Claudia Almeida Goshi
Magíster en Lingüística por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Licenciada en Lingüística por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
“Porque acá en este país nos tienen que ver arrastradas de los pelos o tengo que decirle ‘la próxima vez, por fa, dame en la cara’ para que me reviente un hueso. Entonces, así, sí, de repente sí parece una agresión”.
Lorena Álvarez, sobreviviente (citado en Delta 2017)
En el Perú, el 72, 4% de las mujeres ha sido alguna vez víctima de violencia física, sexual o psicológica por parte de sus parejas masculinas (INEI 2015: 361). Además, un promedio de 9 mujeres son asesinadas mensualmente en un contexto de feminicidio (MIMP 2016: 28). Estas cifras continúan siendo alarmantes a pesar de que dicho crimen, la versión más extrema de la violencia contra la mujer, haya sido reconocido en el Código Penal en 2011 bajo la Ley N.° 29819 y que con el transcurso de los años la norma haya sido modificada para ampliar su tipificación y endurecer su carácter punitivo. La ley en sí misma, como vemos, no ha podido contrarrestar que los asesinatos e intentos de feminicidio sigan siendo perpetrados ante la mirada (cada vez menos pasiva) de la población. Movimientos civiles como Ni una menos resuenan en las redes sociales casos de violencia contra la mujer como los difundidos también hace unos días por los medios de comunicación. Me refiero a la denuncia de Lorena Álvarez, quien acusa a su ex pareja, Juan Mendoza, de haberla insultado y agredido físicamente; así como al vídeo viralizado que muestra a Micaela de Osma siendo arrastrada de los pelos en plena vía pública por su enamorado Martín Camino.
Los discursos que circulan sobre ambos sucesos comparten (aunque con matices) un patrón lingüístico con artículos informativos publicados años atrás en torno a otros crímenes, específicamente de feminicidios. ¿Cuál es el rasgo que atraviesa los discursos que reproducen diferentes episodios de violencia (extrema) contra la mujer? ¿Por qué ostenta la peculiaridad de encontrarse sujeto a ese tipo de discursos? ¿Cómo se hace patente? En esta columna, busco contestar las preguntas propuestas por medio de un sucinto análisis de las noticias[1] publicadas por la prensa sobre casos de feminicidios perpetrados antes y después de la promulgación de la ley que tipifica ese delito (27 de diciembre del 2011) y respecto a los dos ataques señalados en líneas anteriores (3 y 8 octubre del 2017). Como demostraré a continuación, los discursos analizados presentan mandatos y resistencias con los que se reproducen y transforman relaciones de poder enquistadas en una sociedad de índole patriarcal como la peruana. La dominación masculina no solo se impone (y combate) en los cuerpos y en las vidas de las mujeres; también en los discursos que dan cuenta de sus padecimientos.
