Bettina Valdez
Abogada, Magistra en Estudios de género y en Gerencia Social – Pontificia Universidad Católica del Perú
I. INTRODUCCIÓN
Las movilizaciones contra la violencia a las mujeres no son iniciativas nuevas. Cada año se realizan marchas para conmemorar el día internacional de la mujer y el día internacional contra la violencia a la mujer, entre otras. Además, actualmente se realizan constantemente movilizaciones por los derechos de las mujeres que fueron víctimas de esterilización forzada durante el gobierno de Alberto Fujimori. Sin embargo, son poco difundidas y participan un grupo comprometido pero reducido.
Desde hace algunas semanas, hemos sido partícipes del nacimiento del colectivo ciudadano “Ni una menos” que ha convocado a una marcha nacional para protestar por la violencia contra las mujeres y exigir el respeto de sus derechos. Es un movimiento que nació de la indignación por la respuesta leve de las autoridades judiciales ante casos de violencia contra mujeres difundidos por los medios de comunicación, me refiero a los casos de Lady Guillén y Arlette Contreras[1]. Todo empezó en las redes sociales pero la legitimidad brindada por sus seguidores y seguidoras ha catapultado al colectivo a los medios de comunicación masivos y hasta al discurso de políticos, quienes se han comprometido a participar en la marcha[2]. Por primera vez, participaron mujeres que nunca antes se han relacionado con colectivos ni movilizaciones, entre ellas mi madre y algunas amigas que fueron con sus hijas e hijos.
En este artículo analizaré el discurso de este movimiento desde los alcances de la sororidad y la ciudadanía, dejando tal vez más preguntas que respuestas y con ello más oportunidades para seguir reflexionando.
II. LA SORORIDAD DEL “NOS TOCAN A UNA. NOS TOCAN A TODAS”
Una de las primeras publicidades que convocó a la marcha plasma la imagen de dos manos delgadas con las uñas pintadas que se unen por los dedos meñiques en un fondo celeste con los lemas “Ni una menos” y “Nos tocan a una, nos tocan a todas”. Este último lema alude a una “nosotras” y nos exige solidaridad y empatía por una causa común: la lucha contra la violencia a las mujeres; y aunque esto no se explicite en esos términos en el afiche, se ha comprendido de esa manera. En ese sentido busca la sororidad que, según Marcela Lagarde, es la alianza entre mujeres “el encuentro con las otras, ser las otras”, es decir, sentir que formamos parte de un “nosotras” que diluya las posibilidades de enfrentamientos o rupturas.
Desde esta lógica se ha conducido el colectivo “Ni una menos”. Recordemos que hubo un momento en que otros grupos propusieron el “piquete masculino” que convocaba a hombres para que se unan a la marcha usando faldas. Propusieron también ampliar el motivo de la marcha a la violencia contra los niños, las niñas, las personas adultas mayores, y en general contra todo tipo de violencia que sufra toda persona en cualquier circunstancia. Ante estas propuestas, surgieron rápidamente las respuestas con el fin de encausar nuevamente los objetivos del colectivo y de la marcha. Y se comprendió que es una marcha contra la violencia hacia las mujeres impulsada por mujeres a la que puede asistir cualquier persona.
Pero se debe considerar que la sororidad también implica la transformación de las mismas mujeres, que a decir de Lagarde son víctimas del patriarcado y a la vez reproductoras del mismo. Y a su vez, la transformación de las relaciones entre mujeres, porque muchas veces hemos sido criadas para ser enemigas entre sí y desarrollar relaciones desiguales y asimétricas según nuestros privilegios sociales o personales[3]. Es por ello que cabe preguntarnos cuántas veces hemos escuchado frases como “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”; “las mujeres cuando se juntan rajan de otras”; “prefiero tener de jefe a un hombre”. Cuántas veces hemos escuchado que una empleadora se refiere a la trabajadora del hogar con el término “mi chica”, la trata con dureza y vulnera sus derechos laborales. Es decir, cuántas veces hemos sido testigas y reproductoras de relaciones de poder entre nosotras.
