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La identidad tribal: ¿Por qué es difícil hablar de política con otras personas?

por PÓLEMOS
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Ulises Bautista Quispe

Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Magíster en Derecho con mención en Derecho Civil y Comercial por la UNMSM. Docente en el curso de Derecho Civil Patrimonial del Centro de Educación Continua y Gestor de la Maestría en Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú.


¿Te resulta difícil hablar de política con otras personas? No eres el único. Con frecuencia, este tema desencadena emociones fuertes que toman el control y, a veces, incluso terminan las amistades. Hablar de política con otros parece tan impertinente como decir que el equipo de fútbol con el que el otro se identifica no es bueno. ¿Por qué es difícil hablar de política y cómo podemos mejorar esta situación?

Para empezar, tradicionalmente, las formas de gobierno se clasifican como de derecha o de izquierda, a partir de una anécdota en la asamblea francesa de 1789. Se atribuye a la derecha la búsqueda de una mayor libertad y un Estado más reducido para promover la inversión privada; mientras a la izquierda, una mayor igualdad, incrementar el tamaño del Estado y una mayor distribución de ingresos.

El lenguaje, también, reduce las formas de gobierno a esas dos categorías; de manera que las demás preferencias son absorbidas en estas, como dos polos opuestos en los que es posible encontrar graduaciones. Dada su amplitud y considerando que la política se relaciona con los asuntos cotidianos de la economía, la justicia, la seguridad, la distribución de riqueza, etc., tendemos a identificarnos con alguna de esas categorías.

Aunque algunos estudios sugieren que, genéticamente, de acuerdo con nuestra aversión a los riesgos, tendemos a identificarnos o con la derecha o con la izquierda, no es el único factor que se debe tomar en cuenta. Las preferencias políticas son el resultado de una interacción compleja entre factores biológicos, culturales, sociales y de experiencia personal que cambian con el tiempo (Haidt, 2019, pp. 399- 400). La inclinación de pertenecer a un grupo tiene raíces profundas. Está programada en nuestra mente tribal; es un reflejo natural que permite nuestra supervivencia grupal. La evolución lleva a que se creen identidades por similitud de preferencias, lo que incrementa las probabilidades que unos grupos sobrevivan frente a otros (Mayr, 2016, pp.  274-276; Aguado, 2022, p. 93). Por ello, la necesidad de defender nuestra «tribu» ante cualquier amenaza.

Esta tendencia natural a identificarnos con una «tribu» crea una identidad moral: un «nosotros» frente a un «ellos», lo cual nos une y nos ciega; en el sentido, que solemos ser absorbidos por las comunidades tribales y ser cegados cuando hablamos de nuestros «objetos sagrados» (Haitd, 2019, p. 441). En esa línea, hay estudios que demuestran que exageramos los méritos cuando hablamos de «nosotros» e infravaloramos cuando hablamos de «ellos» (Sapolski, 2018, digital). Los miembros de la «tribu» pueden acceder a información objetiva, pero la desestiman si va contra su identidad política; por ejemplo, si una información les muestra que determinado país con el cual tienen cierta identidad es una dictadura, la niegan; o si una información muestra que el libre mercado sin regulación no funciona, la rechazan. Se crean un montón de excusas para defender su posición o deslegitimar la información que no les agrada.

Esto no ocurre si el tema que se discute no involucra la identidad política. Por ejemplo, si se informa qué planeta está más cerca de la tierra o qué plato de comida los peruanos valoran como más delicioso, se acepta y no se inventan excusas. Dar por cierta esta información no compromete la lealtad asumida ni amenaza la identidad tribal. En ese sentido, prevalece el razonamiento lógico. Las identidades tribales en la política se presentan con distintos grados de compromiso; desde quienes simpatizan con la derecha o con la izquierda hasta quienes tienen una fe ciega por alguno de estos grupos. De acuerdo con el compromiso, la identidad política influye en nuestro comportamiento y en la manera como percibimos e interpretamos el mundo.

