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¿Es posible lograr la resocialización de los presos a través de la lectura?

por PÓLEMOS
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Xaviera Brandon Velasco

Asociada en Payet, Rey, Cauvi, Pérez Abogados, abogada por la Universidad de Lima y, adjunta de cátedra en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

José Miguel Molina

 Estudiante de Derecho de la Universidad San Martín de Porres y practicante del área penal en Payet, Rey, Cauvi & Pérez Abogados. Integrante del taller de procesal penal de la UNMSM “Florencio Mixán Mass”


Antes de empezar este artículo le hicimos esa pregunta a muchas personas ajenas al tema. La mayoría no encontraba la relación entre esos dos mundos. No entendían cómo un simple libro podría ayudar a un preso en el proceso de resocialización. Además, es común que surja la interrogante: ¿por qué quisieras ayudar a un preso a resocializarse? En este artículo explicaremos el cómo y el por qué.

Empecemos por la resocialización, una palabra probablemente escuchada muchas veces, pero que tal vez no entendamos por completo. El artículo IX del Título Preliminar del Código Penal establece que la pena -cualquiera de ellas- tiene tres funciones: preventiva, protectora y resocializadora. Respecto a las dos primeras, la pena busca prevenir la comisión de ilícitos penales (sin que eso signifique un ideal sin delincuencia) y, proteger a los bienes jurídicos más importantes para el Derecho Penal.

Las funciones de la pena no solo deben ser tomadas en cuenta al momento en el que son introducidas al aparato normativo a través del Poder Legislativo o aplicadas por medio de sentencias dictadas por los jueces. Consideramos de gran importancia su aplicación durante la fase de la ejecución de las sentencias con la finalidad de que estas funciones sean respetadas y garantizadas.

Respecto a la resocialización, debemos precisar que su principal objetivo es reintegrar al infractor a la sociedad. Para ello, será necesario no solo contar, sino también brindar las herramientas necesarias para lograrlo.

Ahora bien, se preguntarán ¿cuál es la relación entre la resocialización y la lectura? Creemos que es importante mencionar que el mundo de las cárceles es muchas veces completamente ajeno al ciudadano promedio. Lo vemos como una realidad totalmente apartada, oscura, como un callejón sin salida y, al que no queremos ni asomarnos. Hemos escuchado en más de una oportunidad que las cárceles en este país no tienen solución. Sin embargo, nos preguntamos si parte de esa solución estará en la población que la compone y, en los esfuerzos de los ciudadanos libres por conseguirla.

¿Qué queremos decir con esto? No estamos creando ciencia al afirmar que la gran mayoría de las personas privadas de su libertad se encuentran en la cárcel cumpliendo una condena como consecuencia de haber delinquido en el pasado. Como sabemos, la pena máxima en el Perú es de cadena perpetua, contando con una revisión de la conducta a los 35 años de cumplida la condena. Por lo tanto, salvo excepciones, los presos podrán estar en la cárcel desde 2 días hasta 35 años. Resulta evidente que dichas personas eventualmente se reincorporarán a la sociedad y, por qué no hacer algo para conseguir que salgan de la cárcel mejor de como entraron.

Si queremos tener una mejor sociedad en el futuro, debemos empezar a invertir en educación para que las cárceles no terminen siendo escuelas de la delincuencia. ¿Será posible?

Probablemente, a estas alturas muchos estén pensando en que resulta imposible conseguirlo. No obstante, somos de la idea que el acceso e impulso a la lectura juega un rol fundamental en el proceso de resocialización. Nos explicamos. ¿Por qué la lectura? En primer lugar, al incentivar que las personas recluidas lean buscamos que desarrollen habilidades que probablemente tienen “oxidadas” -o incluso no conozcan- al haber posiblemente crecido en ambientes de violencia, abandono, carencia económica y sin instalaciones suficientes para justamente explotar esas habilidades.

Asimismo, a través de la lectura se genera que estimulen y ejerciten la actividad cerebral. El leer ayuda a mejorar la comunicación entre las personas, aprender a expresar las ideas claras y estructuradamente, lograr ampliar el vocabulario a uno más surtido.

También estimula la imaginación. Varias personas que han estado en la cárcel no conocen mucho más de lo que viven ahí. A través de la lectura se conocen dos mundos: el que existe y no hemos tenido la oportunidad de visitar como ciudades, países, museos, monumentos; y, el que solo existe en la imaginación del autor y, ahora, en la del lector.

