El trabajo decente del siglo XXI

El trabajo decente del siglo XXI

Belén Alonso-Olea García  

Letrada de la Administración de la Seguridad Social (España) y profesora titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad  Nacional de Educación a Distancia (UNED)


El concepto de trabajo decente fue acuñado en 1999 por el Director General de la OIT,  JUAN SOMAVÍA, cuando presentó su Memoria “Trabajo decente” en la Sesión 87ª de  la Organización Internacional del Trabajo (OIT). No lo definió, entre otros motivos  porque fue producto de un amplísimo proceso de consultas, pero sí que tenía claro  que es “un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado,  un buen trabajo o un empleo digno”.  

En su libro El Trabajo decente: Una lucha por la dignidad humana, SOMOVÍA parte de  tres convicciones que sustentan el paradigma del trabajo decente:  

1) El trabajo no es una mercancía, “no se puede tratar el trabajo como un producto  más al que asignamos un valor de mercado”.  

2) El concepto de trabajo decente depende de cómo lo definan las personas, “tiene  que ver más con lo que el propio entorno social percibe como un avance decente” y el  concepto de decencia “está presente en todo tipo de sociedades, pero no responde a  una norma uniforme”, por lo tanto, “es flexible y evoluciona”.  

3) El trabajo es fuente de dignidad, de estabilidad familiar y de paz social, “casi todas  las tradiciones espirituales y religiosas reconocen que el trabajo es fuente de dignidad  personal”, “las personas se sitúan en una sociedad según su relación con el trabajo. El  trabajo guarda relación con las necesidades de la sociedad y sobre todo con las  necesidades de la familia, por lo que es fuente de estabilidad familiar…Una comunidad  que trabaja es una comunidad en paz, mientras que una comunidad en la que el  trabajo escasea es una amenaza para la paz. La tensión y la beligerancia son mucho  mayores en sociedades con desempleo desmesurado, subempleo o condiciones de  trabajo precarias, como se observa en algunos países en desarrollo”. En suma, “no se  puede tratar al trabajador como si fuese un factor de producción más en el mercado. A  fin de cuentas, el trabajador que en el proceso productivo representa un costo es a la  vez un ser humano cuyo trabajo es fuente de dignidad personal y de bienestar familiar.  Esto no debería olvidarse jamás”.  

Estas tres convicciones integran y presiden su Memoria en la que, igualmente,  expresa que un trabajo decente “es sinónimo de trabajo productivo, en el cual se  protegen los derechos, lo cual engendra ingresos adecuados con una protección social  apropiada. Significa también un trabajo suficiente, en el sentido de que todos deberían  tener pleno acceso a las oportunidades de obtención de ingresos. Marca una pauta  para el desarrollo económico y social con arreglo a la cual pueden cuajar la realidad  del empleo, los ingresos y la protección social sin menoscabo de las normas sociales y  de los derechos de los trabajadores”. Sensu contrario, “no es decente el trabajo que se  realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no  permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de  género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel  que excluye el diálogo social”.  

Desde entonces, el concepto de trabajo decente de la OIT se ha venido consolidando  y caracterizando por cuatro objetivos estratégicos inseparables, interrelacionado, que  se refuerzan mutuamente puesto que la falta de promoción de cualquiera de ellos  menoscaba el logro de los demás. Grosso modo, se traducen en: 

1) Las oportunidades de empleo, es decir, promover el empleo creando un  entorno institucional y económico sostenible en cuyo marco las personas puedan  adquirir y actualizar las capacidades y competencias que necesitan para poder  trabajar de manera productiva en aras de su propia realización personal y el bienestar  común; significa que todas las empresas, tanto públicas como privadas, sean  sostenibles para hacer posible el crecimiento y la generación de mayores  oportunidades y perspectivas de empleo e ingresos para todos; se traduce, asimismo,  en que la sociedad pueda conseguir sus objetivos de desarrollo económico y de  progreso social así como alcanzar un buen nivel de vida, cuestiones, todas ellas  relacionadas con el denominado empleo verde. Para ello, es imprescindible que se  den soluciones a la economía sumergida, que se produzca la necesaria transición de  la economía informal a la economía formal, y así poder alcanzar un desarrollo  incluyente y hacer efectivo el trabajo decente para todos.  

2) El respetar, promoción y aplicación de los principios y derechos fundamentales  en el trabajo, con especial énfasis en la abolición efectiva del trabajo infantil y del  trabajo forzoso u obligatorio en todas sus formas -trabajo o servicio exigido a un  individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se  ofrece voluntariamente-; la garantía de la libertad de asociación y el derecho a  negociación colectiva; y la erradicación de la discriminación contra todas las mujeres y las niñas, sin dejar atrás a colectivos como jóvenes, personas con discapacidad,  inmigrantes y, los olvidados -incluso, no explícitamente mencionados en la Agenda  2030-, las personas mayores, los más afectados por esta pandemia que nos acosa, la  Covid-19.  

