Bryan H. Cillóniz Atoche
Bachiller en Derecho por la Universidad Nacional Federico Villarreal, con estudios de especialización en Políticas de Competencia, Propiedad Intelectual y Derecho del Consumidor por la Escuela Nacional del INDECOPI y con estudios de especialización en Arbitraje Comercial Nacional e Internacional por la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial y la PUCP. Actualmente se desempeña como asociado en C&C Abogados.
Año 1990, Margarita necesita un contrato de arrendamiento para su departamento, habla con su amiga de años y ella le recomienda un abogado de confianza que la puede ayudar, Margarita lo contacta, se reúne con él en su oficina, cruzan información sobre el detalle del documento, el abogado se lo entregará en 4 días para sus comentarios.
Año 2019, Margarita (Jr.) necesita un contrato de arrendamiento para alquilar su casa, para ello ingresa a una plataforma online que genera contratos de todo tipo, selecciona “contrato de arrendamiento”, rellena los datos relevantes, lo descarga y lo manda vía correo al arrendatario, este último da su conformidad, se firma el mismo día y listo.
Año 1990, Francisco es un joven abogado que está buscando doctrina y jurisprudencia para un caso interesante que le ha asignado su jefe, debe movilizarse hasta algún repositorio físico en donde pueda investigar el caso a detalle, pasar horas revisando el material en consulta, fotocopiar las páginas relevantes, regresar a la oficina y empezar a transcribir los fragmentos beneficiosos para su estrategia de caso.
Año 2019, Francisco (Jr.) Joven abogado a quien le han asignado un caso importante; para otorgarle sustento a su estrategia legal necesita buscar doctrina y jurisprudencia aplicable a su caso; para ello ingresa a una plataforma web que aloja online todo un repositorio de información relevante, distribuida por tema y con un motor de búsqueda por palabra, logra ubicar toda la información que necesita en menos de una hora, todo desde su portátil.
Año 1990, Jazmín es socia principal de un bufete de abogados, necesita facturar las horas empleadas por su equipo a su cliente, para lo cual tiene que solicitar a la administración del bufete toda la información necesaria, tales como horas de los socios, asociados y asistentes que han trabajado para dicho cliente, necesita además disgregar aquellas horas que considera no facturables de las que sí lo son, todo a “ojo de buen cubero” luego de ello factura y cobra, fin del juego.
Año 2019, Jazmín (Jr.) es socia de un bufete de abogados, el cliente ha pedido la facturación de los servicios mensuales, como siempre; ella entra a la app especializada en gestión de personal de la firma, selecciona enviar reporte facturable, escoge el cliente y listo, el sistema procesa las horas empleadas por los abogados de la firma de forma automática, discrimina aquellas horas que son verdaderamente facturables, proporciona información al cliente de cuantas horas de más empleo o cuantas ha logrado ahorrar, todo ello mientras Jazmin Jr. puede visualizar que abogado trabajó más, quien es el más productivo y cuánto dinero ha ganado o perdido en horas hombre atendiendo temas para dicho cliente.
Todo esto ¿te suena familiar?, puede que sí o no, pero supongamos por un momento que eres como Jazmin, Margarita o Francisco en el año de 1990, es evidente que no te imaginas que todas estas actividades puedan ser administradas de forma tan rápida y sencilla empleando tecnología a tal punto que el día a día en temas legales no sea un dolor de cabeza.
Pues bien, hace más de 5 años se viene experimentando una revolución en la industria legal a nivel mundial, el empleo de herramientas tecnológicas y software integrado para la prestación de servicios legales es el giro de negocio de muchas startups que están poniendo de cabeza un mercado bastante ortodoxo y con un sistema establecido del cual muchos abogados no quieren desprenderse, estas nuevas empresas llevan por nombre LegalTech.
En la actualidad son varios los países que lideran este nicho de mercado hace algo de tiempo, tales como Estados Unidos, Canadá, Australia, Reino Unido, España y más recientemente Chile o Colombia, vienen desarrollando aún más el ecosistema con ideas completamente disruptivas para el sector.
Se estima que el valor de este mercado oscila en nada menos que $ 15.9 millones de dólares americanos, en donde se incluye las grandes rondas de financiación que han visto a luz a través de la inyección de capital a emprendimientos legales, como el sonado caso de Kira Systems (empresa dedicada al procesamiento de data legal a gran escala, llamado también Big Data y al empleo del machine learning para la automatización de procesos rutinarios) que ha levantado rondas de inversión de hasta $ 50 millones de dólares americanos.
Las Legaltech saben explotar muy bien aquellos servicios legales que no implican una labor profunda de parte del abogado y que pueden ser sustituidos fácilmente con software aplicado.
Estas empresas aportan valor a partir de (i) la automatización de procesos para tareas mecánicas, que permiten al abogado focalizarse en actividades de mayor complejidad, (ii) el análisis focalizado de data relevante, lo cual aporta una mayor analítica en pro de la estrategia para un caso determinado, (iii) Ahorrar tiempo y costos que promueven una labor más competitiva – especializada, (iv) optimización de consultas del “día a día” mediante inteligencia artificial y (v) la experiencia en gestión con los clientes.
Dicha situación distribuye el mercado en dos grandes categorías, aquellos servicios prestados directamente al cliente (B2C) o aquellos servicios que son prestados a las firmas o bufetes de abogados (B2B), en ambos supuestos existe una gran demanda por este tipo de servicios, con un mayor flujo de demanda en la primera categoría por encima de la segunda.
