Rut Diamint
Ph.D. en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Profesora de Seguridad Internacional en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICECT).
Laura Tedesco
Ph.D. en Estudios Internacionales por la Universidad de Warwick. Profesora de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en Saint Louis University/Madrid y fue investigadora asociada en FRIDE.
Desde 2015, periodistas y académicos anuncian tiempos de cambio en América Latina. La llegada a la presidencia de Mauricio Macri en Argentina y el triunfo de la coalición opositora en las elecciones legislativas en Venezuela confirman esta tendencia. Sin embargo, nada indica que este cambio augure una mejora en la calidad democrática de los nuevos gobiernos. Ni siquiera se puede predecir que los nuevos gobernantes modifiquen una tradición política profundizada en los últimos años. En nuestra región los líderes monopolizan el escenario político. Sean populistas, autócratas o demócratas de izquierda o de derecha, nuestros dirigentes tienden a concentrar poder.
Estos líderes son capaces de curvar la historia. Desde los años del neoliberalismo de Carlos Menem o Alberto Fujimori hasta el más reciente estatismo de Hugo Chávez, nuestros líderes han sido motores individuales de cambios políticos y económicos. Cada vez más los líderes se convierten en actores cruciales que tanto explican el deterioro de la democracia, el aumento de su déficit, la transformación delegativa, plebiscitaria y populista, como la profundización republicana. Esto ha marcando la necesidad de profundizar el estudio de los liderazgos políticos, más aún si tomamos en cuenta que este es un tema poco abordado, hasta ahora, por la ciencia política latinoamericana. Ante este panorama articulamos varias preguntas que gradualmente fueron formando un proyecto de investigación: ¿cuáles son las condiciones políticas que promueven el surgimiento de distintos tipos de líderes? ¿Qué configuración político-institucional explica la concentración de poder en el titular del Poder Ejecutivo? ¿Por qué líderes elegidos democráticamente perjudican la democracia desde el poder? ¿Existe alguna relación entre el grado de institucionalidad del sistema de partidos y la emergencia de distintos tipos de líderes?
Con estas preguntas iniciamos un estudio comparativo sobre líderes políticos cuyas conclusiones fueron plasmadas en el libro Latin America´s Leaders publicado en 2015 por ZED Books. En nuestra investigación realizamos 285 entrevistas con líderes en cinco países: Argentina, Colombia, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Estos cinco países fueron seleccionados ya que presentan diversidades significativas. En su historia reciente encontramos líderes personalistas fuertes que logran construir poder y mantenerlo; líderes personalistas que no supieron construir poder o no pudieron superar limitaciones institucionales existentes y sistemas de partidos con distintos grados de institucionalización. Nuestro fin fue explorar qué tipo de relación existe entre los distintos tipos de líderes y la calidad democrática teniendo en cuenta las condiciones nacionales.
Las entrevistas derivaron en largas charlas con Ex Presidentes, Ex Vice Presidentes, Vice Presidentes en ejercicio, alcaldes, legisladores y dirigentes partidarios. El análisis cualitativo de las entrevistas indicó la existencia de dos grupos muy diferentes: en Argentina, Ecuador y Venezuela el análisis de las presidencias de Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa y Hugo Chávez dominaban las conversaciones. En Uruguay y Colombia los entrevistados analizaban el liderazgo político junto con el rol de los partidos políticos, las instituciones del estado y los procesos históricos. Esta diferencia muestra que el personalismo y el populismo prevalecen en países donde el grado de institucionalidad del sistema de partidos es débil. Nuestros cinco países presentan diferencias significativas en sus sistemas de partidos que nos llevó a explorar con mayor profundidad su influencia en los distintos tipos de liderazgo. El grado de institucionalización de los partidos es un tema extensamente estudiado en la ciencia política latinoamericana. La literatura coincide en afirmar que la institucionalidad de los partidos se define por la existencia de reglas democráticas internas, coherencia ideológica, mecanismos de control y de disciplina partidaria, grado de circulación interna, formación de líderes y administradores y su adaptabilidad a los cambios coyunturales y, finalmente, normas estables de organización partidaria. Sin embargo, la relación entre el grado de institucionalización de los partidos y la calidad democrática de los líderes prácticamente no ha sido explorada en la literatura. Nuestra investigación parece indicar que esa relación puede explicar aspectos del deterioro de la calidad de la democracia cada vez más evidente en algunos países.
Las entrevistas realizadas en Uruguay y Colombia muestran que los partidos tienen un rol fundamental respecto a la formación democrática de sus dirigentes y el monitoreo de sus actividades en el poder. Si bien existen diferencias importantes en cuanto a la institucionalidad partidaria entre Colombia y Uruguay, en ambos casos los líderes siguen reconociendo como elemento central de la democracia la constitución estable de partidos políticos.
Los datos recogidos nos llevaron a articular una tipología de líderes basada en tres elementos: el contexto político, los recursos del liderazgo y su impacto en la calidad de la democracia. Estos elementos forman tres dimensiones de liderazgo: la relación entre el líder y el estado de derecho; los esfuerzos del líder para formar consenso o provocar polarización; y la forma de incrementar su poder. La tipología mide calidad democrática en relación a la actitud de los líderes hacia las reglas (obedece, desafía, manipula); hacia la oposición (polariza, tolera o crea consensos) y hacia el poder (comparte, concentra o usurpa).
¿Cuál es el objetivo de esta tipología? Monitorear el comportamiento político con el objetivo de promover la democratización de los líderes. Ese monitoreo debe ser amplio y con un alto grado de involucramiento ciudadano. Así, se podría apreciar si el presidente ¿obedece la ley o la manipula? ¿Crea consenso o polariza? ¿Comparte o usurpa poder?
Creemos que esta tipología puede aplicarse al caso peruano. El deterioro del sistema de partidos en Perú ubicaría a este país en el grupo de Argentina, Venezuela y Ecuador. Sin embargo, con la excepción de Alberto Fujimori, el bajo nivel de institucionalización de los partidos no ha impulsado la emergencia de un líder que concentra poder, lo que denominamos en nuestra tipología un “usurpador de poder”. En este sentido, Perú puede ofrecer nuevas aristas a la investigación sobre líderes ya que puede mostrar un escenario de baja institucionalización pero que al mismo tiempo presenta una escasa o nula posibilidad para usurpar poder.
La organización de las próximas elecciones presidenciales del 10 de abril muestra la baja institucionalización del sistema: de los 19 candidatos, 12 han cambiado de partido o han formado uno nuevo. De esos 19 candidatos, sólo 5 tienen cierta antigüedad partidaria. Entre 5 y 91 años. Los 14 restantes son agrupaciones que se suman en esta elección a la competencia política. Este sistema tan cambiante y volátil que se instaló en Perú en los años noventa, ha permitido la emergencia de distintos tipos de líderes. En nuestra tipología Perú ha sobrevivido entre usurpadores de poder y demócratas ambivalentes. Un status quo que emplaza una urgencia: institucionalizar el sistema de partidos y formar líderes demócratas. Un estudio detallado del liderazgo político en Perú podría aportar las claves para entender el fracaso del sistema de partidos. Esta no es una tarea de académicos y, posiblemente, no sea una preocupación de los políticos. Es la ciudadanía quien puede atender esta urgencia. Los ciudadanos son los que tienen la facultad de crear incentivos para que los líderes sean demócratas. Esa participación no se agota en el voto, sino en un seguimiento permanente y responsable de las acciones de los líderes. Son ellos, que reclamando a sus legisladores, a los miembros de un partido o a la prensa libre, ejercen el control que limita la acumulación de poder de un dirigente y fortalece la transparencia partidaria.