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TRABAJO INFANTIL, INFORMALIDAD Y ROLES DE GÉNERO

por PÓLEMOS
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Sergio Quiñones Infante

Profesor de Derecho del Trabajo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Magíster en Trabajo y Política Social por la Universidad Autónoma de Barcelona. Consultor en materia de derechos fundamentales en el trabajo y políticas públicas laborales.


1.- El trabajo infantil como problema público

El trabajo infantil es un fenómeno complejo y desafiante. Complejo, en tanto existen diversas aproximaciones teóricas y empíricas para abordarlo, entender su estructura multicausal y formular posibles soluciones; desafiante, en la medida en que sus efectos inciden negativamente en el cabal desarrollo de los niños, las niñas y las personas adolescentes –NNA–, a la vez que socavan el bienestar y el futuro de los países.

Desde la mirada de la Organización Internacional del Trabajo –OIT– prima la convicción de que la niñez es un período de la vida que no debería estar consagrada al trabajo sino al desarrollo físico y mental, a la educación, a los juegos y a otras actividades recreativas en favor de los NNA.

Sobre dicha premisa, la prevención y erradicación del trabajo infantil constituye un mandato jurídico vinculante consagrado en diversos instrumentos de derechos humanos de ámbito mundial y regional[1], y es considerado por la OIT, además, como uno de los principios y derechos fundamentales en el trabajo que todo país está obligado a observar y como uno de sus objetivos estratégicos para el logro de trabajo decente.

No obstante, pese al amplio consenso jurídico y político que existe sobre la prevención y erradicación del trabajo infantil, en todo el mundo, y particularmente en los países en vías de desarrollo, el trabajo infantil sigue siendo un problema de considerables dimensiones.

En efecto, de acuerdo con el más reciente informe publicado por la OIT y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia – UNICEF (2021), la cantidad de NNA que trabajaban en el 2020 ascendía a 160 millones en todo el mundo, consecuencia de un aumento de 8,4 millones en los cuatro años previos (2016-2020); ello sin considerar los varios millones de NNA más que actualmente se encuentran en situación de riesgo debido a los efectos de la post pandemia.

Por tanto, la prevención y erradicación del trabajo infantil sigue siendo hoy en día un objetivo crucial para las políticas públicas de todos los países del mundo en su propósito de garantizar y hacer realmente efectivos los derechos fundamentales de los NNA y procurar trabajo decente para todos sus ciudadanos y ciudadanas.

2.- Contexto regional y situación en el país

Como se mencionó previamente, según la OIT y UNICEF (2021), la cantidad de NNA que trabajaban en el 2020 ascendía a 160 millones en todo el mundo, consecuencia de un aumento de 8,4 millones en los cuatro años previos (2016-2020).

Esto significa que para el 2020 hubo un estancamiento de los avances para erradicar el trabajo infantil a nivel global, registrado por primera vez desde hace 20 años, dado que se ha invertido la tendencia a la baja que existía previamente, en virtud de la cual los casos de trabajo infantil habían disminuido en 94 millones durante el período de 2000 a 2016.

Sin embargo, para el caso específico de América Latina y el Caribe, el informe destaca que sí se había mantenido una reducción sostenida de 4 puntos porcentuales en el período comprendido entre el 2008 (10%) al 2020 (6%).

Nótese que, si bien se mantuvo la tendencia a la baja de la tasa promedio de trabajo infantil en la región, no resulta menos alarmante que, en términos absolutos, dicho 6% significó que un total de 8,2 millones de NNA en América Latina y el Caribe se encontraban trabajando en el 2020.

En el caso peruano podemos observar un comportamiento similar del indicador. Así, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares – ENAHO, la tasa de trabajo infantil en el Perú ha presentado una tendencia decreciente desde el año 2012 (14.8%) hasta el año 2023 (9.0%), al reducirse en 5,8 puntos porcentuales.

Sin embargo, ese 9% significó -en términos absolutos- que durante el año 2023 más de 703 mil NNA entre 5 y 17 años de edad estuvieron en situación de trabajo infantil en el Perú.

Gráfico N° 2

Porcentaje de NNA de 5 a 17 años en situación de trabajo infantil en el Perú

3.- El impacto de la economía informal en el trabajo infantil

Como regla general, la decisión de trabajar NO recae en los NNA, sino en sus familias; más específicamente, en sus padres y/o tutores. Los factores que explican por qué un padre o una madre decide enviar a sus hijos al trabajo son múltiples; sin embargo, la literatura especializada[2] ofrece evidencia sólida de la importancia del nivel de ingresos de la familia como factor determinante del trabajo de los NNA.

Cuando existe pobreza en los hogares, los NNA tienden a ser considerados como piezas determinantes en la economía familiar o como una opción para el incremento del ingreso. En estos casos, el trabajo infantil pasa a ser una estrategia de supervivencia económica que compensa el hecho de que los padres no pueden proveer sustento suficiente para un hogar a veces numeroso. 

En términos más concretos, las familias que recurren al trabajo infantil realizan un intercambio entre el ingreso futuro (que deriva de la decisión de inversión en la educación de los hijos) por el ingreso presente (logrado con el trabajo infantil).

En este punto resulta ineludible advertir que la escasez de empleo decente, la precariedad laboral y, en general, la informalidad en la economía, son factores que mantienen a los hogares en la pobreza y menoscaban el desarrollo de un país. De este modo, la elevada incidencia de la informalidad y su impacto en las dinámicas del mercado laboral han generado un creciente interés en analizar de manera integral su vínculo con el trabajo infantil, con miras a diseñar estrategias que promuevan la transición hacia la formalidad y la erradicación del trabajo infantil.