De acuerdo a la consultora internacional líder en el mercado de la innovación (no solo en materia legal) Finnovating, los campos abordados por estas empresas han ido en crecimiento hasta nuestros días, no obstante podemos distribuirlas en siete categorías:
- Servicios legales online: tales como la absolución de consultas online o la atención de reclamaciones de todo tipo.
- Marketplaces: plataformas que contactan (inclusive por geo localización) abogados con potenciales clientes.
- Software para gestación de bufetes de abogados: gestionan la apertura y tramitación de expedientes en el bufete, así como gestiona temas administrativos, tales como los honorarios profesionales del abogado
- Generación automática de documentos legales: elaboración eficaz y rápida de contratos, acuerdos, trámites, etc.
- Research & Analytics: que van desde la búsqueda de todo tipo de información legal (como doctrina o jurisprudencia) hasta la aplicación de machine learning para el cálculo de las probabilidades de éxito de un caso.
- Crowdfunding judicial: financiación de litigios.
- Evidencia digital, otorga soporte con valor probatorio, tales como verificación de autenticidad de documentos, certificación de contratos, mails, entre otros.
Como puede verse, los ámbitos de desarrollo son inagotables; solamente hasta noviembre de 2018 la Universidad de Stanford a través de su plataforma CodeX había identificado unas 1083 iniciativas vinculadas a la innovación legal, aportando estadísticas de las LegalTech identificables de la siguiente forma:
Como puede verse, en lo sucesivo los servicios legales no serán prestados de igual forma. Ahora bien luego de este breve análisis muchos se estarán preguntando ¿será posible que la tecnología aplicada a la industria legal reemplace a los abogados? La respuesta es no (necesariamente) ya que lo que busca la tecnología es brindar una herramienta adicional a los abogados para que estos últimos prescindan del trabajo mecánico y se logren enfocar en las tareas de alto valor legal.
No obstante ello, algunos practicantes del sector han dado el grito al cielo sobre el tema, dividiendo la discusión en dos bandos, de un lado aquellos que creen que las Legaltech son una buena alternativa para la industria legal y aquellos que las ven como una verdadera amenaza que terminará por extinguir la prestación del servicio legal por abogados o en todo caso generando un abaratamiento agresivo de los precios por honorarios profesionales.
Sin embargo, sobre este último punto compartimos lo manifestado por Richard Susskind en su libro “The End Of Lawyers?”[1] quien manifiesta que definitivamente el trabajo tradicional de muchos abogados se verá mermado o eliminado; pero, al mismo tiempo, afirma que independientemente de lo anterior, el avance tecnológico también será fuente de nuevas formas de trabajo o empleo de las que conocemos hoy para los abogados.
Debido a lo polémico del tema se han ensayado sendos “experimentos” tales como el elaborado por la empresa especializada LawGeex, en donde un software de procesamiento de data se enfrentó a un grupo de veinte abogados en la revisión de errores en la regulación de cláusulas de contratos comerciales, específicamente sobre acuerdos de confidencialidad (non disclosure agreement), en donde los resultados fueron negativos para los abogados participantes quienes solo identificaron un 85% de los errores de los contratos puestos a la vista en un promedio de 51 minutos (para el caso del abogado más eficiente, la mayoría se tomó aproximadamente una hora y media) mientras que el software pudo identificar un 94% de los errores en tan solo 26 minutos, nada menos.
Otra iniciativa bastante exitosa es la ya conocida LegalTech, DoNotPay (liderada por un no abogado) que inició sus operaciones atendiendo apelaciones a multas de tránsito y que ha atendido alrededor de 375,000 casos, logrando recuperar hasta $ 16 millones de dólares por apelaciones a boletos de estacionamiento, cifra que se traduce en poco más del 50% de casos ganados por la LegalTech; recientemente ha trascendido que su CEO ampliará la rama de materias que será posible atender.
Pese a ello, no debemos perder de vista que la tecnología siempre ha mejorado la vida del abogado y las personas en general, imaginemos como hace algunos años necesitábamos de un escribano para la redacción de varios documentos (recordar aquellos digitadores a las afueras de las instituciones del Estado o el Poder Judicial) o la notificación de resoluciones judiciales o arbitrales que dependían del recurso físico y su novedosa transición a la notificación virtual a través de casillas electrónicas o de incluso el correo electrónico.
Como puede verse, estas actividades fueron perfeccionándose gracias a la tecnología, por lo que es un hecho que con el uso de mayores elementos tecnológicos se podrá automatizar procedimientos y se mejorará la prestación de los servicios legales, ya que para bien o para mal, esto favorece la libre competencia y la sofisticación de los profesionales del sector.
Por último, cabe preguntarnos si nuestro país está realmente preparado para recepcionar con buenos ojos la implementación de las LegalTech, en un contexto donde aún se mantiene el nexo abogado presencial –cliente. De nuestra parte, consideramos que sí y vivo ejemplo de ello es la elevada ratio de crecimiento que han tenido otras industrias impactadas por el empleo de recursos tecnológicos para sus servicios, como en el caso de las empresas del sector financiero (Fintech) en donde el ciudadano peruano ha logrado calar a las plataformas digitales para consumir productos que en un pasado cercano solo efectuaban presencialmente y a través de la Banca tradicional; es por ello que el sector legal tendría gran parte del camino recorrido, es tarea entonces de los abogados adecuarse prontamente a la nueva era de la innovación tecnológica – legal.
[1] SUSSKIND, Richard. The End of Lawyers? Rethinking the nature of legal services. Oxford, Nueva York. 2010, p.2.