Inicio PúblicoDerecho Administrativo De espaldas a la sociedad: El voto exento de las virtudes cívicas

De espaldas a la sociedad: El voto exento de las virtudes cívicas

por PÓLEMOS
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Consejo Editorial Pólemos


1. El panorama electoral ¿Reflejo de una generalizada “amoralidad”?

En solo una semana, los peruanos elegirán a sus autoridades nacionales por los próximos 5 años. El destino de nuestro país es inquietante. Presenciar, por cuarta vez consecutiva, elecciones democráticas no aleja, del todo, el mal sabor y desconcierto penetrante de nuestro futuro inmediato.

Durante los últimos meses, el clima político-electoral nos ha colocado bajo lluvias de escándalos de todo tipo: denuncias por corrupción, por plagio de textos académicos, entrega ilegal de dádivas, actividades proselitistas, decisiones cuestionables frente a tachas, entre otros. Ello, sin dejar de mencionar algunas referencias personales: entre los aspirantes al sillón presidencial se encuentra la hija de un ex presidente condenado por corrupción y crímenes de lesa humanidad, un antiguo mandatario acusado por una serie de indultos a narcotraficantes, y hasta hace poco, un presunto asesino.

Lo que parecería ser claro, en el Perú, es todo lo contrario. La posición del ciudadano es sumamente poderosa, el impacto de su acción define la vida de su nación. A pesar de ello, a lo largo de la espera, pareciera ser que los sondeos no reflejan un sentido de moral. La intención de voto, agudiza, una vez más en nuestra historia, la percepción de estar frente a una sociedad agonizante. A partir de esta reflexión, en las siguientes líneas pretendemos explorar una crisis de pertenencia, cuya consecuencia nos coloca frente a lo que es, tal vez, una generalizada amoralidad. ¿Genera esta última, en los candidatos, algún tipo de cuestionamiento para los sufragistas? ¿Qué factores se encuentran ausentes en el individuo al momento de emitir su voto? ¿Qué rol representan las virtudes cívicas en la construcción de ciudadanía?

2. El sentido de justicia en las virtudes cívicas

Con el fin de entender, de forma articulada y originaria, el rol y necesidad de las virtudes cívicas en un contexto político-electoral desalentador como el descrito precedentemente, es vital dar un paso atrás y examinar el papel de la Justicia. ¿Por qué es pertinente, en este contexto, hablar de Justicia? Las razones las sustentaremos en los postulados del filósofo John Rawls, quien consideraba que el cimiento de una teoría de la justicia era «(…) una parte, quizás la más significativa, de la teoría de la elección racional» [1]. Pero la relación más directa de la justicia y las virtudes cívicas podemos hallarla en los primeros párrafos de su célebre Teoría de la Justicia: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”[2].

En efecto, Rawls consideraba que, en un estado primigenio asociativo, cada persona debía elegir principios justos, los cuales podrían ser aceptados por cualquier persona racional que pensase promover sus intereses en condiciones de igualdad, con el fin de establecer términos básicos de asociación[3]. La garantía de justicia de esta elección radica en establecer un velo de ignorancia, de acuerdo al cual las elecciones de los principios básicos eliminan toda contingencia de desigualdad al ser evaluados solo teniendo en cuenta consideraciones generales y no particulares[4].

Ahora bien, al ser la justicia la primera virtud, elemento y presupuesto básico articulador de toda institución social, es lógico que en el sistema de cada virtud cívica circule la justicia, con las importantes implicancias, ya explicadas, que ello importa al momento de efectuar una elección racional. Es entonces, la justicia, inmanente a las virtudes de los ciudadanos.

Llegado a este punto, reconocemos las virtudes cívicas como cualidades y actitudes arraigadas a la formación del individuo y como presupuesto básico al ejercicio de su ciudadanía. Galston, teórico liberal, esbozó una clasificación para las virtudes requeridas para una ciudadanía responsable.

a) “Virtudes generales: coraje, observancia de la ley, lealtad; b) virtudes sociales: independencia, apertura; c) virtudes económicas: ética laboral, capacidad de postergar la propia satisfacción, adaptabilidad al cambio económico y tecnológico; y d) virtudes políticas: capacidad para discernir y respetar los derechos de los demás, voluntad de demandar sólo lo que puede ser pagado, habilidad para evaluar el desempeño de quienes detentan cargos públicos, voluntad para involucrarse en la discusión pública.”[5]

A efectos de este trabajo, y por su especial asociación con la vida ciudadana, son estas últimas, las virtudes políticas, aquellas que vinculamos directamente con la problemática de la coyuntura electoral.