Se les da la oportunidad de conocer realidades distintas a las vividas, mantener la esperanza de que, al salir de la cárcel, podrán hacer bien las cosas y conocer todo ese mundo previamente desconocido. La lectura te permite liberar la mente del encierro en el que se encuentran, no solo físico sino también mental.

Además, la lectura permite estimular la crítica y el intercambio de opiniones e ideas con argumentos que las respalden. Genera que las personas privadas de su libertad no solo hagan algo, sino que se sepan y sientan útiles al hacerlo.

Sin embargo, sabemos que no será tarea fácil. Principalmente, debido a la situación precaria de los centros penitenciarios en nuestro país y, la poca infraestructura de estos. Estamos al tanto del grave problema del hacinamiento (el cual parece de nunca acabar), poca salubridad y condiciones de higiene, pocos espacios recreativos, carencia de incentivos para el desarrollo personal, entre otros. Además, de la gran burocracia que aqueja a las instituciones públicas peruanas.

Para graficar estas realidades, es importante recurrir a los informes del INPE. Así, para el mes de diciembre del 2019, el 21% (19,822 de internos) del universo de internos han cursado el nivel de primaria, mientras que el 68% (64,934 internos) logró alcanzar el nivel secundario. Por otro lado, la población penitenciaria analfabeta alcanza el 2% (1,489 internos), siendo la Oficina Regional Nor Oriente San Martin, la que concentra la mayor tasa de analfabetos (3.6% de su población interna regional).

Otra cifra que consideramos necesaria tomar en consideración es el porcentaje de ocupación que tenían los internos antes de ingresar a los establecimientos penitenciarios. Por ejemplo, las personas recluidas en condición de profesionales alcanzan los 2,205. Por su parte, tenemos a 2,611 que ejercían carreras técnicas (el 40,6% eran mecánicos mientras que el 21.1% eran electricistas). Finalmente, el mayor porcentaje era para los que desempeñaban oficios, entre los cuales tenemos al 28,3% que eran obreros, el 15% se dedicaba a la agricultura, el 16,2% eran conductores de vehículos y el 8,75% eran comerciantes.

Sin ser eso suficiente, se suma el porcentaje de analfabetismo de la población, la falta de motivación que debe de existir en las cárceles por hacer algo más que sobrevivir, indisciplina y, la falta de espacios adecuados para la lectura y el intercambio de ideas, supervisar y controlar que efectivamente se cumpla con nuestra finalidad, hacer seguimiento al proyecto, la corrupción dentro de las cárceles, entre muchos otros factores. No obstante, no podemos quedarnos de brazos cruzados argumentando que “no se puede hacer nada” porque “esto nunca va a cambiar”.

Si bien este artículo suena idealista, tenemos la firme convicción de que es completamente factible desarrollar programas de lectura en las cárceles. ¿Qué proponemos? Para empezar, se deben crear alianzas con instituciones públicas como el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), la Biblioteca Nacional del Perú, el Ministerio de Cultura, municipalidades, universidades o institutos, editoriales y autores de libros, así como con empresas del sector privado que crean en esta iniciativa y, quieran ser parte de ella.

Inclusive, se deben armar equipos interdisciplinarios de voluntarios que busquen conseguir una mejor sociedad: psicólogos, abogados, bibliotecarios, escritores, asistentes sociales, profesores, y un sinnúmero de profesiones que pueden contribuir con su ciencia.

Buscamos la adecuación de lugares apropiados para el acceso y promoción de la lectura. Desarrollar espacios para el diálogo, el intercambio de ideas y el compartir de lo aprendido. ¿Suena complicado? Probablemente. ¿Imposible? No lo creemos. Además, evidentemente se deberá hacer una evaluación previa respecto al nivel de comprensión lectora de las personas recluidas y, determinar quiénes califican para el programa. Luego, se deberán elaborar informes de sus progresos y, tomar en cuenta no solo a los que vienen mejorando con el tiempo, sino inclusive a quienes se encuentran lejos de ello. También se deberá considerar el tipo de lectura, el idioma, el estilo del autor, el contenido de los libros, entre otros.

Como mencionamos al inicio, buscamos dotar de herramientas a aquellos privados de su libertad con la finalidad de que sean utilizadas para convertirse en mejores personas al reinsertarse a la sociedad. ¿Para qué? Para vivir en una mejor sociedad, con personas con más valores, en una sociedad más segura y con menos violencia. Pensándolo a corto plazo, tal vez resulte difícil de visualizar. Sin embargo, pensemos en las generaciones futuras que son la esperanza de nuestro país.