Ellas, en lo que otros y ellas dicen
En vista de que la masculinidad siempre está bajo sospecha, tiene que afirmarse constantemente (Callirgos 1998: 66). El control de la sexualidad de la madre, de las hermanas, de la esposa y de las hijas es un medio para sostener la masculinidad y para asegurar el orden patriarcal. El desvío sexual femenino cuestiona la autoridad y la virilidad del representante de la familia. Incluso, subvierte el rol de la mujer según el mandato mariano: entregar sus servicios sexuales, reproductivos y domésticos al varón. En este sentido, el feminicidio constituye el último mecanismo de control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres porque su (presunta) infidelidad o su negativa para reiniciar la relación sentimental cuestionan radicalmente la masculinidad de los hombres que consideran a sus parejas como sus “posesiones” (Sánchez 2011: 38). La violación del mandato mariano conlleva a la ejecución de medidas disciplinarias “legítimas” que sirven para restaurar la honra mancillada del varón debido al comportamiento inescrupuloso de sus (ex) parejas. En las noticias publicadas meses antes y después de la promulgación de la Ley N.° 29819, las voces de victimarios de diferentes feminicidios son recopiladas por la prensa para reproducir el porqué del crimen. Véanse los siguientes ejemplos:[2]
“Te maté y también lo haré para verte en aquel oscuro lugar. Sólo te quería para mí”, es el escalofriante y terrible mensaje que colocó en su Facebook, el ‘metalero’ David Pardavé Mendoza (24), confirmando que asesinó a su enamorada Milagros Quispe Vallalodid (18) por celos, ya que descubrió que su amigo Franco intentaba enamorar a la joven. (Trome, 16-10-11, p. 3)
“Ella me abrió la puerta y yo ingresé. La noté rara, me esquivaba la mirada. Hasta que, en su cuarto, me di cuenta de que tenía un mordisco en el labio inferior. Con eso pude constatar que ella me había sacado la vuelta con el tal Frank y por más que le pregunté lo que pasó, me contestó que se había golpeado la muy embustera, por eso saqué el cuchillo y la hinqué varias veces en el corazón, estómago y otros lugares, y fugué del lugar”, relató [Luis Huamán Rojas]. (Trome, 06-11-11, p. 5)
“El día del crimen me avisaron que ella estaba con otro hombre. Creí que me era infiel y le disparé en la cabeza”, confesó ‘Gordo Koki’, quien estaba irreconocible. (Trome, 11-02-12, p. 4)
“La quemé porque se seguía encontrando con su ex pareja, que llegaba a buscarla con la excusa de ver a sus tres hijas”, expresó Jairo Fernández Chacón (18), sin mostrar remordimiento, al describir la forma en que atacó a Leyla Zegarra Ávalos (29), a quien roció con gasolina y le prendió fuego. (Trome, 19-03-12, p. 4)
“Me dijo que no le interesaba y que no quería volver a mi lado. Me sentí traicionado, pero lo que terminó llenándome de ira fue cuando le dije para tener relaciones sexuales y se negó. Le apreté el cuello con todas mis fuerzas”. (Trome, 08-11-11)
En los extractos se cita de manera directa la versión del atacante acerca del crimen cometido. El empleo de la cita directa en los casos presentados aparentemente genera el efecto de neutralidad y veracidad; sin embargo, en ellos, los atacantes relatan su participación en los hechos y, a su vez, lo justifican debido al comportamiento libertino de sus (ex) parejas. De esta manera, su responsabilidad en la perpetración del crimen resulta desenfatizada. Solo se visibiliza la versión de los asesinos, siempre y cuando, revelen las causas del ataque. Estas —como he mencionado en líneas anteriores— configuran atentados en contra de su masculinidad. La (presunta) infidelidad (como en la mayoría de ejemplos) o la negativa para reiniciar la relación amorosa son los detonantes “legítimos” que autorizan la consumación del ataque mortal. El uso de la cita directa en los casos presentados funciona para normalizar la violencia en contra de las mujeres. Las razones expuestas por los asesinos —difundidas por el diario de habla hispana de mayor circulación (Gestión 2013)— contribuyen a perpetuar un orden social patriarcal donde el feminicidio es un evento justificable e inevitable que tiene su origen no en lo que el atacante hace; sino en lo que aparentemente la víctima hizo en contra de aquel.
También debemos observar que en los discursos citados no solo se explicita la participación de los atacantes y las razones del agravio: también se reproduce cómo ellos cometieron los asesinatos (p. ej., “[…] saqué el cuchillo y la hinqué varias veces en el corazón, estómago y otros lugares […]”, “La quemé […]” y “[…] Le apreté el cuello con todas mis fuerzas”). La ejecución del feminicidio es verbalizado escandalosamente: los asesinos, las víctimas, las causas y los modos de realización son visibilizados por medio del uso de la cita directa. La violencia contra la mujer es reproducida hasta el último detalle, puesto que —de acuerdo con Silva Santisteban— el cuerpo femenino constituye el campo “donde se puede ejercer la degradación y el sometimiento” (2009: 83). Nada debe ser dejado fuera del dominio público. Así, la masculinidad de los varones, menoscabada por el comportamiento inescrupuloso de sus (ex) parejas es reafirmada discursivamente.