3. Un concierto de derechos y deberes

Comenzamos predicando la trascendencia del poder de la acción del ciudadano en nuestra coyuntura política. El modo particular de ejercicio del sufragio por parte del electorado -y las implicancias de este derecho-, como estadio final y decisivo de la deliberación del individuo en cuanto al futuro de su país, nos interesa de sobremanera en este apartado. La relevancia del acto, que obliga a repensar el rol asumido por cada uno de nosotros, y sus necesarios paralelos, nos hacen cuestionar en qué medida el sufragista se reconoce como parte de la comunidad y cumple con ella, ejerciendo sus derechos con responsabilidad.

Refiriéndose a la participación cívica, Jeremy Waldron sostiene que el deber no se encuentra en la simple acción, sino en su realización responsable y diligente. Para el autor, la deuda del ciudadano implica participar prestando debida atención a los intereses, deseos y opiniones de todos los miembros de su país. Son estos últimos los correlatos del civismo.[6] “Esto también es parte de lo que debe ser desempeñado responsablemente: una de las cosas que cada uno de nosotros debemos tener en mente, a medida que avanzamos en nuestro catálogo de derechos, es el impacto de estos en la empresa cívica global”[7].

El planteamiento de Waldron y el poder de sus proposiciones nos obligan a reflexionar sobre lo que se hace más visible durante la temporada de comicios: la construcción de la ciudadanía en la sociedad peruana y la interiorización de la inexorable relación entre derechos y deberes.

La historia de la humanidad recoge, entre sus mayúsculas gestas, la conquista del acceso, en igualdad de condiciones, a diversos derechos. Entre ellos, los civiles y políticos, reconocidos, progresivamente, para la totalidad mujeres y hombres. Frente a la victoria, es importante preguntarnos qué actitud debe tomar la ciudadanía. Sinesio López, realizando un recorrido histórico del concepto de aquella, rescata la crítica realizada a Marshall en cuanto al desprendimiento de los derechos de sus responsabilidades y el deber de participación de la vida pública, lo que se ha caracterizado como una ciudadanía “pasiva” y “homogénea”. El autor sintetiza la orientación de las críticas realizadas en dos expectativas: la modificación de la aceptación pasiva de los derechos, a través del ejercicio activo de las responsabilidades ciudadanas y virtudes; así como la inclusión, por medio de la ciudadanía, del creciente pluralismo social y cultural de las sociedades modernas[8].

Lo dicho en el apartado precedente, hasta el momento, nos sirve para rescatar e integrar el valor de las virtudes cívicas. Estas entran a tallar en donde los derechos pueden inclinar desfavorablemente la balanza en beneficio de algunos y desmedro de otros. ‘Inevitablemente al lado del otro’ planteó Kant. Estar ineludiblemente al lado del otro, está presente en cada una de nuestras actuaciones, con más incidencia aún, si se trata de las decisiones en torno a la vida y el futuro de una nación. En esa línea, el ejercicio de derechos civiles y políticos tiene el cargo de la responsabilidad y consciencia.

Sin embargo, parece ser que es un patrón común en los peruanos deslindar de su decisión la posibilidad de perjuicio o beneficio que causamos en otros –iguales a nosotros-. A pesar del deber cívico, las cuestionables inclinaciones políticas responden, seguramente, a intereses particulares. El sentido de justicia inmanente a las virtudes políticas se ausenta ahí donde es necesario comprender las necesidades y posiciones de los demás, cuestionar la ética de los actores políticos y construir lo público. El panorama electoral muestra un inquietante abandono a la comunidad; un profundo desarraigo del individuo con su sociedad.

4. La suma de acciones construye ciudadanía

De cara a este desalentador horizonte, nos corresponde esbozar algunas actuaciones imprescindibles para generar transformaciones en nuestra sociedad, que comprometen voluntad política, pero también a nosotros como agentes de cambio.

Previamente, es necesario comprender, que en el plano teórico, no cabe duda del impacto positivo de las virtudes cívicas en el comportamiento y proceso deliberativo del ciudadano. El problema alrededor de estas cualidades es más pragmático. Kymlicka y Norman realizan un análisis sobre el nuevo debate alrededor de la ciudadanía a propósito del estudio sobre los derechos de las minorías, cuya diferenciada identidad se presenta como un desafío más para la ciudadanía[9]. En este contexto, rescatan el verdadero reto en el norte de las virtudes: qué pueden, o deben, hacer, exactamente, los gobiernos para promoverlas. Fue este el momento de la discusión que los teóricos políticos de las nuevas ciudadanías evadieron responder:

“Se centran más en la descripción de las cualidades deseables para los ciudadanos y menos en las políticas que deberían ser adoptadas para fomentar u obligar a los ciudadanos a adoptar estas virtudes y prácticas. Como consecuencia, un cínico podría argumentar que la sociedad sería mejor si las personas fueran más agradables o reflexivas».[10]

En el mismo examen, se presenta otra interrogante: ¿cuál es el rol la sociedad civil al respecto? Algunos académicos afirmaron su función escolarizante de ciudadanía debido a los valores intrínsecos de las diversas formas asociativas, ya sean religiosas, étnicas y considerando hasta el mismo núcleo familiar. Lo cierto, señala Kymlicka, es que, a pesar de la transmisión de virtudes cívicas que puede lograrse a través de estas, su misión y razón de ser no es, precisamente, su promoción[11].

