Gonzalo Gamio Gehri [1]
Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid, España)
Hace algunas semanas estuvo en cartelera la extraordinaria película A Hidden Life (2019), dirigida y escrita por Terrence Malick. Narra la historia de Franz Jägerstätter, un campesino austriaco de confesión católica que se negó a jurar lealtad a Hitler, rechazó la anexión de Austria a Alemania y se negó a luchar del lado de los nazis. La objeción de conciencia que formuló – en contra de la opinión de amigos cercanos, e incluso de algunas autoridades civiles y eclesiásticas del lugar – lo llevó a ser torturado y finalmente ejecutado por el régimen. En 2007 la Iglesia de Roma, en la persona de Benedicto XVI, dispuso su beatificación. El testimonio de su vida y de su muerte es sin duda el de un mártir y un profeta.
La película se concentra en el enorme coraje de Jägerstätter, así como la fortaleza de su pensamiento. No era un intelectual – era un hombre dedicado al trabajo y a la naturaleza -, pero era claro y firme en sus convicciones. Condenaba la invasión nazi de naciones autónomas, así como la práctica del odio racial y la persecución de personas por razones religiosas o ideológicas. Por asumir esa posición, él y su familia fueron objeto de maltratos y vejaciones por parte de sus vecinos, inflamados por la retórica totalitaria de Hitler. Finalmente, fue apresado, sometido a un proceso injusto y condenado a muerte. Tenía solamente 36 años.
La historia de Jägerstätter constituye una expresión del sentido profético, una contribución decisiva de la tradición judeo-cristiana a la ética y a la política. Los libros proféticos de la Biblia encarnan una genuina y poderosa defensa de la justicia para los más débiles. Más allá de su origen religioso, considero que la profecía puede proyectarse hacia tiempos seculares como los nuestros y encarnarse en la acción de personas que no tienen “un compromiso cognitivo con Dios” (C. West), pero que le dan prioridad al ejercicio de la compasión y la justicia como claves para orientar sus vidas. El sentido profético considera tres elementos fundamentales. En primer lugar, una visión de la historia leída desde el sufrimiento de las víctimas de la violencia, incluyéndose bajo ella la exclusión económica, la opresión política y la discriminación por el color de la piel, la clase, o el género. En lugar de interpretar la historia desde las grandes gestas militares, o desde los conflictos políticos y económicos, los profetas concentraron su atención en la injusticia perpetrada contra los más pequeños.
En segundo lugar, la búsqueda de la metánoia, la transformación de nuestro modo de pensar y de sentir. Un cambio intelectual y actitudinal. Ello supone en este caso abandonar el punto de vista del propio interés y asumir una perspectiva empática y abierta a comprender el predicamento de quien padece injusticia para actuar en su favor. En tercer lugar, el cuidado de la parrhesía, una importante y extraña virtud bíblica, consistente en la disposición valerosa a hablar con veracidad y sentido de justicia aún en situaciones de radical adversidad, incluso en medio de la hostilidad de quienes detentan el poder. Jesús ante Pilato, Juan el Bautista frente a Herodes, Tomás Moro dirigiéndose al tribunal que lo condenó a muerte. Todos ellos perseveraron en hacer valer su palabra frente a decisiones autoritarias.
Franz Jägerstätter cultivó la parrhesía al apelar a la objeción de conciencia para evitar participar en una guerra injusta y para denunciar al régimen nazi. Tenía todo un aparato estatal totalitario en su contra, y eligió actuar con corrección. Incluso ciertas autoridades civiles y eclesiásticas le sugirieron hacer el juramento, aún si no creía en él, anteponiendo su bienestar y el de su entorno más próximo. Sin embargo, prefirió preservar su posición para honrar las exigencias de la justicia. La profecía demanda ir más allá del cálculo costo -beneficio como regla de acción. En tiempos del más exacerbado individualismo, su perspectiva ética y política constituye un ejemplo para quienes quieren convertir el mundo en un lugar mejor donde vivir.
[1] Actualmente es profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es autor de los libros Tiempo de Memoria. Reflexiones sobre Derechos Humanos y Justicia transicional (2009) y Racionalidad y conflicto ético. Ensayos sobre filosofía práctica (2007). Es autor de diversos ensayos sobre filosofía práctica y temas de justicia y ciudadanía publicados en volúmenes colectivos y revistas especializadas del Perú y de España.