La recopilación de la voz de uno de los actores sociales involucrados en los crímenes también ha podido ser rastreada en discursos emitidos recientemente sobre agresiones cometidas contra otras mujeres. Véanse los siguientes ejemplos:
En este marco, el economista salió a indicar que él no le había pegado. «Lamento que se ventile en público supuestos aspectos de mi vida privada, los cuales niego categórica y rotundamente«, sostuvo Juan Mendoza en Twitter sobre el caso de presunto maltrato contra Lorena Álvarez. En esa misma línea, el supuesto agresor se presentó en Panorama para una entrevista que podría ser muy comentada en los siguientes días. Y es que aparte de continuar con su defensa, Juan Mendoza reveló que Lorena Álvarez mantuvo una relación con un hombre casado, funcionario del gobierno. “La razón (de esta campaña en mi contra) es que yo tomé conocimiento que Lorena Álvarez había mantenido una relación con […], que es un hombre casado y que trabaja en la Presidencia del Consejo de Ministros, con la señora Mercedes Aráoz», manifestó Juan Mendoza en el referido dominical. (Trome, 09-10-17)
Esta mañana, Mario Javier Arribas Chimpen [el abogado de Martín Alonso Camino Forsyth] ensayó una indignante respuesta para defender al agresor. Según él, Camino Forsyth solo ‘jaloneó’ a la joven. “En ningún momento la arrastró por el piso, solo la ha jaloneado […] Problema de celos, él habría encontrado en el celular algunas conversaciones, contestaciones que donde ella interviene, lo borra. Le estaba increpando eso”, señaló Arribas. (Trome, 09-10-17)
En las declaraciones reproducidas por la prensa y emitidas originalmente por Juan Mendoza y por el abogado de Martín Camino, ellos exponen el comportamiento libertino de las mujeres para morigerar las denuncias en su contra (o contra el patrocinado). La infidelidad es una causa “legítima” para la realización del feminicidio y, como vemos, de otras agresiones, puesto que evidencia el descuido, por parte de los varones, en la vigilancia de la sexualidad de sus (ex) parejas sentimentales.
Sin embargo, la reproducción del patrón señalado presenta, en ambos casos, matices con respecto a los discursos sobre feminicidios. Ahora, la violencia contra la mujer no es declarada: sino negada o desenfatizada en extremo (p. ej., “Lamento que se ventile en público supuestos aspectos de mi vida privada, los cuales niego categórica y rotundamente” y “[…] En ningún momento la arrastró por el piso, solo la ha jaloneado”). Con una sociedad civil más alerta y demandante ante episodios de violencia contra la mujer, ser acusado públicamente de agresor puede que no conlleve a una pena estatal, pero sí a un oprobio social y a la pérdida del prestigio ganado en otras esferas (académica, amical, laboral, etc.)[3]. De esta manera, la desaprobación social no se deposita en la víctima; sino en el agresor.
A los cambios señalados se suman otras voces que contrarrestan las declaraciones del acusado y del abogado: los discursos de las sobrevivientes. Véanse los siguientes ejemplos:
Ya entre lágrimas, Lorena Álvarez pidió que le brinden garantías para su vida ya que tiene miedo de que Juan Mendoza le haga daño. En esta línea, la presentadora de noticias [Mónica Delta] dejó entrever que quiso mantener el caso en la privacidad más absoluta. (Trome, 09-10-17)
«Mi vecina está súper preocupada, asustada. Yo estoy igual. Mi miedo es muy grande. Las denuncias están hechas. Yo supongo que la justicia hará todo lo que puede hacer. Voy a continuar hasta el final«, aseguró Micaela de Osma, afirmando que no cederá en su denuncia contra Martín Alonso Camino Forsyth. […] «Quiero que más que todo, sea un ejemplo para que otras mujeres que sufren así, sepan de que pueden hacerlo (denunciar a su agresor)», reveló Micaela de Osma, quien sin duda es un ejemplo para las miles de mujeres agredidas que se encuentran asustadas y avergonzadas y por esa razón no denuncian a sus agresores. (Trome, 10-10-17)
Como vemos, en ambos casos la prensa divulga las solicitudes, compromisos y deseos de Lorena Álvarez y Micaela de Osma. Este uso de las citas es muy particular y disidente porque revela y configura trasformaciones en la estructura social. La dominación masculina no es inevitable ni “natural”; sino producto de procesos históricos, políticos y económicos. A pesar de ello, puede ser resistida a partir de la conjugación de varios factores. La activa participación de la sociedad civil y la producción y circulación de otros discursos —en los que se construyan a las mujeres performando otros roles, ajenos al mandato mariano— constituye una de las vías para socavar “lo normal”.