La vida política se ha visto empobrecida por diversos factores; quizá el más gravoso de estos que, en principio, perjudica la participación activa de los miembros de nuestra sociedad es la aparente falta del sentido de justicia en su intrínseca relación con las virtudes cívicas. A partir de estos presupuestos, lo que proponemos es una labor sinérgica. Es imperioso un trabajo conjunto y correctamente orientado para la construcción de ciudadanía.

La inculcación y aprehensión de estas cualidades, encontrará forma una vez que, interiorizada y expuesta su envergadura, las políticas nacionales incluyan los valores cívicos dentro del plan pedagógico básico para todos los estudiantes desde las etapas más tempranas. No siendo esto suficiente, y atendiendo a lo engorroso y complicado que puede ser el proceso, la sociedad civil –y especialmente los voluntariados especializados en educación- deben comprender y asumir la responsabilidad de incluir entre sus múltiples frentes, la enseñanza de las virtudes cívicas. Pensamos en esto, no solo a través de los talleres educativos ofrecidos a los infantes, sino también a través de la creación de espacios públicos de discusión en torno a esta materia, de modo tal que se vean también involucradas diferentes generaciones de ciudadanos. Ante el anhelo de un amanecer virtuoso, solo la suma de acciones construirá ciudadanía.


[1] RAWLS, John. Teoría de la Justicia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 29.
[2] RAWLS, John. Teoría de la Justicia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1995, p.17.
[3] RAWLS, John. Teoría de la Justicia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1995, p.119.
[4] RAWLS, John. Teoría de la Justicia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1995, p.135. Con el fin de explicar con mayor profundidad el significado del velo de la ignorancia, Rawls arguye que este supondría “que las partes no conocen ciertos tipos de hechos determinados. Ante todo, nadie conoce su lugar en la sociedad, su posición o clase social; tampoco sabe cuál será su suerte en la distribución de talentos y capacidades naturales, su inteligencia, su fuerza, etc.”
[5] GALSTON, William A. (William Arthur)“Liberal purposes : goods, virtues, and diversity in the liberal state”. Cambridge ; New York: Cambridge University Press. 1991.Pp. 221-224
[6] WALDRON, Jeremy. “Cultural Identity and Civic Responsibility” en Citizenship in diverse societies. Oxford: Oxford University Press. 2000. Pp. 155
[7] En WALDRON, Jeremy. “Cultural Identity and Civic Responsibility” en Citizenship in diverse societies. Oxford: Oxford University Press. 2000. Pp. 156. Traducción propia del inglés: “This too is part that must be played responsibly: one of the things each of us should bear in mind as we advance our list of rights is the impact of that list on the overall civic enterprise”.
[8] LOPEZ, Sinesio. “Ciudadanos reales e imaginarios: concepciones, desarrollo y mapa de la ciudadanía en el Perú. Lima: Institutos de diálogos y propuestas. 1997. Pp. 110.
[9] En “Citizenship in diverse societies” recopilación realizada Will Kymlicka and Wayne Norman, realizan, a modo de introducción, un análisis sobre el nuevo debate alrededor de la ciudadanía, con ello, la discusión de los derechos de las minorías, las llamadas ciudadanías diferenciadas, que, a pesar de poseer los derechos comunes a la ciudadanía en general, han sido relegados a través de la historia. Y cuya inclusión es un desafío permanente de las nuevas ciudadanías.
[10] En KYMLICKA, Will y Norman WAYNE. “Citizenship in Culturally Diverse Societies: Issues, Contexts, Concepts. En: Citizenship in diverse societies. Oxford: Oxford University Press. 2000. Pp. 7. Traducción propia del inglés: “They focus more on describing desirable qualities of citizens, and less what policies should be adopted to encourage or compel citizens to adopt these desirable virtues and practices. As a result a cynic might argue that many Works of citizenship reduce to a platitude: namely, society would be better if people in it were nicer and more thoughful”.
[11] KYMLICKA, Will y Norman WAYNE. “Citizenship in Culturally Diverse Societies: Issues, Contexts, Concepts. En: Citizenship in diverse societies. Oxford: Oxford University Press. 2000. Pp. 8.

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