Ramón Rivero Mejía
Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú- PUCP. Becario del Centro de Formación de la Organización Internacional del Trabajo – OIT en Torino-Italia, en materia de Derechos de los Pueblos Indígenas y Desarrollo. Cuenta con cursos sobre gestión ambiental y conservación de la diversidad biológica en el IDEA y el INTE de la PUCP. Ha sido Director encargado de la Dirección de Pueblos Indígenas en Aislamiento y en Contacto Inicial del Ministerio de Cultura; actualmente es Coordinador de Proyecto sobre fortalecimiento de capacidades indígenas en el manejo de conflictos y la gestión sostenible de recursos naturales en la Reserva Comunal Amarakaeri, en Conservación Amazónica – ACCA, Madre de Dios. Consultor de diversas entidades públicas y privadas, así como autor de artículos en materia ambiental e indígena.
Suele ocurrir que, cuando han salido a la luz imágenes o nos hablan de indígenas que evitan el contacto con nuestra sociedad, viviendo de lo que el bosque amazónico les da, algunos los llaman los “no contactados”. ¿Pero quiénes son ellos?
En realidad, se trata de los pueblos indígenas en situación de aislamiento, cuya ley de protección los define como aquellos que no han desarrollado relaciones sociales sostenidas con los demás integrantes de la sociedad nacional o que habiéndolas desarrollado, han optado por descontinuarlas.
Ellos optan por el aislamiento básicamente como una estrategia de supervivencia, considerando experiencias traumáticas del pasado, como lo fue el boom del caucho en la amazonia, pues a decir de Beatriz Huertas[1] ello les significó “(…) matanzas contra quienes se oponían a su presencia, persecuciones para captar mano de obra, venta de esclavos, violación de mujeres, expansión de enfermedades introducidas y muertes masivas, además de la desmoralización y conflictos intra e interétnicos que toda esta situación pudo causar de manera interna, entre otras consecuencias”.
Entonces, se trata de grupos de personas, de ciudadanos, que guardan un tipo de relacionamiento con nuestra sociedad nacional a partir de sus malas experiencias, vividas en carne propia o por información que, al respecto, pasa de generación en generación. Evitar el contacto supone, excluir cualquier tipo de repetición de dichas experiencias traumáticas.
Sin embargo, ¿están del todo desvinculados de nuestra sociedad? Pues no. Según nos lo recuerda Huertas[2], los indígenas en aislamiento “(…) observan lo que ocurre a su alrededor y hasta toman los objetos de metal de los foráneos que ingresan a sus territorios o que se ubican colindantes a él, pero evitan el contacto con ellos para mantenerse a salvo, pues los consideran agresores o una amenaza, ya sea porque pueden raptar a sus hijos o para evitar el contagio de enfermedades. Hablamos así de un modo de vida marcado por las interacciones históricas con el entorno, complejas formas de relacionamiento caracterizadas por la limitación del contacto directo y adaptaciones culturales que habrían significado el abandono de antiguas prácticas culturales para facilitar su huida y evitar el contacto físico con agentes externos”.
Así, dichas interacciones con el entorno se dan, en algunos casos, manteniendo vínculos ancestrales, ya sea de cooperación o conflicto, con otros pueblos indígenas en aislamiento, pero también con aquellos cuyo devenir histórico los hizo organizarse en
una o más comunidades nativas; generalmente muy alejadas de entornos urbanos, a días de viaje.
Generalmente, tales interacciones suponen que ellos se retiren luego de tomar algo que necesitan de dichas comunidades; también el hacerse notar mediante el “puqueo” o imitación de animales a través de sonidos que lanzan en el entorno de las comunidades, generalmente para evitar el contacto y los conflictos (que pueden ser a muerte) mientras están cazando o pasando la noche cerca.
Con el objeto de evitar dichos conflictos y también evitar el ingreso de terceros a sus tierras, fueron principalmente organizaciones indígenas como FENAMAD (Madre de Dios) u ORAU (Ucayali), las que implementaron diversos puestos de control en lugares que identificaron como estratégicos.
Desde estos espacios se desarrollaron monitoreos y se registraron evidencias de su presencia. Ello también supuso el desarrollo de medios persuasivos para evitar conflictos a través de mecanismos de comunicación que se han visto implementados en comunidades nativas que reciben su amenazante visita. Un ejemplo de ello es el caso de la comunidad nativa de Monte Salvado y su relación con grupos Mashco Piro, pueblo indígena en situación de aislamiento que los visita de manera regular, especialmente en la época de ausencia de lluvias.
Un tema a mencionar es que, suele ocurrir que en las comunidades donde se establecen controles para proteger a los pueblos indígenas en aislamiento, se generan también dinámicas[3] entre estos y sus agentes de protección, las que siempre deben entenderse en el marco de la implementación de dichos mecanismos de comunicación. Es decir, ello no supone que con tales interacciones se contacte o se inicien relaciones sostenidas de dependencia con estos agentes externos a dichos pueblos; pues luego de estas comunicaciones, los grupos de indígenas en aislamiento se retiran y siguen con sus dinámicas en el bosque, sin relacionarse y evitando el contacto con el resto de la sociedad nacional.
Debemos señalar que es bajo esta misma lógica que el reglamento de su ley de protección, ha previsto la oportunidad para que el Estado, en ejercicio de su tutela constitucional de protección de los derechos fundamentales de estos pueblos, establezca mecanismos de comunicación; lo que, como mencionamos, en la práctica debe excluir cualquier posibilidad de relacionamiento que suponga contacto. Para ello, también, se ha previsto en dicho reglamento que el Estado (en este caso, el Ministerio de Cultura, mediante el Viceministerio de Interculturalidad) debe establecer mecanismos de coordinación con las organizaciones indígenas, para facilitar el intercambio de información sobre estos pueblos.
Pero, ¿por qué tanto cuidado con los indígenas en aislamiento? Pues porque se constituyen en los pueblos indígenas más vulnerables del planeta; esto se explica en función de las diversas vulnerabilidades que presentan:
Inmunológico: considerando que no han desarrollado defensas para enfermedades que pueden ser comunes para nosotros, dada la ausencia de exposición a ellas, generación tras generación.