Finalmente, me gustaría hacer última reflexión sobre la noción de resistencia. Para Foucault, no puede ser concebida fuera de las relaciones de poder: en ellas “se inscribe como el irreducible elemento enfrentador” (2002: 117). La resistencia de las mujeres peruanas ante la violencia que las asola —como señala Alcalde— es ambivalente: puede contrarrestar formas de opresión, pero también sostener otras (2014: 51). Las declaraciones de Lorena Álvarez y Micaela de Osma fueron difundidas rápida y masivamente por los medios de comunicación y en las redes sociales. Provocaron la atención inmediata del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y pronunciamientos públicos y de respaldo emitidos por diversas autoridades gubernamentales (ministros y congresistas). Sin embargo, la mayoría de los casos de violencia contra la mujer no generan este tipo de discursos ni procedimientos. Falta, por tanto, mucho por hacer y decir para que la situación de la mujer en el país cambie, para subvertir el mandato mariano y para que las voces de muchas otras sean escuchadas con atención. Caso contrario, los cambios explorados en el artículo solo contribuirán a perpetuar otras desigualdades (de raza, de lugar de procedencia, de educación) y a invisibilizar llamados de justicia producidos por otras mujeres.
Referencias bibliográficas
ALCALDE, M. Cristina
2014 La mujer en la violencia. Pobreza, género y resistencia en el Perú. Lima: IEP, PUCP.
CALLIRGOS, Juan Carlos
1998 Sobre héroes y batallas / Los caminos de la identidad masculina. Segunda edición. Lima: Escuela para el desarrollo.
DELTA, Mónica
2017 “Entrevista a Lorena Álvarez”. En Punto Final. Latina Televisión (#2). 8 de octubre de 2017. Consulta: 9 de octubre de 2017.
FAIRCLOGH, Norman
1995 Media Discourse. Londres: Edward Arnold.
FOUCAULT, Michel
2002 Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber. Vigésimo novena edición. Ciudad de México: Siglo Editores, S. A.
FOWLER, Roger
1991 Language in the News. Discourse and Ideology in the Press. Londres: Routledge.
GESTIÓN
2013 “Trome: La estrategia para convertir un diario en el más leído de habla hispana”. Gestión. Lima, 15 de octubre de 2013. Consulta: 9 de octubre de 2017.
https://gestion.pe/empresas/trome-estrategia-convertir-diario-mas-leido-habla-hispana-2078606
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA E INFORMÁTICA (INEI)
2015 Perú: Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, 2014. Lima: INEI.
MINISTERIO DE LA MUJER Y POBLACIONES VULNERABLES
2016 Violencia basada en género. Mapa conceptual para las políticas públicas y la acción del Estado. Lima: MIMP.
SÁNCHEZ, Jimena
2011 “Eres solo mía: el feminicidio uxoricida como el mecanismo último de control sobre el cuerpo y la sexualidad de la mujer”. La colmena: revista de sociología, N.° 4, año 4.
SILVA SANTISTEBAN, Rocío
2009 El factor asco. Basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú contemporáneo. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.