Para ello es preciso recordar que, con el fin de acelerar la transición a la economía formal, la OIT adoptó la Recomendación núm. 204 (R204), «La transición de la economía informal a la economía formal», en 2015, que proporciona principios rectores y directrices políticas para un cambio transformador, poniendo en primer plano la informalidad como una barrera estructural para el trabajo decente. 

La R204 enfatiza la necesidad de implementar un marco integrado de políticas dirigidas a la formalización, que incluyan, entre otros aspectos, estrategias de desarrollo local en las áreas urbanas y rurales, coordinación horizontal y vertical entre los niveles de gobierno, y la participación de las organizaciones sindicales y de empleadores.

En América Latina y el Caribe, la economía informal concentra a un elevado número de niños, niñas y jóvenes en actividades económicas caracterizadas por baja productividad y condiciones laborales inadecuadas. El trabajo infantil es especialmente prevalente en la agricultura de subsistencia e informal, particularmente en la agricultura familiar, así como en otros sectores de la economía informal como la minería artesanal, la producción de ladrillos, la manufactura a pequeña escala, el trabajo en las calles y el trabajo doméstico remunerado o no, donde las niñas son especialmente vulnerables. 

4.- El trabajo infantil y los roles de género

En línea con lo señalado previamente, la OIT y UNICEF (2021) advierten que el mayor porcentaje de trabajo infantil tiene lugar en las propias familias, espacios en los cuales las instituciones estatales competentes en esta materia tienen escasa o nula presencia. Este vacío institucional se traduce en una escasa oferta de entornos de protección social para las víctimas de explotación.

En el ámbito privado, el 72% de los niños en situación de trabajo infantil y el 83% del trabajo infantil entre los niños de 5 a 11 años tiene lugar en las familias, fundamentalmente en las explotaciones familiares o en las microempresas familiares.

El trabajo infantil en las familias es a menudo peligroso, a pesar de la percepción generalizada de que la familia ofrece un entorno de trabajo más seguro. Más de uno de cada cuatro niños de 5 a 11 años y casi la mitad de los niños de 12 a 14 años en situación de trabajo infantil en la unidad familiar realizan tareas que probablemente dañen su salud, seguridad o su desarrollo moral.

Los roles de género también son un factor que incide en la vinculación de personas menores de edad en algunas actividades de trabajo, remuneradas o no. Por ejemplo, las tareas domésticas y las actividades de cuidado son invisibilizadas, no valoradas ni retribuidas; al mismo tiempo en que se normaliza la desproporcionada carga que realizan las mujeres desde niñas. Por tanto, se condiciona y se restringe el uso del tiempo de las niñas en actividades propias de su edad y se definen trayectorias futuras en cuanto acceso al empleo, la educación, la salud y los espacios de ocio.

No podemos obviar que, además de los roles de género, la división sexual del trabajo, las posibles tradiciones familiares y comunitarias, el contexto económico explica la participación de niñas, niños y personas adolescentes en el mercado de trabajo en situaciones precarias. 

Las actividades de subsistencia, el trabajo doméstico y trabajo de cuidado (remunerado o no), la informalidad y las peores formas de trabajo infantil son alternativas en regiones con limitadas oportunidades y con bajos niveles de cobertura del sistema educativo, de los servicios de salud y de los programas de protección social, de los servicios de cuidado de la primera infancia, así como servicios de cuidado para personas adultas mayores o  en situación de dependencia.

En suma, como recoge el enfoque de género interseccional, en el caso del trabajo infantil en la economía del cuidado, el reto para los países de América Latina y el Caribe está en poder dejar de invisibilizar el trabajo de las niñas y adolescentes que realizan en sus hogares, como parte de los estereotipos y que terminan siendo contraproducentes para su desarrollo, pues se presenta una doble o hasta triple carga laboral.


Referencias

[1] El Convenio sobre la edad mínima, 1973 (Convenio N° 138); la Convención sobre los Derechos del Niño, 1989; la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo y su seguimiento, 1998; y el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999 (Convenio N° 182).

[2] Algunos estudios presentan al trabajo infantil como un “bien inferior”, es decir, un bien no deseado por las personas a medida que incrementa el nivel de ingreso. Esto implica que cuando el nivel de ingresos de una economía se encuentra por debajo del nivel de subsistencia para un grupo de la sociedad, en el equilibrio se observará el fenómeno de trabajo infantil; situación que se invierte cuando los salarios de los adultos son altos.


Bibliografía

Acevedo, K., Quejada, R. y Yáñez, M. (2011). Determinantes y consecuencias del Trabajo Infantil: un análisis de la literatura. Revista Facultad de Ciencias Económicas: Investigación y Reflexión, XIX(1), 113-124.

Basu, K., Das, S. and Dutta, B. (2010). Child labor and household wealth: Theory and empirical evidence of an inverted-U. Journal of Development Economics, 91(1), 8-14.

Caron, T. (2002). Protección de los niños y los adolescentes, en OIT, Las normas internacionales del trabajo. Un enfoque global (pp. 193).

Edmonds, E. (2005). Does Child Labor Decline with Improving Economic Status. Journal of Human Resources, 40(1), 77-9

OIT. (2003). Invertir en todos los niños: Estudio económico de los costos y beneficios de erradicar el trabajo infantil.

OIT & UNICEF. (2021). Trabajo Infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir.

SAUMA, P. (2007). Trabajo infantil: Causa y efecto de la perpetuación de la pobreza.

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