Cuando se asume un compromiso político, y especialmente si es público, experimentamos presiones personales e interpersonales para ser congruentes, incluso si no es nuestra mejor opción (Cialdini, 2014, pp. 69 y 72). Esta necesidad de afirmar nuestras creencias y prejuicios grupales se debe a que la coherencia es un valor grupal que promueve la interacción social (Aguado, 2022, pp. 81 y 239). Esta situación explica la polarización de la sociedad: una guerra de identidades políticas entre la derecha y la izquierda; especialmente en tiempos en que la información especulativa y no corroborada circula con facilidad por las redes sociales, donde los algoritmos de estas últimas favorecen una información selectiva de acuerdo con nuestra preferencia, lo que reafirma nuestra identidad tribal.

En resumen, la tendencia a la identidad política, especialmente cuando hay un compromiso y está en riesgo la identidad, causa una rigidez cognitiva que nos lleva muchas veces a un comportamiento emocional profundo. Como resultado, nuestra mente tribal nos lleva a crear una polarización de un «nosotros» contra «ellos» (los de la derecha contra los de la izquierda) y a la poca disposición a dialogar con los que piensan u opinan diferente.

Conscientes de nuestra tendencia natural a la necesidad de pertenecer e identificarse con un grupo político ¿cómo podemos hablar sobre política de manera constructiva con otra persona y cómo ello podría ayudar a los políticos para llegar a un consenso? A continuación, algunas propuestas.

En primer lugar, debemos tomar una posición más crítica para evitar los sesgos influenciados por la identidad política; solo siendo conscientes de nuestros sesgos podemos combatirlos y buscar estrategias para atenuar su impacto. Por ejemplo, en lugar de dar una respuesta automática, debemos seguir un método que permita reflexionar nuestras ideas analizando su impacto, a corto y a largo plazo, en el país.

En segundo lugar, debemos abandonar la dicotomía de la derecha y la izquierda como formas de gobierno. La política actual no se fundamenta en la ideología de estas categorías, sino en si los actos de gobierno funcionan o no en la vida real. La política es experimental; se sabe qué propuestas han funcionado en otros países (hay más de 190 países). Mantener la clasificación de derecha o izquierda solo aumenta de manera innecesaria la polarización en la sociedad.

En tercer lugar, mientras exista, debemos ser flexibles y respetuosos con la identidad política de los demás para permitir el diálogo y la deliberación; ello implica no ofender a los que se identifican con una forma de gobierno que no se comparte ni humillarlos. De lo contrario, se genera una reacción irracional de sus simpatizantes, como diría Norberto Bobbio, «el dialogo puede surgir solamente cuando el enfrentamiento termina (…)» (2017, p.18).

En cuarto lugar, debemos proyectar una identidad superior que nos integre más allá de la identidad política de derecho o de izquierda. De esta manera, aprovechando nuestra tendencia tribal, se puede proyectar una identidad que nos integre antes que nos separe. Así sucede, por ejemplo, cuando la selección nacional de fútbol nos representa; bajo una misma identidad desplazamos nuestra preferencia por otros equipos.

En quinto lugar, centrarnos en los problemas y argumentos de fondo, y no en la identidad política de quienes proponen las ideas; esto implica una deliberación de ideas y no de si esta proviene de la derecha o de la izquierda. Como señala una frase atribuida a Deng Xiaoping, líder político chino entre 1978 y 1989, «no importa si el gato es negro o blanco, lo importante es que atrape ratones».

Por último, la regulación jurídica de la realidad debe partir de nuestra tendencia natural al tribalismo para llegar a un mejor diálogo y deliberación cuando está de por medio un interés colectivo. Por ejemplo, regular mecanismos jurídicos que disminuyan la polarización cuando de por medio está el compromiso identitario. La inteligencia de la regulación está en modificar las conductas indeseadas y limitar aquellas que restrinjan la racionalidad en la política.


 Bibliografía

Aguado, L. (2022). La mente de la tribu: luces y sombras del cerebro social. Madrid: Alianza editorial.

Bobbio, N. (2017). El oficio de vivir, de enseñar, de escribir. Conversación con Pietro Polito (A. Greppi, Trad.). Madrid: Editorial Trotta.

Haidt, J. (2019). La mente de los justos: por qué la política y la religión dividen a la gente sensata (A. García Maldonado, Trad.). Barcelona: Deusto.

Mayr, E. (2016). Así es la biología (J. M. Ibeas, Trad.). Barcelona: Debate.

Sapolski, R. (20 de setiembre de 2018). Por qué tu cerebro odia a los demás (P.P. González, Trad.). Letras libres. https://letraslibres.com/author/robert-sapolsky/

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