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El Conflicto en Siria, el Estado Islámico y su Impacto en Europa

por PÓLEMOS
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Javier Alcalde

Ph.D en Asuntos Internacionales por la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Director del programa de Estudios Latinoamericanos del Centro Miller de la Universidad de Virginia. Profesor asociado del Departamento Académico de Ciencias Sociales y coordinador de la especialidad de Relaciones Internacionales de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas PUCP.

En las últimas semanas, los europeos se dieron cuenta de manera muy dolorosa que los conflictos en el Medio Oriente arrojan para ellos consecuencias directas, cruentas y perturbadoras.  El atroz episodio terrorista de  París (del 13 de noviembre) y las migraciones masivas de refugiados, uno de los mayores desafíos que ha enfrentado hasta ahora la Unión Europea, los han hecho descubrir repentinamente una  dura realidad que no muestra visos de pronta superación.

No se trata, sin embargo, de las manifestaciones de una nueva conflagración mundial, de una exacerbación del choque de civilizaciones o del gran conflicto que alumbraría un nuevo orden internacional. En el caso de las migraciones, el origen principal es la conversión de Siria en un campo abierto de bombardeos internacionales, creado, primero, por los designios de derrocar a Assad  y,  luego, destruir al Estado Islámico. En el caso de los sucesos de París, estos han sido una represalia salvaje del Estado Islámico a los bombardeos que Francia venía realizando en Siria.

Al momento de los ataques en Paris, Francia era el único estado de la UE que estaba bombardeando al EI en Siria, sin tener de por medio ningún interés vital. Recordemos también que cuatro años antes, en el 2011,  el gobierno francés envió tropas a Libia, violando la prohibición del Consejo de Seguridad de una intervención por tierra.  Sarkozy y Cameron se fotografiaron, triunfalistas, como los líderes del derrocamiento de Gaddafi, el cual traería no solo la anarquía y el caos a Libia sino también  la apertura de un trampolín para las migraciones masivas a Europa.

Visiones de corto plazo, maniobras con fines políticos internos, intentos de resucitar  roles propios de grandes potencias,  parecen haber sido móviles importantes en estas acciones. Sin embargo, en el caso del gobierno francés, éste ha hecho pocos esfuerzos, en su propio territorio, por mejorar la deplorable situación de extensas zonas suburbanas pobladas mayormente por musulmanes descontentos e inasimilados; esto ha  creado  una situación de vulnerabilidad en el país.

Hace diez años, en 2005, hubo tres semanas memorables de disturbios en varias ciudades francesas, sobre todo en algunos suburbios de Paris. Estos desmanes dejaron, entre otros destrozos, más de  9000 autos incendiados. La policía fue incapaz de controlar a las turbas, compuestas esencialmente por  jóvenes musulmanes, hijos de inmigrantes, resentidos por la discriminación, el desempleo y las malas relaciones con las autoridades.

El fundamentalismo islámico, es decir la  afirmación de valores religiosos tradicionales frente a la modernización planteada por Occidente, es un gran movimiento histórico que viene a cumplir un rol similar a los que cumplieron previamente  el nacionalismo y el comunismo como ideologías de defensa contra la intromisión, abusos y explotación de Occidente en el Medio Oriente, Asia y África. Los grupos yihadistas son la expresión beligerante del fenómeno.

Hoy en día, muchos jóvenes musulmanes se sienten atraídos al Estado Islámico, vanguardia de la Yihad,  impulsados por sus profundos resentimientos derivados especialmente de las invasiones de Afganistán e Irak y, en el caso de los que viven en Occidente, por su falta de asimilación en las sociedades europeas.

En 2003, EEUU, al ocupar Irak, favoreció la formación de un régimen chiita, sometido a Washington, que  fue rechazado por los sunitas iraquíes y en particular por los yihadistas sunitas. Este gobierno tuvo un comportamiento sectario, permitiendo que las milicias chiitas controlaran el ejército iraquí  y que  escuadrones de la muerte operaran impunemente contra los sunitas

El jefe supremo de la ocupación norteamericana, Paul Bremmer, determinó la disolución del partido Baath, de Saddam Hussein, la agrupación política dominante. Purgó también las altas capas de la administración pública y desmovilizó al ejército; con esto, virtualmente liquidó las estructuras de autoridad del país al mismo tiempo que alienó a un  grupo considerable de personas preparadas e influyentes que habían estado encargadas del ejercicio del poder.

A partir de 2006, el líder yihadista al Bagdadi, cabeza del Estado Islámico, fue ganando la simpatía y el apoyo de dirigentes baazistas, de ex-militares iraquíes y de la agraviada comunidad sunita. Los campos de concentración montados por EEUU en el norte de Irak para los enemigos de la ocupación sirvieron como verdaderos centros de reclutamiento, adoctrinamiento y entrenamiento del Estado Islámico.