En la búsqueda de ideas para implementar este proyecto, pudimos encontrar que nuestro planteamiento no es surrealista o “soñador”, como algunos lo podrían catalogar. Sin ir muy lejos, en nuestro país el Ministerio de Cultura desarrolló hace unos años junto con el INPE un programa llamado “La Libertad de la Palabra”, en el que se buscaba fomentar la lectura, la escritura y hacer circular textos de escritores peruanos dentro de los centros penitenciarios.

De manera paralela, encontramos en otros países realidades penitenciarias muy similares a la nuestra en donde las instituciones penitenciarias, junto con organizaciones no gubernamentales (ONG) y, asociaciones públicas o privadas aplican determinadas políticas a partir de la lectura.

En países como Chile, Argentina, Colombia, Brasil y España existen programas que desarrollan la lectura dentro de las cárceles a través de la implementación de bibliotecas y, de un seguimiento, supervisión y evaluación constante de los avances y mejoras de las personas privadas de su libertad.

En Brasil, el Ministerio de Justicia aprobó la Ley para la educación en las cárceles, en donde se incluyó el proyecto denominado “Redención por la lectura”. Esta norma prevé una reducción de cuatro días de prisión por un mes si el reo lograr leer un libro y escribir un texto-resumen, el cual es evaluado posteriormente por una comisión especializada.

Este proyecto fue implementado en el año 2009 en la Cárcel de Catanduvas en el Estado de Paraná y, en el año 2012 su implementación fue a nivel federal. Las cifras de este proyecto resultan más alentadoras que las planificadas, debido a que para octubre del 2013 se registraron como participantes a 2725 internos, es decir, el 15% de la población carcelaria.

Un reflejo bastante alentador es el aumento de internos dedicados a estudios en Brasil. ¿Qué queremos decir con esto? De ser un 41% en el mes de abril del 2013, pasó a un 57% en el mes de diciembre del mismo año, un incremento bastante considerable que trasciende los registros estadísticos.

Por otro lado, en Chile existe el programa “Leer te hace libre” de la Fundación “Había una vez”, que se dedica a la promoción del libro y la lectura especialmente en sectores vulnerables. En el 2015 el programa se encontraba presente en las cárceles de Rengo, Peumo y Santa Cruz.

El programa tuvo tanto éxito que en el Plan de Lectura Nacional 2015-2020 se anunció su implementación en 16 establecimientos penitenciarios, lo cual conllevó a la instalación de bibliotecas con colecciones de libros, capacitaciones al personal a cargo, desarrollo de actividades para fomentar la lectura, entre otras iniciativas circundantes al proyecto.

Hemos podido evidenciar que en las legislaciones en donde se han implementado estas iniciativas, se ha encontrado interés por parte de los internos en participar en los programas de lectura. Esto nos permite impulsar este tipo de proyectos a nivel nacional con el pronóstico que su aplicación resultará viable y, que las personas privadas de su libertad optarán por conocer y participar del mismo.

Consideramos pertinente poner en práctica algunas ideas de nuestros países vecinos, empezando por la elaboración de una encuesta para indagar sobre qué tipo de lectura sería la adecuada, contar con personas especializadas que les puedan brindar apoyo y hacerle seguimiento al programa de lectura, tal vez, concluir el programa con la elaboración de un breve documento redactado por los internos sobre los principales aspectos del libro leído y la impresión de este en sus vida.

Es decir, el proyecto de lectura en los establecimientos penitenciarios tiene como finalidad brindar una nueva alternativa a las personas recluidas en el camino a la tan ansiada resocialización.

Creemos firmemente que esta iniciativa debe ser apoyada por instituciones públicas y privadas, para lo cual será necesario dejar de lado la visión negativa y lejana sobre las cárceles. Al lidiar con un Estado poco productivo y, que durante muchos años ha dejado en abandono al sistema penitenciario peruano, consideramos vital la intervención de la sociedad civil para lograrlo. El progreso de nuestro país no solo debe estar enfocado en el fortalecimiento y mejor desarrollo de las instituciones públicas, sino también del principal activo que lo compone: su gente.

Consideramos que, si bien encontraremos obstáculos en el camino, resulta plenamente viable la implementación y desarrollo de los programas de lectura en las tan olvidadas cárceles de nuestro país. Para ello, necesitamos luchar contra el sesgo social respecto de los establecimientos penitenciarios y, por, sobre todo, contra la indiferencia de ser parte de una mejor sociedad en la que es necesaria la participación de todos para lograrlo. ¿Te unes?

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