Como se aprecia en las redes sociales, gracias al movimiento “Ni una menos” la violencia se ha convertido en un motivo común de protesta y de lucha de muchas mujeres de diversas razas, estratos sociales, orientaciones sexuales, identidades de género, posiciones políticas; en suma, mujeres diversas, quienes se han identificado con el mensaje, han prometido y asistido a la marcha, porque finalmente la violencia la sufre cualquier tipo de mujer en cualquier circunstancia de la vida. La pregunta es si, después de la marcha, las relaciones intragénero asimétricas que se da entre las mujeres con todas las desigualdades y cuotas de poder que representan podrán ser superadas, si realmente nos acercaremos mucho más entre nosotras, si nos volverá más respetuosas de las diversidades y más solidarias.
Además, se debe considerar que la violencia contra una mujer se manifiesta de diferentes maneras, desde la agresión física, psicológica, hasta la económica, entre otras. Asimismo, se agrava según confluyan diversas formas de opresión, sea la raza, la identidad de género, la condición de discapacidad, entre otras. Y por ello la atención de casos de violencia no sólo exige aplicar un enfoque de derechos humanos, sino también de género, interculturalidad y sobre todo una mirada interseccional. Implica no sólo justicia, sino apoyo a nivel psicológico y social. La pregunta es si luego de la marcha podremos ampliar nuestra forma de analizar la violencia que sufren las mujeres desde un punto de vista interseccional y, sobre todo, aplicar este enfoque en la elaboración de las propuestas que se desarrollen para atender dichos casos a nivel de políticas públicas.
En esa lógica, la sororidad requiere de espacios de reflexión y coordinación de ideales y luchas en común. También de aprendizajes sobre cómo llegar a acuerdos, renovarlos o darles fin y sobre todo para desarrollar la capacidad de disentir sin destruir el nosotras[4]. Es así que el colectivo “Ni una menos” ha generado espacios de coordinación en que las mujeres se han reunido a debatir sobre el desarrollo de la marcha, sobre el contenido de las publicidades. Un espacio en donde todas hemos sido protagonistas.
En suma, desde la sororidad, el colectivo “Ni una menos” y la marcha que convocan nos moviliza como mujeres, y sobre todo nos une desde nuestras diversidades con ideales en común; a partir de problemáticas que reconocemos cercanas, para construir un pacto político que va más allá de la solidaridad o la amistad.
III. LA CIUDADANÍA DEL “NI UNA MENOS”
Según Perez Luño, existe una interrelación entre la ciudadanía, los derechos humanos y el Estado de derecho. Mientras que el Estado de derecho es la forma política y legal en la que actúa un gobierno que garantiza los derechos humanos, los derechos fundamentales justamente son el fundamento de la ciudadanía. Y la ciudadanía es la base de la pertenencia y participación política de los/las ciudadanos/as en el ejercicio de sus derechos humanos[5]. En esa lógica, el pacto político entre mujeres llamado sororidad sería la base fundamental de la participación política de las mujeres en su condición de ciudadanas y protagonistas del cambio. Por ello, el sentido del lema “Ni una menos” es un llamado a la acción. Es decir, nos invita a participar no sólo en una marcha aislada, sino como parte de un proyecto mayor de cambio de las estructuras patriarcales. Dicho proyecto bien puede iniciarse con una marcha como la que se desarrolló el 13 de agosto, pero depende de nosotras hacer todo lo posible para que no concluya o se estanque en esa misma marcha.
Siguiendo a Kymlicka, la democracia moderna se mantiene gracias a las cualidades y actitudes de sus ciudadanos/as; es decir, su sentido de identidad, tolerancia, solidaridad, etc. El problema es que poco se ha planteado para promover la buena ciudadanía[6]. Al respecto, el colectivo “Ni una menos” ha generado algunas buenas prácticas que pueden ayudar a fomentar las cualidades de los/las ciudadanas/os. Ejemplo de ello es que muchas mujeres han compartido sus experiencias de violencia sufrida en diversos ámbitos y muchas otras han ofrecido sus servicios de apoyo gratuito a nivel psicológico y legal. La pregunta es ¿cómo hacemos para dar sostenibilidad a esta práctica?