3) La protección social entendida en una triple vertiente que comprende: la  ampliación de la seguridad social desde el punto de vista subjetivo y objetivo,  medidas para proporcionar ingresos básicos a quienes lo necesiten y para responder  a las nuevas necesidades e incertidumbres generadas por la rapidez de los  cambios tecnológicos, sociales, demográficos y económicos; condiciones de trabajo  saludables y seguras; medidas en materia de salarios –en especial, el mínimo vital-,  horas y otras condiciones de trabajo destinadas a garantizar una justa distribución de  los frutos del progreso.  

4) El diálogo social y el tripartismo para así adaptar la aplicación de los objetivos  estratégicos a las necesidades y circunstancias de cada país; traducir el desarrollo  económico en progreso social y el progreso social en desarrollo económico; facilitar la  creación de consenso respecto de las políticas nacionales e internacionales que  inciden en las estrategias y programas en materia de empleo y trabajo decente;  fomentar la eficacia de la legislación y las instituciones laborales, en particular  respecto del reconocimiento de la relación de trabajo, la promoción de buenas  relaciones laborales y el establecimiento de sistemas eficaces de inspección del  trabajo.  

Cada uno de estos objetivos cumple, además, una función en el logro de metas más  amplias: la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la  democracia, el desarrollo integral y la realización personal. En el cumplimiento de los  mismos, la igualdad de género figura como un objetivo transversal.  

Se han afianzado al ser asumidos por la OIT, ya no solo con sus convenios y  recomendaciones, sino también al ser recogidos en sus Declaraciones: la relativa a los  principios y derechos fundamentales en el trabajo y su seguimiento, adoptada por la  Conferencia Internacional del Trabajo en su 86ª sesión (1998); sobre la justicia social  para una globalización equitativa, adoptada por la Conferencia Internacional del  Trabajo en su 97ª reunión (2008); y en la última de ellas, la del centenario de la OIT,  para el futuro del Trabajo, adoptada por la Conferencia Internacional del Trabajo en su  108ª reunión (2019).

Es este trabajo decente el que se ha introducido, incrustado, de lleno en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible aprobada por la Resolución de la Asamblea  General de Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015 figurando, explícitamente,  como uno de sus objetivos, el 8, que leva por rúbrica “Promover el crecimiento  económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo  decente para todos”, en realidad, en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),  debido a su actuación y carácter transversal: 1) Fin de la pobreza. 2) Hambre cero. 3)  Salud y bienestar.4) Educación de calidad. 5) Igualdad de género. 6) Agua limpia y  saneamiento. 7) Energía asequible y no contaminante. 8) Trabajo decente y  crecimiento económico. 9) Industria, innovación e infraestructura. 10) Reducción de las  desigualdades. 11) Ciudades y comunidades sostenibles. 12) Producción y consumo  responsable. 13) Acción por el clima. 14) Vida submarina. 15) Vida de ecosistemas  terrestres. 16) Paz, justicia e instituciones sólidas. 17) Alianzas para conseguir los  objetivos. De esta forma, se abarca las tres dimensiones de la sostenibilidad: la  económica, la social y la medioambiental porque dichos objetivos tratan de  responder a la amenaza del cambio climático, de lograr la igualdad de género, de  mejorar la salud y de erradicar la pobreza. De esta manera, aparece reconocido  explícitamente el papel central del trabajo decente “como instrumento y objetivo de  desarrollo sostenible y, por consiguiente, como una oportunidad sin precedentes  para lograr la participación no sólo de los Estados Miembros, sino también de otras  organizaciones del sistema multilateral, en su promoción” (Plan estratégico de la OIT  para 2018-2021). Su inclusión en la Agenda 2030 refleja el entendimiento de la  comunidad internacional de que el trabajo decente es a la vez un medio y un fin en  la consecución de las tres dimensiones del desarrollo sostenible.  

