conocer su disconformidad con su relación laboral. Pero efectivamente, Santa, pasando casi por un personaje irreverente, representa la resistencia al nuevo panorama laboral, más frío, individual, competitivo e indiferente y el rescate de los antiguos valores del compañerismo y el trabajo en equipo, elementos que, tal como menciona Sennett, hoy solo despiertan la indiferencia del sistema.
La adecuación.
Paulino, esposo y padre, se encuentra ansioso y deprimido ante un nuevo panorama laboral en donde cada vez se buscan a empleados más jóvenes. Después de la reconversión industrial se necesita mano de obra fuerte, flexible y abierta a los nuevos conocimientos tecnológicos, como el uso de maquinaria más especializada y de computadores. Tal como menciona Sennett en “La ética del trabajo”, los conocimientos tradicionales de Paulino, perteneciente a una era distinta, más manual y básica, son desvalorizados por completo[7]. Este personaje intenta desde el inicio hasta el final, adaptarse, representando al empleado de la vieja escuela que poco a poco desea adentrarse en el nuevo sistema, alterando su mentalidad y hasta su físico. Enfrentado al peso de sus años, recordamos que Paulino decide teñirse el cabello y usar la ropa de su hijo, tratando de no quedarse atrás a las exigencias del mercado. De alguna manera, Paulino representa la transición entre una realidad y otra. Memorable es la escena en donde, dándose cuenta de su mal teñido de cabello, se enjuaga el rostro con agua de una fuente, símbolo que representa claramente las ansias por la juventud y la vida.
Los inicios de la corrosión.
El personaje de José simboliza la apertura de la corrosión, al comenzar a debilitarse física y mentalmente por el desempleo, expandiendo su malestar incluso a su relación matrimonial con Ana. Gradualmente, José aumenta su consumo de alcohol y en consecuencia, sus inseguridades personales y matrimoniales. Al momento de pedir un préstamo por millón y medio de pesetas reacciona retirándose intempestivamente del banco al lado de su esposa, indignado por un supuesto trato inferior que reciben por ser pobres y él, en específico, por ser desempleado. Acomplejado por ser el sujeto económicamente pasivo de su matrimonio, José decide refugiarse en la bebida y en sospechas de infidelidad y de abandono. Tal como menciona Rubén Ardilla, psicólogo colombiano: «El desempleo es también un problema personal, que lleva a no ser capaz de satisfacer las propias necesidades vitales, a ser incapaz de sostener una familia, pagar los estudios o utilizar adecuadamente el tiempo».[8]
El deterioro absoluto del carácter.
En la frontera de la corrosión del carácter, se encuentra Amador, quien es sin duda el caso más extremo de los presentados en la película. En la última etapa de su vida, su existencia parece dividida entre sus amigos del bar “La Naval” y el alcohol. Se supone a lo largo de la película que vive con su esposa en la casa de siempre, hasta que después de una borrachera, su compañero Santa descubre que Amador ha estado viviendo solo este tiempo en un departamento hecho ruinas, sin agua, de luz tenue y repleta de bolsas de basura y mugre. Abandonado por su mujer y pasando las noches en una pocilga, Amador es la representación del nuevo trabajador del orden capitalista que, arrastrado por el desempleo y por el obstáculo de su edad, ha terminado solo, enfermo y pobre.
Esto es solo un ápice de una realidad que nos persigue hasta la actualidad, que es la precaria situación laboral de las personas pertenecientes a la tercera edad. Como ejemplo, tan solo en México las «ciudadanas mexicanas mayores de 60 años (…) en más del 90 por ciento de los casos no reciben una pensión, no tienen trabajo ni herencia”.[9] En el clímax de la película, Santa descubre que Amador se ha suicidado saltando desde la ventana de su departamento, estrellándose contra la lámpara del porche, la cual se apaga súbitamente mientras Santa llora por el descubrimiento. A diferencia de José, quien representaba una etapa primaria y gradual en la corrosión del carácter, Amador es el resultado final y catastrófico, en donde el trabajador desempleado se ve imposibilitado de cambiar su condición debido no solo a factores del mercado laboral, sino de descomposición física, mental y espiritual.
Reflexiones a orillas del mar.
Serge, quien dejó su carrera de astronauta con el fin de la Unión Soviética, resume el mensaje central de esta película en una suerte de broma: Habían dos camaradas y uno le dice al otro “¿Ya vez que todo lo que nos contaron del comunismo era mentira?” A lo que el otro le contesta “Peor aún, camarada ¿No ves que todo lo que nos contaron del capitalismo era verdad?”.
Sin ánimos de acabar en una discusión política, considero que Los lunes al sol es muy clara y concisa en cuanto a la problemática del trabajador y su proceso de transición en el nuevo mercado laboral, así de cómo el trabajo, hoy en día tan protegido por (algunos) ideólogos y juristas, es un fenómeno elemental del ciudadano contemporáneo. Es imposible separarlo de la sensible esfera personal del ser humano, especialmente en la actualidad, en donde el tema laboral avanza rápido e imparable en las ciencias sociales y sobretodo en el Derecho.
“¿Qué día es hoy?” es la última frase de Los lunes al sol y además de una pregunta casi retórica, debe de dejarnos el mensaje de preguntarnos, no la fecha, sino la situación laboral que nos ofrece el panorama mundial actual y sobretodo, lo mucho que necesita de una constante investigación y reflexión por parte de distintas disciplinas, en donde se encuentra el Derecho laboral, responsable de anteponerse a las frivolidades del flujo económico y mercantil, para rescatar la esencia más sensible y humana del trabajador.