Nicole Oré Kovacs
Psicóloga y docente en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Agradezco a Roxana Miranda y Víctor Canessa por la conversación que enriqueció este artículo.
El escándalo de las vacunas es una importante oportunidad para reflexionar acerca de la ética de la investigación y su función -o trascendencia- política. Lo que vemos aquí es una grave trasgresión a los principios fundamentales de todo trabajo científico, a saber, la búsqueda de conocimiento como un bien común. Ocurrió que, en perjuicio de la ética de investigación, lo que se hizo con las vacunas fue un claro ejemplo del ejercicio del razonamiento utilitario, que busca el propio beneficio, en desmedro de quienes están en primera línea, poniendo en peligro su vida para proteger y garantizar la supervivencia de otros. Sorprende que tal acto corrupto haya recibido el nombre de “vacunas de cortesía”, como si, en vez de tratarse de un bien público, fuesen un regalo para las élites. El nombre Vacunatorios VIP[2], acuñado por la prensa internacional a la luz de una situación bastante similar ocurrida en Argentina, nos recuerda una vez más la indolencia de ciertos personajes de la escena pública, entre ellos, ahora, renombrados académicos. Esta situación debilita la confianza en el discurso científico ante la opinión pública, desprestigiando la rigurosidad y sistematicidad de sus métodos, así como también sus invaluables implicancias sociales.
El doctor Germán Málaga fue suspendido de su rol como investigador principal de los ensayos clínicos de Sinopharm[3]. Con él, otras autoridades de renombradas universidades del país dimitieron de sus puestos o se enfrentan a sanciones administrativas avaladas por las políticas éticas y de investigación de sus respectivas casas de estudio[4]. Así, los investigadores inmunizados de manera extraoficial se enfrentan a las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, el problema no se remite únicamente a la acción individual de un grupo de sujetos a cargo de evaluar la eficacia de la vacuna, sino que devela un problema más profundo, radical y complejo, vinculado a la ética de la investigación y su degradación a favor de una lógica utilitarista. De hecho, Mateo Prochazca, en una entrevista para La República, señaló con precisión que el asunto ético se puede resumir como sigue: “Yo estoy protegido, pero contigo tiro una moneda para ver si te protejo o te pongo un placebo”[5]. Además de investigadores, la lista de 487 vacunados congrega a personajes públicos, candidatos al congreso, e incluso estudiantes, quienes también cometieron una falta ética grave que podría analizarse bajo la misma lógica.
¿Qué es la ética de investigación y por qué es tan importante? Luego del infame atropello a los derechos humanos durante la segunda guerra mundial, se instaura en 1947 el código de Nuremberg, con el propósito de establecer los principios que orienten la experimentación con seres humanos. Más adelante, en 1945, se establecen las declaraciones de Geneva y Helsinki, reafirmando los principios del código de Nuremberg y exigiendo que los potenciales participantes de estudios experimentales acepten participar voluntariamente luego de ser informados de los objetivos de investigación, las fuentes de financiamiento, los posibles conflictos de interés y la afiliación institucional de los investigadores. La trascendencia de estos códigos se materializa en una serie de artículos y reportes que presentan estándares éticos para la ejecución de estudios experimentales, entre los que se encuentran “Ethics and Clinical Reseach [Ética e Investigación Clínica]” de Henry Beecher, los “Uniform Requirements for Manuscripts Submitted to Biomedical Journals [Requisitos uniformes para manuscritos enviados a revistas biomédicas] del grupo de Vancouver, el Reporte de Belmont a cargo del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de Estados Unidos, U.S. Common Rule, entre otros. La existencia de tales documentos no corresponde a un simple requerimiento burocrático para la ejecución de una investigación. De hecho, la ética de la investigación no se reduce únicamente a la presentación y firma de un consentimiento informado. Sus principios son trasversales en cada una de las etapas, ejerciendo su influencia a todo nivel, implicando a los investigadores y participantes en un entorno de cuidado y respeto por la dignidad humana universal. Sin embargo, estos códigos representan también una firme y clara responsabilidad por parte de los investigadores para salvaguardar la integridad física y psicológica de los participantes. Para ello el investigador debe asumir una posición neutral y libre de todo interés personal que pueda restarle credibilidad a sus hallazgos. Como puede verse, aquí el problema radica precisamente en que los intereses personales anulan radicalmente una realidad: Los profesionales de la salud que trabajan en primera línea intentando salvar la vida de sus compatriotas, arriesgando su vida y la de sus familias.
Mientras cientos de peruanos mueren al día a causa del COVID-19, un grupo de personas ya se encuentra inmunizada, sin saber siquiera si la efectividad de la vacuna puede demostrarse empíricamente. Cegados por su egoísmo -o tal vez un sentido individualista de supervivencia- este círculo ha sido capaz de degradar una investigación rigurosa y altamente compleja. Este acto nos demuestra dos áreas críticas de nuestra realidad: (1) cómo la satisfacción desmedida de los intereses individuales deteriora el bienestar general y (2) la trascendencia política de la investigación científica (para quienes piensan que los bienes epistémicos sólo se circunscriben a la esfera académica). Este último punto es especialmente crítico pues es parte del sentido común asumir que la investigación se ciñe únicamente al ámbito académico y no tiene incidencia práctica. Nada más alejado de la realidad.
Así pues, el ideal de objetividad propio del método científico, catalogado como sacro, perfecto, que no se somete a cuestionamientos, enfrenta hoy un gran reto: Recuperar su credibilidad ante la población peruana. Esto se aúna con el rechazo al intelectualismo imperante en el discurso populista, negacionista y conspirativo. El problema es grave y la injusticia evidente. Por ello, nuestra responsabilidad como investigadores nos exige defender ahora más que nunca la ética de la investigación, trascendiendo a la burocracia propia del proceso y situándonos en los principios fundamentales de toda investigación: la aspiración al conocimiento y el bien de los seres humanos.
[2] El País (20/02/2021). Las ‘Vacunas VIP’ abren una crisis política en Argentina. https://elpais.com/internacional/2021-02-20/las-vacunas-vip-abren-una-crisis-politica-en-argentina.html
[3] Gestión (17/02/2021). UPCH suspende a Germán Málaga de los ensayos clínicos de Sinopharm. Extraído de: https://gestion.pe/peru/vacunagate-upch-suspende-a-german-malaga-de-los-ensayos-clinicos-de-sinopharm-nndc-noticia/
[4] Gestión (18/02/2021). Ex Viceministro Luis Suarez Ognio renunció a la UPC tras vacunación irregular. Extraído de https://gestion.pe/peru/politica/vacunagate-exviceministro-de-salud-luis-suarez-ognio-renuncio-a-la-upc-tras-vacunacion-irregular-covid-19-nndc-noticia/?outputType=amp&__twitter_impression=true&fbclid=IwAR1YSOitG2yStnP5qtKm3QuoujNgtks8S5dYnNhshd1pxHOXDTTPSD4D7b4
[5] La República (21/02/2021). Entrevista a Mateo Prochazca. Extraído de: https://larepublica.pe/sociedad/2021/02/21/mateo-prochazka-lo-que-se-ha-cometido-es-una-falta-etica-tremenda/