Además, como señala Jelin, las diferencias entre mujeres por motivo de raza, clase, nacionalidad, etnia, edad, orientación sexual, identidad de género, entre otros aspectos, son el nuevo eje articulador y punto de partida del análisis de las desigualdades de género[7]. En ese sentido, se debe elaborar cualquier propuesta política conjunta para erradicar la violencia de género desde la vivencia de las mujeres en toda su diversidad que se desarrolle.
Finalmente, desde la ciudadanía, toda la propuesta del “Ni una menos” nos exige ejercer nuestros derechos y responsabilidades frente a nuestra comunidad política, es decir, impulsar un camino más sólido hacia una ciudadanía comprometida con producir propuestas de cambio desde las políticas públicas hasta la vida cotidiana.
IV. CONSIDERACIONES PARA LOS DÍAS DESPUÉS DE LA MARCHA
El día 13 de agosto fue un momento muy importante, pero también es importante lo que pasará los días siguientes a la marcha. Participar en la marcha nos compromete a mantenernos unidas y en alerta constante para rechazar públicamente cualquier tipo de violencia contra las mujeres en todos los espacios en que nos desarrollamos: la casa, la calle, el trabajo, entre otros. Eso implica participar en las próximas marchas que buscan el respeto de los derechos de las mujeres y que suelen realizarse cada año.
Desde ahora en adelante tendremos que esforzarnos más para consolidar espacios de reflexión masivos para compartir nuestras experiencias y apoyarnos. Y, sobre todo, comprometernos a construir colaborativamente y desde nuestras diversidades un proyecto político que plantee propuestas claras sobre cómo erradicar la violencia contra las mujeres y cómo atender los casos de violencia cuando se presenten.
Ojalá que cuando nos pregunten si fuimos a la marcha respondamos que sí y que también vamos a ir a todas las actividades que se realicen después de la marcha para consolidar este “Ni una menos” que contiene mucho más que el llamado a una aislada movilización.
[1] Lady Guillén y una lucha que no encontró justicia. El Comercio. 10 de julio de 2016. Consulta: 7 de agosto de 2016. <http://elcomercio.pe/sociedad/lima/lady-guillen-y-lucha-que-no-encontro-justicia-cronica-noticia-1917793> Caso Arlette: así jueces defienden polémica sentencia. El Comercio. 23 de julio de 2016. Consulta: 7 de agosto de 2016. <http://elcomercio.pe/sociedad/ayacucho/arlette-contreras-jueces-ratifican-polemica-sentencia-video-noticia-1918923>
[2] Promoverán la autonomía económica de la mujer. El Peruano. 9 de agosto de 2016. Consulta: 7 de agosto de 2016. <http://www.elperuano.pe/noticia-promoveran-autonomia-economica-de-mujer-44293.aspx>
[3] LAGARDE Y DE LOS RIOS, Marcela. Enemistad y sororidad: Hacia una nueva cultura feminista. Consulta: 5 de agosto de 2016. <http://e-mujeres.net/sites/default/files/Enemistad%20y%20sororidad.pdf>
[4]LAGARDE Y DE LOS RIOS, Marcela. Pacto entre mujeres sororidad. Consulta: 5 de agosto de 2016. <http://www.asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf>
[5] PÉREZ LUÑO, Antonio-Enrique. Ciudadanía y definiciones. Consulta: 5 de agosto de 2016. <http://publicaciones.ua.es/filespubli/pdf/02148676RD34580943.pdf>
[6] KYMLICKA, Will y NORMAN, Wayne. El retorno del ciudadano. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía. Consulta: 5 de agosto de 2016. <http://eva.fcs.edu.uy/pluginfile.php/26119/mod_resource/content/0/Modulo_V/Bibliografia_Modulo_V/Kymlicka_W._y_Norman_W.El_retorno_del_ciudadano.pdf>
[7]JELIN, Elizabeth. Igualdad y diferencia: dilemas de la ciudadanía de las mujeres en América Latina. Consulta: 5 de agosto de 2016. <http://www.unida.org.ar/Bibliografia/documentos/Antropologia_Social/5_Equidad_de_Genero/Igualdad_y_Diferencia_EG_5.doc.>