Estos 17 ODS son de carácter integrado e indivisible, de alcance mundial y de  aplicación universal. Tienen en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles  de desarrollo de cada país y respetan sus políticas y prioridades nacionales. Sus  metas expresan las aspiraciones a nivel mundial; en concreto, las de trabajo decente  son: (8.1) Mantener el crecimiento económico per cápita de conformidad con las  circunstancias nacionales y, en particular, un crecimiento del producto interno bruto de  al menos el 7% anual en los países menos adelantados. (8.2) Lograr niveles más  elevados de productividad económica mediante la diversificación, la modernización  tecnológica y la innovación, entre otras cosas centrándose en los sectores con gran  valor añadido y un uso intensivo de la mano de obra. (8.3) Promover políticas  orientadas al desarrollo que apoyen las actividades productivas, la creación de  puestos de trabajo decentes, el emprendimiento, la creatividad y la innovación, y  fomentar la formalización y el crecimiento de las microempresas y las pequeñas  y medianas empresas, incluso mediante el acceso a servicios financieros. (8.4)  Mejorar progresivamente, de aquí a 2030, la producción y el consumo eficientes  de los recursos mundiales y procurar desvincular el crecimiento económico de la  degradación del medio ambiente, conforme al Marco Decenal de Programas  sobre Modalidades de Consumo y Producción Sostenibles, empezando por los  países desarrollado. (8.5) De aquí a 2030, lograr el empleo pleno y productivo y el  trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las  personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de  igual valor. (8.6) De aquí a 2020, reducir considerablemente la proporción de  jóvenes que no están empleados y no cursan estudios ni reciben capacitación. (8.7)  Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a  las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la  prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el  reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al  trabajo infantil en todas sus formas. (8.8) Proteger los derechos laborales y promover  un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos  los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos precarios. (8.9) De aquí a 2030, elaborar y poner en práctica políticas  encaminadas a promover un turismo sostenible que cree puestos de trabajo y  promueva la cultura y los productos locales. (8.10) Fortalecer la capacidad de las  instituciones financieras nacionales para fomentar y ampliar el acceso a los servicios  bancarios, financieros y de seguros para todos, dividida en dos subapartados 8.a)  aumentar el apoyo a la iniciativa de ayuda para el comercio en los países en  desarrollo, en particular los países menos adelantados, incluso mediante el  Marco Integrado Mejorado para la Asistencia Técnica a los Países Menos  Adelantados en Materia de Comercio .8.b) de aquí a 2020, desarrollar y poner en  marcha una estrategia mundial para el empleo de los jóvenes y aplicar el Pacto  Mundial para el Empleo de la Organización Internacional del Trabajo (Agenda 2030).  

Los países, como Estados soberanos, han de fijar sus propias metas nacionales –tan  diferentes y diversas- sobre su riqueza, recursos y actividad económica pero, en esta  consecución, han de tener en cuenta y desarrollar los ODS. No solo los gobiernos sino  también “las organizaciones internacionales, el sector empresarial y otros agentes no  estatales y particulares deben contribuir a modificar las modalidades insostenibles de  consumo y producción, incluso, movilizando todas las fuentes de asistencia  financiera y técnica para fortalecer la capacidad científica, tecnológica y de  innovación de los países en desarrollo con el fin de avanzar hacia modalidades  de consumo y producción más sostenibles” (Agenda 2030). Sin esta premisa es  imposible comprender la Agenda 2030, basada en el multilateralismo porque el  mundo es (cada vez más) global, porque las cadenas de suministros son (cada vez  más) internacionales, porque (cada vez más) las empresas consideran que los ODS  son parte integrante de su estrategia de crecimiento y competitividad y, sobre todo,  porque (cada vez más) los consumidores están más informados y reclaman otro  consumo no basado en la obsolescencia programada sino en las tres R: Reutilizar,  Reparar y Reciclar.  

Se es consciente de que cada país se ha de enfrentar -más en una época como la  actual marcada por la Covid-19-, a sus propios y específicos desafíos en la búsqueda  de este desarrollo sostenible. Como señala el Documento de Reflexión de la Comisión  Europea: Hacia una Europa Sostenible en 2030, “modernizar nuestro modelo  económico, resolver los problemas sociales que se plantean y seguir fomentando y  promoviendo una firme cooperación multilateral basada en normas es una tarea  colosal”, pero éste es el gran reto, considero imparable, que debemos asumir como  personas, grupos, sociedades, estados y ciudadanos de una patria universal, entre  ellos, el de mejorar las condiciones laborales y de protección social, fundamentos del  trabajo decente. Quizá lograrlo sea una utopía pero me he criado en una premisa: “el  trabajo dignifica al hombre” (ALONSO OLEA). Pasamos De la servidumbre al contrato  de trabajo; ahora nos toca, en el siglo XXI y venideros, transitar hacia el trabajo  decente.  

 Madrid, 19 de octubre de 2020 


 El presente trabajo se inserta en el proyecto de investigación concedido por el  Ministerio de Ciencia e Innovación (PID2019-108628GB-I00) sobre ‘Condiciones de  trabajo decentes en el marco de la Estrategia de Transición Justa’.