Al mismo tiempo, en Siria, a partir del 2005, Washington (contrariamente a la versión dominante que dice que pecó por omisión) comenzó a desarrollar la Middle East Partnership Initiative,  financiando las  actividades de  grupos de oposición al presidente  Assad, por ser aliado de Irán y Rusia y enemigo de Israel. Lo hacía en el marco de su radical nueva política de “cambios de régimen” en el Medio Oriente.

En los años siguientes, Arabia Saudí  y los estados del Golfo Arábigo, especialmente Qatar, en su lucha contra Irán, fortalecieron con dinero, equipos y armas al Estado Islámico, con el propósito de destruir a los regímenes de Siria e Irak.  El Departamento de Estado de EEUU señaló en 2009 que Arabia Saudí, difusora internacional del radical wahabismo, era la principal fuente de financiamiento de los grupos terroristas sunitas en el mundo.     

EEUU vio al Estado Islámico como un elemento que podía debilitar a Al Qaeda, que era su gran enemigo del momento. Por eso, observó sin mayor preocupación su fortalecimiento desde 2011 con el estallido de la guerra civil en Siria.   

Por su parte, el gobierno turco permitía el ingreso a través de sus fronteras de miles de yihadistas a engrosar el EI, para acelerar caída del régimen enemigo de Assad; así también, a través de los avances del EI,  impediría la consolidación del Kurdistan sirio, la cual amenazaba empoderar a los kurdos turcos.  Erdogan comenzó a modificar significativamente su posición por el ataque terrorista del EI en Ankara, en 2015.

A raíz de los sucesos de París (noviembre 2015), se pensó que podría formarse una gran coalición anti-terrorista contra el Estado Islámico; hoy en día, esto parece sumamente problemático, así como la perspectiva de una derrota total del EI, sin que se consiga montar una ofensiva terrestre. 

En la actualidad, hay más de 60 países comprometidos en los bombardeos en Siria e Irak, integrados en  tres coaliciones lideradas respectivamente por EEUU, Rusia y, la más reciente, por Arabia Saudí. Los bombardeos se hacen de manera más bien indiscriminada, sin ninguna medida para proteger a la población civil, por lo que agravarán la destrucción de Siria e Irak  y aumentarán en las poblaciones el odio a las potencias externas.

A consecuencia de los bombardeos, se han distendido las relaciones de Occidente con Rusia, porque ésta ha asumido la actitud más resuelta y eficaz entre las grandes potencias en los ataques contra el EI. También parece avanzar la reasimilación de Irán en el orden regional, ya que éste posee las fuerzas que permitirían impulsar una ofensiva terrestre.

Estados Unidos, hasta hace muy poco, dividía sus esfuerzos en Siria entre apoyar la rebelión contra Assad y combatir al EI. En la actualidad, con un mayor compromiso en la lucha contra el EI y acuciado por el atentado terrorista de San Bernardino, opera todavía con prudencia. Obama no quiere dejar al país involucrado en una nueva guerra en el Medio Oriente. Europa, por su parte, está poco cohesionada, en crisis y es muy débil en voluntad militar como para aportar los elementos para un impacto decisivo.

Un actor que llamativamente no tiene hasta ahora visibilidad en el conflicto es Israel. A él le favorecen los enfrentamientos entre musulmanes, pero la  presencia de fuerzas rusas e iranias en su frontera le ha hecho encender una alarma roja. Sin embargo, Tel Aviv se encuentra bien preparada para el futuro inmediato, con un gran incremento de la ayuda militar norteamericana ad portas (como compensación por el arreglo de Washington con Irán) y con un próximo papel de exportador de gas natural.

En realidad, el conflicto en Siria es, por sus motivos,  como un témpano de hielo en el mar, donde las partes más visibles son las luchas contra el Estado Islámico y contra el régimen de Assad; más  abajo están las enemistades entre potencias regionales; por debajo de éstas, la pugna geopolítica por la región, entre Rusia y EEUU con sus respectivos aliados; y la capa más profunda  del conflicto  es la existencia de ingentes cantidades de gas en el Mediterráneo oriental , con varios yacimientos en prospección y explotación, principalmente por parte de  Israel pero también con importantes intereses de países como Egipto y Turquía. Estas perspectivas gasíferas prometen alterar los equilibrios geopolíticos bastante más allá de la región.

El conflicto en Siria podría escalar en la forma de una guerra entre Israel e Irán, apoyados respectivamente por EEUU y Rusia (con Tel-Aviv y Teherán pensando, por igual,  que deben atacar antes de que el otro pueda fortalecerse más).  Sin embargo, más probablemente, el conflicto se podría enfriar, al igual que en Ucrania, como una segunda fractura en la nueva confrontación Este-Oeste que se está perfilando. En este caso, las migraciones caerían y el Estado Islámico quedaría como un jugador, disminuido por los  ataques recibidos, pero con una residual influencia y capacidad de acción.


Fuente Imagen: 
http://www.businessinsider.com/photos-of-yezidis-under-fleeing-isis-2014-8

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